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Inmigrantes 5D

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La emigración de mexicanos hacia Estados Unidos (EE. UU.) es de larga data, se remonta a procesos de anexión e independencia sucedidos hace casi dos siglos: lo que hoy es la frontera sur de aquel país antes era nuestra frontera norte. La actual línea divisoria con ese país es de 3 mil 185 kilómetros y la franja fronteriza —convenida a 100 kms por lado— alberga a 15 millones de personas, la mitad radica de este lado, en 80 municipios de seis entidades; la otra mitad de la población fronteriza vive de aquel lado, en 24 condados de cuatro estados. Somos una frontera muy transitada, con tráfico diario de un millón de cruces legales de aquí para allá, y también muy peligrosa, la Organización Internacional para las Migraciones de la ONU estima que entre los años 1996-2021 fallecieron 75 mil migrantes en el mundo, 12 por ciento de éstos sucedieron en la frontera norte de México (La Jornada, 2/07/2022, página 6).

La principal causa de la emigración de mexicanos hacia EE. UU. sigue siendo la laboral y, en la mayoría de los casos, las tareas desempeñadas son poco calificadas, lo cual no niega que connacionales ocupen puestos de dirección, sean empresarios exitosos, profesionistas destacados o laureados artistas. En el año 2018, los mexicanos que estaban en el extranjero haciendo estudios de educación superior fueron 34 mil 196, de éstos, 15 mil 433 estaban en el país citado, en ese tiempo, los nacidos en México y viviendo en EE. UU. eran 12.2 millones, de ese total, los que realizaban estudios terciarios eran 0.1 por ciento. Los trabajos que por lo general realizan los 7 millones de connacionales ocupados en ese país son sucios, difíciles y peligrosos, palabras que en inglés inician con la letra D, y a esos inmigrantes los llamaron 3D; ahora debemos añadir dos nuevas condiciones generadas con la globalización: los decesos y las deportaciones.

Con la liberación de la economía y la desregulación del comercio internacional de los años 90 se estimaba que la ley de un solo precio regiría en nuestro país: importaríamos maíz de EE. UU., que era más barato, y abandonaríamos el cultivo de 8 millones de hectáreas, lo que se traducirá en un éxodo rural de varios millones de campesinos y un cuantioso flujo de emigrados sin precedente hacia ese país. Para mantener controlado el flujo migratorio y moldeable a los requerimientos del proceso de acumulación, el gobierno de EE. UU. militarizó la frontera con México, aumentó el presupuesto de la patrulla fronteriza, modernizó el equipo y la infraestructura, amplió el número de policías, modificó las normas migratorias y construyó bardas para impedir el tránsito no documentado hacia ese país; el flujo migratorio no documentado entre las Californias lo derivó hacia los canales, ríos y desierto de Arizona y Texas, lo que aumentó el riesgo físico y psicológico de cruzar la frontera sin documentos y encareció la asistencia migratoria de los llamados polleros.

El mercado de trabajo norteamericano requería de una oferta de empleo que los nacionales no podían generar, debían autorizar la inmigración de reemplazo para compensar el moderado crecimiento poblacional y el envejecimiento de los nativos: entre 2000 y 2015, el gobierno norteamericano autorizó 389 mil 637 visas para inmigrantes (nacidos fuera de EE. UU. que radicarán definitivamente en ese país), 14 por ciento de éstas fueron para mexicanos; en ese mismo periodo otorgaron 346 mil visas categoría H (trabajadores especializados, agrícolas y no agrícolas) a no inmigrantes (aquellos con residencia permanente fuera de EE. UU) de todo el mundo, 30 por ciento de esas visas para trabajos temporales correspondieron a México. Tal cantidad de visas fue insuficiente para atender la demanda laboral del proceso directo de producción así como el cuidado de niños y adultos mayores y de los quehaceres domésticos, situación que alentó el ingreso no documentado por la frontera norte de México y aumentó la población no documentada residente en EE. UU. El peligro del cruce no documentado y el alto costo del cruce asistido tuvo como efectos directos el aumento de la estancia de los inmigrantes en EE. UU., la renuncia o dilación a la repatriación, un menor costo salarial para los empleadores (no pagan los salarios legales ni las prestaciones laborales normadas) y el amago permanente de la denuncia de la situación migratoria no documentada del trabajador.

Hay hostilidad permanente hacia los migrantes, tanto en su largo periplo como en el paraíso idealizado del destino y el peligro está latente en su transmigrante andar, en la última frontera y en el sitio de acogida. EE. UU. es el lugar preferido de uno de cada cinco migrantes internacionales y la frontera México-EE. UU. es el principal corredor migratorio del mundo con 10.8 millones de personas (3.9 por ciento del stock de migración internacional), tal cantidad de entradas supera a la suma de los corredores de Siria-Turquía, India-Emiratos Árabes Unidos y Rusia-Ucrania. (BBVA y Conapo. Anuario de Migración y Remesas. 2021. México)

Ante el mensaje refrendado por el gobierno norteamericano que necesitan a los inmigrantes pero no les otorgarán visas, la entrada se hace por cuenta del propio migrante o asistido; el costo de la asistencia está en función del riesgo: la entrada por la línea con documentación real de otra persona y en vehículo particular es la más cara (20 mil dólares); en avioneta (16 mil dólares) o en tráiler (10 mil dólares desde Veracruz o Guanajuato). (La Jornada 1/07/22 página 8; 2/07/22, página 6). El ingreso por cuenta propia o con la ayuda de familiares con experiencia es por las dunas del desierto o el agua de canales y ríos, que también tienen sus peligros (deshidratación, mordeduras, hostigamiento y extorsión de delincuentes organizados, violaciones y asaltos). Hay pago de piso por cruzar la frontera norte de México (y también por llegar a ella) y, en algunos casos, el costo de la asistencia se puede amortiguar con la portación de una mochila llena que hay que cargar sin hacer preguntas.

Recientemente, un tráiler que transportaba a 67 inmigrantes fue abandonado a 50 kms de San Antonio, Texas (a 235 kms de la frontera), circulaba por la carretera estatal 35, hubo 53 fallecidos y 14 heridos. De los muertos, 29 eran mexicanos, 14 hondureños, siete guatemaltecos, dos salvadoreños y uno de nacionalidad desconocida; de los heridos, tres eran mexicanos. No es el primer tráiler que es abandonado en San Antonio, en julio de 2007 ocho inmigrantes fueron encontrados muertos en un tráiler abandonado en una tienda Wallmart y en mayo de 2003, 13 inmigrantes murieron sofocados en un tráiler en su trayecto a Houston, Texas. Estos decesos colectivos fueron noticias mediáticas y hubo súbita respuesta de las autoridades mexicanas para trasladar los cuerpos de los occisos. No siempre es así, la mayoría de los decesos de inmigrantes permanecen en el anonimato.

La patrulla fronteriza de EE. UU. consigna que entre 1995 y 2022 han muerto 8 mil 908 inmigrantes en su frontera, casi un muerto por día, se desconocen sus nacionalidades. Por gestiones presidenciales, con Joe Biden (2021-2022) los decesos anuales promedio de inmigrantes fueron 654; con Donald Trump (2017-2020), 282, y con Barack Obama (2009-2016), fueron 372. A un mayor flujo migratorio indocumentado o ante la presencia de migrantes precarios, los decesos aumentan, ya que éstos últimos asumen mayores riesgos por carecer de recursos económicos para solventar la asistencia de los polleros.

La mayor parte de las detenciones de inmigrantes no documentados las realiza la patrulla fronteriza estadounidense y la intensidad de la acción está vinculada tanto a la dinámica del proceso de acumulación como a la experiencia y solvencia de los inmigrados, cuando hay mayores flujos migratorios, hay más detenciones: en 2019, las detenciones se duplicaron y en 2020, cuando la economía decreció y EE.UU. cerró su frontera en marzo, las detenciones cayeron en 60 por ciento; con la reactivación de la economía en 2021, aumentaron en 261 por ciento y en 2022 volvieron a crecer (los meses de referencia son octubre-junio). La frontera norte de México se cerró por 20 meses y la doble crisis (económica y sanitaria) hizo más difíciles las condiciones de reproducción de los cesados laboralmente, una de sus opciones fue emigrar aun con frontera sellada e intentar el ingreso por cuenta propia, lo que posiblemente hizo más cómoda su detención por la patrulla fronteriza. Del total de eventos de detención de inmigrantes efectuados durante los cuatro años de gestión de Donald Trump en la frontera sur y suroeste de EE. UU., 41 por ciento correspondió a los mexicanos y 49 por ciento a emigrados de El Salvador, Guatemala y Honduras y 10 por ciento a otras nacionalidades. El promedio anual de eventos de detención en la gestión de B. Clinton fue de un millón 124 mil; con George W. Bush, un millón 158 mil; con B. Obama, 671 mil y con D. Trump, 642 mil. Una persona puede aparecer en más de un evento de detención, para calcular el número de personas detenidas, suele dividirse el total de eventos de detención entre cuatro, ya que ese número son los intentos estimados que realiza un inmigrante para tener éxito en el ingreso sin documentos.

Eufemísticamente las autoridades migratorias estadounidenses denominan repatriados a los inmigrantes que expulsan. El evento de expulsión (aunque son personas, éstas pueden estar en más de un evento) puede ser sin orden judicial (retornados), o con orden judicial, con o sin falta administrativa o criminal (removidos). En el primer caso, en la gestión de D. Trump se expulsaron 599 mil inmigrantes, 27 por ciento de estos eventos correspondieron a mexicanos; en el segundo caso (removidos), en esa misma administración hubo un  millón 202 mil eventos, 62 por ciento de éstos correspondió a mexicanos y 28 por ciento a salvadoreños, guatemaltecos y hondureños. Con Barack Obama, cada año hubo 457 mil eventos de aprehensión de mexicanos y 450 mil eventos de expulsión de mexicanos; con Donald Trump, los promedios respectivos fueron 261 mil y 228 mil, respectivamente: emigrados centroamericanos nos están desplazando en el medallero de la detención y la expulsión.

La Unidad de Política Migratoria de la Secretaría de Gobernación tiene un programa de repatriación para los mexicanos que fueron expulsados de EE. UU., dicho programa es de acogida voluntaria. Según esa fuente, en el cuatrimestre enero-abril del año en curso, los repatriados aumentaron 72 por ciento respecto al mismo periodo del año anterior; las entidades de origen de los expulsados ubicadas en el sur y sureste fueron las más afectadas, en esa región la variación cuatrimestral fue de 126 por ciento, en cambio, los estados de San Luis Potosí, Guanajuato, Aguascalientes y Durango de la llamada región tradicional fueron los menos afectados, en esa región la variación fue del 35 por ciento, igual pasó con los estados de la región del norte, que registró una variación de 49 por ciento. Los emigrados de entidades con menos cultura migratoria internacional, de mayor presencia indígena y con niveles de ingreso menor fueron las más afectadas por las repatriaciones, por ejemplo, el sur-sureste registró 9.3 por ciento del flujo migratorio hacia EE. UU. en los años 2015-2020 y en las deportaciones del primer cuatrimestre de este año, tuvo el 21 por ciento, en cambio, la región tradicional con 34 por ciento del flujo quinquenal de emigración registró 23 por ciento del total de repatriaciones. Por entidad, las que registraron los mayores impactos relativos en la repatriación de este año fueron Yucatán, Tlaxcala, Veracruz, Tabasco y Campeche; los de menor impacto relativos fueron San Luis Potosí, Guanajuato, Tamaulipas, Coahuila y Nuevo León.

Los que no mueren en el intento de llegar al lugar deseado, les espera detenciones múltiples y expulsiones súbitas (a veces con restricción temporal de ingreso), y los que al fin logran su acometida, tendrán un nivel de vida relativamente mejor que el de su localidad de origen, pero allá serán parte de los que no tienen acceso al sistema de salud y viven en condiciones de pobreza, estigmatizados, criminalizados y condenados a vivir en cautiverio, su visibilización los hace deportables.

 

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