Aristarco de Samos (c. 310 a. C. – c. 230 a. C.) fue un astrónomo y matemático griego quien, hasta donde lo sabemos, fue el primer ser humano que propuso el Sol era un objeto ubicado en el centro del universo y no la Tierra, señalando que era mucho más grande que el globo terráqueo. Casi olvidado de la historia, esta conclusión fue obtenida después de innumerables observaciones del cielo en las noches estrelladas e incluso los días de calor inclemente. Desgraciadamente sus documentos se perdieron por los incendios que destruyeron la célebre biblioteca de Alejandría y solamente nos quedan algunas referencias de otros pensadores griegos; sin embargo, es particularmente notorio y sorprendente que esas conclusiones surgieron partiendo de elementos tan simples como la observación, la paciencia, la deducción y por supuesto el cálculo.
Más o menos por esas fechas, Eratóstenes de Cirene (276 a. C – 194 a. C.) calculó la circunferencia de la tierra bajo una serie de deducciones verdaderamente conmovedoras. Estando como encargado de la biblioteca de Alejandría, leyó en un papiro que el 21 de junio, en Siena (hoy Asuán, Egipto), los objetos no proyectaban sombra alguna. Para cualquier persona esta información pudiese haber pasado desapercibida; sin embargo, Eratóstenes la tomó con una particular atención. Esperando la fecha en Alejandría, pudo observar que esto no coincidía con lo que leyó. Al año siguiente se trasladó a Siena para comprobar lo que se mencionaba en el documento y para su sorpresa, pudo ver asombrado este fenómeno. Si los rayos de luz del Sol caían en una forma vertical, la única manera en la que se podría haber producido algo así era por una forma esférica de la tierra. No se sabe cómo calculó la distancia entre Alejandría y Siena. Tal vez contando los pasos uniformes de los soldados, las referencias de los comerciantes, contratando a personas dedicadas a eso o incluso él mismo; lo cierto es que con esa información pudo deducir la magnitud del planeta, prácticamente sin instrumentos y solamente empleando conceptos de geometría básicos, intuición, imaginación e inteligencia.
Este fue un logro sin precedentes y el solamente imaginarlo genera un cúmulo de sentimientos extraordinarios llenos de admiración y respeto. Por esta razón me parece verdaderamente algo incomprensible que en la actualidad exista un movimiento denominado “terraplanista” en la que existen personas que creen firmemente que nuestro planeta no es esférico, sino plano. Agrupados en una asociación denominada Flat Earth Society, con actividades desde mediados del siglo pasado, en internet existe una cantidad de información verdaderamente impresionante que si bien resulta hasta jocosa, lo cierto es que llega a convencer a algún tipo de gente.
Dentro de una serie de argumentos verdaderamente risibles, quienes creen en esta condición afirman que en el horizonte no se puede vislumbrar una curvatura de la tierra. Otra afirmación que plantean es que siendo que el agua tiende a la horizontal, no es posible que se mantenga adherida a la Tierra, sin considerar otro logro verdaderamente extraordinario como el de Isaac Newton (1643 – 1727), quien estableció una ley que denominó “De la gravitación universal”, planteando que todos los objetos ejercen una fuerza de atracción en una forma directamente proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que separa sus centros. Bajo estos conceptos que revolucionaron la física, demostró que los fenómenos terrestres y celestes son similares de acuerdo a la forma en la que Johannes Kepler (1571 – 1630) pudo describir el movimiento planetario. También y de la misma forma, pudo explicar el comportamiento de las mareas.
Otra situación que argumentan aquellos convencidos de que la Tierra es plana se relaciona con teorías de conspiraciones ejercidas por los países con economías hegemónicas y que basan su bonanza en engaños mundiales, con abusos hacia la mayor parte de la gente. Tal vez estas creencias no serían relevantes si no fuese por la forma en la que se extienden a aspectos que tienen un impacto en la vida del colectivo que nos hermana en una forma común. En este sentido resulta hasta ofensivo el problema de la creencia de que las vacunas son malas, sin considerar que uno de los mayores avances contra las enfermedades en toda la historia es precisamente la vacunación.
Se calcula que esta medida evita alrededor de tres millones de muertes anuales, y aunque a la luz de las investigaciones en la salud pública actuales se ha comprobado su eficacia, millones de muertes no se pueden evitar por la inaccesibilidad en países pobres, a donde simplemente no llegan.
La paradoja de este fenómeno es que en zonas ricas, en donde prácticamente todos pueden recibir este beneficio, existen personas que se niegan a ser vacunadas o lo que es peor, suprimen esta medida en niños que sufren de la inconciencia, la ignorancia, las creencias o la irreflexión de los adultos.
Las razones que se argumentan tienen como base la información y la desinformación. Literalmente abundan opiniones que emiten individuos que plantean efectos adversos potencialmente mortales sin que tengan una claridad objetiva, privilegiando lo natural (que está de moda) a lo artificial, con mitos y falacias que se circunscriben a teorías de conspiraciones de las compañías farmacéuticas y los gobiernos, haciendo ver que el no vacunar sería mejor.
No solamente resulta irritante, sino también degradante que existan personas que lucren con estos temores. En 1988 el médico británico Andrew Wakefield publicó un artículo en la prestigiosa revista The Lancet, expresando que 12 niños que habían recibido la vacuna triple vírica (que protegía contra el Sarampión, Paperas y Rubeola) habían desarrollado autismo e inflamación intestinal grave precisamente después de haber sido inyectados. Posteriormente se divulgó que el objetivo final de Wakefield era desacreditar a esa vacuna para proponer alternativas de protección con otras vacunas, existiendo un claro conflicto de interés y condicionando que el Consejo General de Medicina del Reino Unido le retirara su licencia para ejercer como médico y calificando su comportamiento como irresponsable, antiético y engañoso. Lo cierto es que esta medida correctiva no fue suficiente y en la actualidad aún existen en todo el mundo personas que expresan la falsedad en vincular a la vacunación con el autismo.
Vivimos en una sociedad particularmente complicada, en donde el acceso a grandes cantidades de información confunde más que orientar. He escuchado a gente que afirma la inexistente llegada del hombre a la Luna, la falta de evidencias en el proceso de la evolución, la perversidad de la ciencia, la ausencia de los satélites y un largo etcétera. Ante esto, lo único que nos resta es admirar con emoción los grandes logros en quienes se ha construido la civilización y sobre todo, no perder la capacidad de asombro frente a lo que nos puede permitir vivir mejor.