Que 80 años no es nada

 

Durante la pandemia, en noviembre de 2020, me entregaron, de manera virtual desde luego, un diploma por 25 años de labor en el INAOE. Llevo más años asociado al Instituto, al menos otros cinco, ya que, al finalizar mis cursos en la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas de la BUAP, creo que, a finales de 1989, me lancé hacia Tonantzintla para hacer mi tesis de licenciatura.

Ahora ya estoy escribiendo con pausa, tratando de establecer mejor las fechas, pero al recibir el correo de notificación/invitación para la ceremonia, me causó una gran sorpresa y se me aceleró el corazón. La trillada frase sobre el tiempo que vuela, y más cuando nos estamos divirtiendo, aplica al 100. Hacer lo que a uno le ha apasionado desde niño, en un sitio tan especial como el cerro de Tonantzintla, donde hace 80 años se inauguró el Observatorio Astrofísico Nacional de Tonantzintla (OANTon), antecesor del INAOE, es un placer y un privilegio.

El cerro de Tonantzintla es realmente especial. Los visitantes siempre se admiran de que un espacio tan verde, repleto de árboles, con históricos telescopios y lleno de científicos y laboratorios, pueda existir en ese pequeño poblado. Para quienes laboramos ahí, sabemos que no sólo es el espacio, también la gente. El personal de todas las áreas, administradores, técnicos, estudiantes e investigadores, trabajan en colaboración para culminar los proyectos con éxito, y no sólo los de investigación, también los de docencia y divulgación.

Desde luego, e infortunadamente, no conocí a los próceres del OANTon, Guillermo Haro falleció en 1988 y Luis Enrique Erro en 1955, aunque sí conviví todavía con el señor Chavira, y el ingeniero Terrazas me dio un curso en la FCFM de la BUAP. Con el ingeniero Alva trabajamos en la reactivación de la Cámara Schmidt que actualmente está monitoreando asteroides cercanos a la Tierra.

Sin embargo, durante estas tres décadas me ha tocado seguir el desarrollo del Gran Telescopio Milimétrico, desde que Alfonso Serrano trajo el proyecto al INAOE por allá de 1992, hasta su puesta en marcha. Actualmente, el mayor telescopio en su tipo en el mundo está dando mucho de qué hablar, en particular debido a su contribución en el Event Horizon Telescope (EHT) para obtener la primera imagen de la sombra de un agujero negro, y seguirán más descubrimientos, tanto como parte del EHT como por cuenta propia.

También he visto el proceso de HAWC (High Altitude Water Cherenkov), el observatorio de rayos gamma más grande en su tipo, cuando se seleccionó el sitio del Volcán Sierra Negra para instalarlo, cuando se inauguró, y desde entonces ir conociendo la gran cantidad de descubrimientos que ha realizado en el Universo de altas energías.

Pero me regreso un poco. Unos meses después de llegar al INAOE se abrió la maestría en Astrofísica, dentro de un programa llamado PRONAPOE, así que me quedé en Tonantzintla y luego continué con la tesis de doctorado, participando en un proyecto binacional entre México y Alemania que trataba sobre la búsqueda e identificación de contrapartes ópticas de fuentes ROSAT, usando el telescopio de 2.1 metros de diámetro del Observatorio Astrofísico Guillermo Haro (OAGH) ubicado en Cananea, Sonora.

ROSAT es el acrónimo de Röntgen Satellite (satélite de rayos X) lanzado en 1990 y que detectó rayos X provenientes del Universo hasta 1999. La resolución espacial de ROSAT no permite identificar directamente en el óptico la fuente emisora de rayos X, por lo que se deben observar varios de los objetos alrededor de las coordenadas de cada fuente.

El proyecto entre México y Alemania consistió en identificar, con el telescopio de 2.1m del OAGH, todas las fuentes de rayos X detectadas por ROSAT en seis regiones seleccionadas en el cielo del hemisferio norte. Este proyecto fue crucial para la rehabilitación del OAGH que, aunque había sido inaugurado un par de años antes, el 8 de septiembre de 1987, no había logrado una operación permanente. A través de esta colaboración fue posible contar con un primer instrumento para llevar a cabo observaciones, un reductor focal, llamado LFOSC, que permite obtener imágenes en varios filtros, así como espectros de baja resolución. Actualmente, el OAGH cuenta con todo un arsenal de instrumentos y se llevan a cabo observaciones para una gran variedad de proyectos astronómicos de frontera.

Aún recuerdo la primera ocasión que visité el OAGH, fue uno o dos años después de haber llegado al INAOE. Fue un largo viaje por carretera, junto con Carlos Chavarría y Gustavo Escobedo, para llegar a “disfrutar” de espectaculares nevadas, que en algunas ocasiones no nos permitían subir a la montaña. Posteriormente, me volví visitante frecuente, ahí obtuve datos para mi tesis de maestría, posteriormente para la de doctorado, y desde entonces para varios proyectos, incluida la espectroscopía de asteroides para clasificarlos taxonómicamente.

Y los asteroides también nos permitieron llevar a cabo la reactivación de la Cámara Schmidt para llevar a cabo observaciones astronómicas profesionales. Durante varios años estuvo dedicada a actividades de divulgación y docencia, varias decenas de miles de visitantes tuvieron oportunidad de entrar a la Cámara a través del programa institucional de visitas, pero también durante los eventos masivos que se organizan en el campus del INAOE.

La Cámara Schmidt fue el telescopio con el cual se inauguró hace 80 años el OANTon, el 17 de febrero de 1942, y que dio fama a Tonantzintla y a sus astrónomos. Además de todos los descubrimientos astronómicos ya mencionados en los artículos incluidos en este suplemento y en números anteriores de SyC, existe un legado de más de 15 mil placas astrofotográficas que son ahora parte de la Memoria del Mundo-México, un programa que forma parte de la UNESCO, destinado a proteger y promover el patrimonio documental de nuestro país, a través de la preservación y el acceso a dichos documentos.

Como mencionaba arriba, también he tenido la fortuna de participar en la reactivación de la famosa Cámara Schmidt.  Se llevó a cabo un amplio proceso para la renovación de las componentes  ópticas y del sistema mecánico,  además, se desarrolló e instaló un nuevo sistema de adquisición de imágenes. De esta manera,  ha sido posible volver a obtener datos astronómicos profesionales que son la base de proyectos relevantes. Y como también mencionaba, los asteroides están involucrados, uno de estos proyectos, quizá el principal, trata de monitorear estos cuerpos menores del sistema solar.

Desde 2015 un grupo de astrónomos y estudiantes iniciamos un programa observacional para llevar a cabo estudios de astrometría y fotometría de los llamados Objetos Cercanos a la Tierra (NEOs por sus siglas en inglés), así como de Asteroides Potencialmente Peligrosos para la Tierra (PHAs por sus siglas en inglés) y de otros asteroides con potencial para  ser objetivo de futuras misiones espaciales. Este programa es parte de uno mucho mayor. El INAOE es parte de la Red Internacional de Alerta de Asteroides (IAWN, por sus siglas en inglés), organismo que coordina los esfuerzos de observatorios de más de 40 países, incluido, ahora, el OANTon, actualmente INAOE. El objetivo de la red es determinar las órbitas de los asteroides mencionados de manera confiable, así como  sus  propiedades físicas. Estos esfuerzos globales son coordinados por el Centro de Planetas Menores de la Unión Astronómica Internacional, que para tener una idea de los esfuerzos colosales que esta red está desarrollando, es necesario señalar que a la fecha se han acumulado alrededor de 344.6 millones de observaciones.

He querido mencionar este tema ya que es importante destacar que, a 80 años de su inauguración, la Cámara Schmidt vuelve a hacer ciencia, lo cual celebramos dedicándole este número de SyC, en el que encontraremos un texto sobre el fundador del OANTon, L. E. Erro, escrito por A. Coca, quien tiene en su haber un par de libros sobre su vida. Incluimos otro texto de D. Iturbe, óptico del INAOE aficionado a las observaciones solares, y quien sigue obteniendo imágenes frecuentes de nuestra estrella, con el también histórico Telescopio Solar, en el cual observó el ingeniero Terrazas. Otro artículo, escrito por J. Peña del IA-UNAM trata sobre el OAN-Tonantzintla, con quien el INAOE comparte el cerro. El último artículo temático lo escribió O. López-Cruz, enfocándose en el trabajo con las placas de dos astrónomas, también próceres, del OANTon. Espero que este recuento personal de mi estancia en el INAOE, y este número de SyC, muestren, aunque sea un poco, lo que Tonantzintla fue y sigue siendo: un centro de investigación que sigue desarrollando astronomía de primer nivel y que es reconocido en todo el mundo.

 

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