El pasado 4 de febrero de 2021 se celebró de manera virtual la primera sesión titulada “Crisis de la economía mundial y crisis sanitaria” del Seminario “Trabajo y empleo ante la crisis económica y sanitaria global”, organizado por el Doctorado de Economía Política del Desarrollo (DEPD) de la Facultad de Economía BUAP, en coordinación con la AMET y los Cuerpos Académicos “Trabajo y conocimiento en el desarrollo latinoamericano desde la Crítica de la Economía Política” (BUAP) y “Desarrollo económico, regional y empleo en Jalisco” (UdeG).
En esta sesión los economistas Arturo Guillén Romo, del departamento de Economía de la UAM-I, y Héctor Sotomayor Castilla, del DEPD-BUAP, argumentaron en torno al estado de crisis económica que se emparejó con la crisis sanitaria producida por el virus SARS-CoV-2.
Héctor Sotomayor Castilla señala que la lectura cada vez más predominante que se realiza sobre esta pandemia es que es la responsable del declive económico y las consecuencias que ello genera, pero no es así. Lo estrepitoso de esta crisis sanitaria es que precipitó los estragos y acrecentó los daños ya existentes. Esto es, que el comportamiento de la economía mundial, desde la década de los setenta del siglo pasado, es de crisis. Y, para que no quepa en duda, es una crisis estructural del sistema capitalista.
Esta situación se debe, en primera instancia, porque el sistema es incapaz de reproducir sanamente el proceso de acumulación del capital, entendido como un proceso de reinversión de ganancias del ciclo previo comprando nuevos medios de producción, materias primas y lo más importante, fuerza de trabajo, que es la generadora de estas ganancias.
En segunda instancia, el sistema financiero se convierte en un mecanismo de acumulación, pero no capitalista, sino de atesoramiento de riqueza, ya que el comportamiento del capitalismo en la fase de financiarización de la economía, es un proceso donde el capital se traslada de la esfera productiva y se afianza en el sector bursátil, lo que generan burbujas especulativas, tal como sucedió en 2008 y 2009. Es esta segunda instancia la que exacerba el grado de profundidad de la crisis en el sistema capitalista, debido a la cual el sistema bursátil goza de una mayor volatilidad e inestabilidad en el comportamiento de la economía mundial.
De esta manera, se observa que el debilitamiento principal del sistema capitalista esta intrínseco en sus propias leyes.
Es en este último segmento donde las secuelas de ambas crisis desgastan a la sociedad, ya que el nivel de desempleo aumentó, las condiciones laborales en cuanto a salarios y prestaciones disminuyeron y ahora el trabajador asume los costos de trabajar desde casa, y eso, aún, en condiciones que permiten la reproducción de la vida, pero ¿y los que no pueden solventar la vida misma?
Este incremento desmedido de la riqueza hace evidente el grado de polarización de la sociedad al afrontar la pandemia, mientras que unos cuantos amasan una riqueza mediante el sistema bursátil, el grueso de la población está tratando de (sobre)vivir. Aunado a esto, se hace evidente que debemos contemplar y aplicar perspectivas transversales, es decir, que la crisis expande y profundiza debates y antagonismos en el entramado social tales como el género y la raza, y observamos que en este confinamiento el trabajo que realizan las mujeres se ha incrementado de una manera irrefutable, ya que en un solo espacio (el hogar) deben atender tanto el mercado laboral como el trabajo doméstico y de cuidados, y solo uno de ellos es remunerado.
Se relaciona también la idea de que el impacto ambiental provocado por el capitalismo ha llegado a niveles irreconciliables con el ser humano, y prueba de ello es el calentamiento global que afecta a los ciclos agrícolas, el deshielo de los casquetes polares y con ello el incremento del nivel del mar, la pérdida de biodiversidad en flora y fauna y la continua mutación y expansión de virus y enfermedades.
Para las instituciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) la cuestión anterior no es de importancia, ya que no hay manera de hacer una predicción de que la economía se regenere durante este año y ni durante los siguientes, lo cual confirma la profundidad de la crisis económica del sistema capitalista, y para lo cual prevén que sean necesarias políticas de mitigación, menor inversión y una continua retirada del comercio mundial (recolocalización).
Precisó Sotomayor que las consecuentes crisis después de 1970 y en particular la de 2008, la economía ha reportado un crecimiento del comercio lento, las cadenas globales de valor presentan menor expansión, hay frágil crecimiento del PIB per cápita, se exacerban los problemas de la productividad en los países en desarrollo y emergentes y, en general, se reduce a un comportamiento errático macroeconómico. Mientras, el FMI propone ante la “caída” de la productividad y el estancamiento reformas a los mercados laborales; una mayor desregulación, reducción del nivel o duración de las prestaciones por desempleo, simplificar y reducir los costos de contratación y despido de trabajadores permanentes y armonizar las leyes de protección del empleo para trabajadores temporales y permanentes.
Con estas miradas para la recuperación económica mundial se esclarece que lo que se busca es la redefinición de la relación capital-trabajo, punto medular del sistema capitalista mismo.
Es por ello por lo que Sotomayor invita a la reflexión y la propuesta de no avanzar en la idea del reinicio del capitalismo, sino de “desmontar” al propio capitalismo para que otros escenarios sean posibles y superarlo. Esta idea —acotó el economista— podemos reforzarla con el argumento que nos brinda Giovanni Arrighi en su libro El largo siglo XX, en el cual encontramos que la historia del capitalismo ha funcionado mediante una sucesión de épocas en las cuales una potencia hegemónica se apoya en una combinación de redes económicas y políticas que permiten el control sobre un espacio económico mundial en continuo proceso de expansión. Esto nos permite identificar que la expansión financiera de 1970 actúa como reacción característica del capital frente a la intensificación de las presiones competitivas que han seguido invariablemente a todas las expansiones cruciales del comercio y de la producción mundiales, y que esta misma es el advenimiento de la crisis del régimen estadounidense (Arrighi, 2014: 360), por ello, se realiza una lectura de corte geopolítico donde se debe prestar atención a lo que la combinación de crisis produce: una disputa por la hegemonía global entre las economías dominantes desarrolladas de Estados Unidos y China, lo que sin duda podría desencadenar una guerra en la que se puede utilizar como chivo expiatorio una pandemia.