El propósito principal del alumbrado público es iluminar las calles para los habitantes, tanto los que caminan como los que viajan en auto. Sin embargo, millones de personas que viven en las ciudades no pueden ver el cielo nocturno debido a la luz que lo ilumina innecesariamente. A simple vista el ojo humano puede observar 6 mil estrellas, pero en las ciudades difícilmente se alcanzan a ver más de unas cuantas decenas. Según la NASA, dos tercios de la población mundial ya no pueden mirar hacia arriba y observar nuestra galaxia, la Vía Láctea, formada por cerca de 100 mil millones de estrellas que, durante el verano, en el hemisferio norte aparece como una franja que va de un extremo al otro del horizonte. En la figura se ven imágenes de una región del cielo tomadas desde la ciudad de Ontario en Canadá. Del lado izquierdo es el cielo con la iluminación urbana normal, mientras que del lado derecho es una imagen obtenida desde la misma ciudad durante un apagón. En esta última se puede apreciar claramente la Vía Láctea.
La mayor contribución a la contaminación lumínica proviene precisamente de la red del alumbrado público, cuyas luminarias no tienen un diseño adecuado para enviar luz solo adonde se necesita e impedir la propagación hacia arriba. Los aerosoles en la atmósfera esparcen la luz, es decir, cambian de dirección la que reciben y este proceso se repite en función del número de partículas suspendidas. Esta luz esparcida crea un resplandor que impide ver el cielo oscuro y como resultado la mayoría de las personas que viven en las ciudades nunca han visto el cielo nocturno. Este tipo de resplandor es el mismo que se ve a kilómetros de distancia cuando uno se aproxima a una ciudad, por ejemplo llegando a Puebla desde Atlixco. El efecto es el mismo que, quizá todos hemos experimentado, al ir en coche cuando el parabrisas tiene polvo. Si un coche que viaja en la dirección opuesta a la nuestra ilumina nuestro parabrisas nos deslumbra porque las partículas de polvo del parabrisas esparcen o dispersan la luz.
La iluminación en sí misma no es un problema, se vuelve un problema cuando es excesiva, pobremente diseñada, mal instalada o sin un mantenimiento adecuado. Uno de los ejemplos más ilustrativos de la mala iluminación es el de las luminarias esféricas, muy comunes en algunos de los centros históricos de nuestras ciudades, ya que toda la luz del hemisferio superior se va directamente hacia arriba. Algunos edificios se iluminan de abajo hacia arriba con el fin de resaltarlos, y qué decir de los anuncios espectaculares o las instalaciones deportivas como los estadios de futbol.
La contaminación de luz no sólo afecta el cielo nocturno sino que es un problema ambiental que altera la vida cotidiana de millones de personas y de variadas especies. Además del aumento en el brillo del cielo se identifican otros tipos de contaminación lumínica: el deslumbramiento es producido por el brillo intenso, incómodo a los ojos, que aparece cuando la fuente de luz es más brillante que los alrededores, reduciendo la visibilidad, ya que nuestros ojos se adaptan a luz más brillante haciendo que los alrededores se vean más oscuros. La luz parásita ilumina donde no es necesario o requerido y ocurre cuando va más allá de donde se encuentra el blanco, iluminando la propiedad adyacente. El sobrealumbrado aparece cuando los niveles de luz sobrepasan los necesarios para la tarea, bajo el principio de que mientras más luz, mejor.
Por ejemplo, se tiene la idea de que más luz implica más seguridad, sin embargo, esto no siempre es el caso. Es cierto que se requiere luz para ver y para estar seguros por la noche pero las luminarias con un mal diseño, sin protección que las oriente hacia abajo o situadas en un mal lugar pueden ser incluso menos seguras: las luces que deslumbran provocan que haya áreas oscuras donde el ladrón puede esconderse. Los criminales pueden entonces aprovechar esa falsa sensación de seguridad en lugares sobreiluminados.
Además de los seres humanos, una de las especies más afectadas por la contaminación lumínica son los pájaros. Entre ellos, los curruca de Kirland que migran desde las Bahamas hasta los grandes lagos en el norte de Estados Unidos y después regresan. A lo largo del camino tienen que pasar por diferentes ciudades. Cada año cerca de mil millones de currucas mueren al chocar con edificios, considerando solamente Estados Unidos de América. La luz de los edificios es responsable de muchas de estas muertes porque los pájaros se orientan con la luz del Sol o de las estrellas pero los edificios iluminados los confunden de tal forma que se ponen a dar vueltas alrededor de ellos y al final se colapsan por estar exhaustos1.
Existen mapas del mundo creados con imágenes de satélites en el que los continentes quedan perfectamente delineados justamente por la luz que emiten hacia el cielo. Los países más desarrollados son los que producen mayor contaminación lumínica, así que las partes más oscuras están en África o en regiones no habitadas como la Amazonia, los desiertos, el norte de Rusia o el norte de Canadá. El Departamento de Defensa de Estados Unidos por medio de un programa de satélites meteorológicos (DMSP por sus siglas en inglés) permite obtener el nivel de energía perdida al cielo en kilo Watt hora por kilómetro cuadrado2.
El cielo oscuro es un recurso natural único. Tiene el valor intangible de la experiencia y disfrute de la naturaleza. Se dice que el cielo pertenece a todo el mundo y es por una buena razón: cuando vemos hacia arriba el cielo nocturno lleno de estrellas, contemplamos y tal vez apreciemos el lugar de la humanidad en el vasto cosmos.
Dejar de ver el cielo no es solo una pérdida cultural, sino que la producción de electricidad a partir del uso de combustibles fósiles contamina continuamente la atmósfera, produciendo gases que contribuyen al efecto invernadero.
De ahí que reducir el consumo de electricidad evitando desperdicios y a la vez garantizando un nivel de iluminación efectivo y seguro para las casas, las calles y los edificios públicos debería ser una prioridad de todos los gobiernos.
1 Lori E. Allen, “Protegiendo los cielos oscuros de Arizona”, (2016) en Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. El derecho a los cielos oscuros.
2 Véase el mapa nocturno de la NASA. https://www.nasa.gov/feature/goddard/2017/new-night-lights-maps-open-up-possible-real-time-applications