Mucho se ha escrito sobre la megafauna que habitó el planeta tierra durante el Pleistoceno, esa mal nombrada “era glaciar”. La megafauna por supuesto que es impresionante, los grandes mastodontes, mamuts, el perezoso gigante, los gliptodontes, el tigre dientes de sable, por mencionar algunos, pero ¿qué pasa con todos aquellos mamíferos pequeños, como los roedores, conejos, murciélagos, por mencionar algunos, que casi no se nombran?, ¿acaso no son igual o más importantes que los mamíferos de gran tamaño?, ¿qué evidencia proporcionan?, ¿hay registro fósil de ellos en Puebla? Justo de esto tratará este artículo.
El Pleistoceno antecede al Holoceno (época actual), y en realidad no es una era, sino una época geológica que corresponde al período cuaternario de la era Cenozoica, que comenzó aproximadamente hace 2,59 millones de años y culminó hace 10,000 a. C. En esta época ocurrieron una serie de glaciaciones, es decir un conjunto de fases frías, entre las que se intercalaban otras más cálidas conocidas como interglaciaciones. Durante las glaciaciones las temperaturas disminuyeron y las masas de hielo se extendieron cubriendo grandes extensiones de tierra, en consecuencia, el clima fue más árido en las zonas tropicales. En cambio, en los periodos interglaciares las temperaturas se elevaron provocando que las masas de hielo se derritieran, el nivel del mar se elevara y el clima se tornara más cálido y húmedo.1 Estos cambios climáticos fueron repetitivos y constantes, más que en cualquier otra época, lo que ocasionó cambios en las estructuras de los ecosistemas. Así, durante la transición del Pleistoceno al Holoceno, los patrones en las comunidades se reorganizaron, algunas especies se extinguieron y las que sobrevivieron cambiaron en abundancia, distribución o composición genética, y es en este punto donde los micromamíferos o de talla pequeña juegan un papel fundamental para entender cómo las especies se adaptan a cambios ambientales tan repentinos. La mayoría de ellos sobreviven actualmente, por lo que, los cambios en su distribución, abundancia, variación morfológica y variación genética pueden ser medidos y analizados.2
Además, los mamíferos de talla pequeña, al necesitar de condiciones de temperatura y humedad más específicas que los mamíferos de talla grande, aportan información importante sobre el hábitat, reconstrucción de comunidades, suelos, paleovegetación y paleoclimas. Lamentablemente, son escasos los estudios paleontológicos enfocados a los micromamíferos fósiles, esto se debe en gran parte a que se necesitan de métodos más detallados para su recolección. Por lo anterior, en México, son pocas las localidades en las que se han reportado micromamíferos pleistocénicos, la más conocida y diversa es la Cueva de San Josecito en Nuevo León,3 existen otras como la de Tequixquiac en el estado de México,4 Tequesquinahua y El cerro de Tlapacoya igual en el estado de México,5 El lago de Chapala en Jalisco,6 Rancho El Carrizal y Santa Rita en Baja California,7 La Calera en Zacatecas,8 la cueva La Presita en San Luis Potosí,9 diversas localidades en Hidalgo,10 y por su puesto Valsequillo, Puebla.
Aunque en un inicio, el registro fósil de micromamíferos en Valsequillo estuvo limitado sólo al reporte de unas piezas pertenecientes a un roedor y a un conejo11, un estudio paleontológico reciente, ubicó a Valsequillo como en una de las localidades con un inventario numeroso en especies de micromamíferos, de las cuales, cuatro representan nuevo registro fósil, es decir, no se habían reportado anteriormente en ninguna otra localidad. Los nuevos registros fósil son: el perrito llanero mexicano (Cynomys mexicanus), el conejo de los volcanes, conocido también como zacatuche o teporingo (Romerlagus diazi), el ratón pigmeo sureño (Baiomys musculus) y la liebre torda (Lepus callotis).12 Lo interesante de estas especies, sobre todo los fósiles del perrito llanero mexicano y del zacatuche, es que son especies endémicas y su distribución actual se encuentra restringida a zonas muy reducidas de nuestro país. El perrito llanero mexicano habita un territorio pequeño entre los límites de San Luis Potosí, Nuevo León, Zacatecas y Coahuila, mientras que el zacatuche ocupa una región limitada en la parte central de la Faja Volcánica Mexicana. Ambas especies viven en biomas completamente diferentes, el perrito llanero es un habitante de pastizales, en cambio el zacatuche habita áreas de origen volcánico en bosques de coníferas asociados a zacatonal (Figura 1). Esto puede significar que, durante el Pleistoceno ambas especies cohabitaron en una misma región, en este caso en Valsequillo, aunque en la actualidad se encuentren completamente distanciadas; a estas agrupaciones faunísticas se les conoce como “disarmónicas”, es decir especies fósiles que fueron simpátricas (mismo lugar) en el pasado y alopátricas (diferente lugar) en el presente.13 O bien se trata de comunidades que provienen de diferentes tiempos, cada una con condiciones ambientales específicos.12 Ambos escenarios son posibles, sin embargo, sólo es una interpretación de las posibles realidades a partir del registro fósil de estas dos especies, el cual debe ser contrastado con otro registro fósil y con datos de otras disciplinas.
Como ya se había mencionado anteriormente, los micromamíferos son útiles también en la reconstrucción de la paleovegetación, para ello, en ese mismo estudio, se utilizaron las distribuciones actuales de los micromamíferos reportados en Valsequillo para obtener el área de simpatría, a partir de la cual se obtiene la vegetación predominante y se infiere que muy probablemente esa misma vegetación estuvo presente durante el Pleistoceno. De esta manera, la vegetación que albergó Valsequillo durante esa época fue una combinación de matorral xerófilo con bosques coníferas, los cuales se extendieron o se redujeron conforme el cambio climático, albergando diferentes especies en cada período.12 Sin embargo, si retomamos el supuesto de que la fauna de Valsequillo es disarmónica, la vegetación tuvo que ser muy compleja para albergar especies tan ecológicamente diferentes, de hecho, existe evidencia paleontológica que en América del Norte y otras partes del mundo, especies boreales y ártico-tundras compartieron el mismo espacio con especies de pastizales o bosques deciduos. Es decir, la vegetación era más uniforme porque el clima era más estable que ahora, y por ende el cambio en la vegetación no fue tan drástico.14
En resumen, como te has dado cuenta, los estudios de los micromamíferos contribuyen sin duda al estudio biogeográfico y evolutivo de las especies porque proporcionan datos más específicos sobre su hábitat, de ahí la importancia y necesidad de realizar más investigaciones paleontológicas que involucren a los fósiles de mamíferos de talla pequeña. Te invito a que busques más información sobre ellos, no sólo del registro fósil en México sino de todo el mundo, seguro te sorprenderás.
Referencias
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