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La sanación cuántica

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Cuando me entero de que una estrategia terapéutica resuelve dolores de cabeza, de articulaciones, de “barriga” o de espalda. Del mismo modo, si cura el cáncer, epilepsia, arritmias cardiacas o alteraciones menstruales. Más aún, si remedia cualquier tipo de tos, olor en los pies, dificultad para respirar, abdomen crecido o prominente. Pero si con todo esto y además soluciona la pérdida de la memoria, la eyaculación precoz, la incapacidad para alcanzar un orgasmo o la dificultad para orinar, evidentemente puedo percibir con una claridad a prueba de toda duda de que se trata de charlatanería, de un engaño, de una mentira o de una farsa.

Por supuesto cada quien es libre de creer lo que sea y de ninguna manera se trata de descalificar a alguien que albergue cualquier tipo de doctrina. Sin embargo, resulta imprescindible que ante algo tan delicado como el aspecto de la salud, sea sujeto de un cuidadoso escrutinio, que tenga como base, simple y llanamente el sentido común y la lógica. Es evidente que existen cuestiones tecnológicas que escapan de nuestro entendimiento por la compleja urdimbre que las lleva a existir, de modo que aprovecharlas no necesariamente implica el que se conozcan a profundidad. Lo mismo sucede con cualquier aparato que se encuentra a nuestro alrededor y que usamos cotidianamente sin preocuparnos por la forma en la que fue fabricado ni mucho menos creado. Pero cuando nos adentramos en el terreno de los dogmas, entendiendo esto como aquel conocimiento que no puede ser cuestionado y se encuentra así, libre de toda duda, ya comenzamos a adentrarnos en un terreno particularmente escabroso.

Me cuesta mucho entender el significado de la física cuántica. Independientemente de no ser físico, para acercarme a este conocimiento, debo de tener claros conceptos como el Principio de Incertidumbre de Heisenberg, la Ecuación de Onda de Schrödinger y el Principio de Exclusión de Pauli, como mínimo. En efecto, habrá quienes consideren que esto es una exageración. No necesito conocer el lenguaje binario ni principios de programación para encender cualquier computadora y llenar una base de datos, elaborar una presentación de diapositivas o inclusive, escribir un texto como este. Las cosas se nos han facilitado en una forma sorprendente y la familiaridad con la que nos desenvolvemos resulta asombrosa, admirable, impresionante e inaudita. Hace apenas pocos años, no se podía imaginar lo que sucedería en esta época. Pero una cosa es encender un ordenador o contestar a una llamada por el teléfono celular y otra, sumergirnos en el ámbito de las creencias, no solamente teniendo como base un lenguaje extraño y rimbombante sino también, conceptos abstractos, vagos, indeterminados y por lo mismo, inaccesibles.

Me llena de incomodidad que me hablen de medicina y sanación cuántica. La revisión de una página electrónica cualquiera plantea una serie de mentiras que sorprenden por su flagrancia (valga la expresión). Establecen que se trata de un método teológico, es decir que está relacionado con un tipo de deidad y que, al mismo tiempo, consiste en una teoría física. Pero lo que sigue es peor. Se afirma que se trata de una medicina “mente-cuerpo” que se basa en la relación de las personas con el entorno, a través de una red energética vibratoria de cada individuo con el universo. Según esta teoría, en el todo, existe una armonía y un orden, tanto humano como el que se da en los animales, las plantas, en pocas palabras, las moléculas, que se encuentran en una especie de coherencia vibratoria (sic) que no es más que el orden vibratorio del universo. Entonces, si un organismo no se encuentra dentro de esa coherencia vibratoria, va a surgir la enfermedad. La sanación cuántica busca que se alcance una armonía que abarca lo físico, lo mental, lo espiritual y lo energético. Por supuesto, dentro de todo, el mecanismo de influencia se da a través del pensamiento y las emociones que, con vibraciones especiales, generarán un impacto en la salud.

Por supuesto van a existir personas con una sensibilidad especial y una alta capacidad de percibir estos procesos energéticos; y si bien estos podrán adquirir un adiestramiento para poder ejercer este tipo de curaciones, lo cierto es que siempre son necesarios cursos o diplomados que, con un costo no necesariamente barato o accesible, van a ir creando un círculo vicioso de aprovechamiento, donde siempre van a haber individuos que obtengan un beneficio económico no necesariamente despreciable.

Pero el colmo del ridículo se da cuando se habla de sanación cuántica angelical, con guías representados por ángeles y arcángeles que marcarán los lineamientos de las terapias. No menos impactante es la sanación aeónica, que tomando como base la radiación solar, puede “anclar” la energía y después, distribuirla con las manos, agujas de acupuntura, reiki, shiatsu, reflexología y un largo etcétera, llevados a cabo por supuesto, a través del sanador.

Se me hace muy difícil comprender el por qué, en pleno siglo XXI, existen este tipo de posturas; pero en efecto puedo imaginar que esto se da por la grave crisis de credibilidad que tiene la medicina en la actualidad. No basta con percibir el extraordinario logro de haber prolongado la expectativa de vida a más del doble, con respecto apenas al siglo pasado. Lo mismo puedo decir del surgimiento de analgésicos potentes que nos han hecho enfrentar al dolor con un mejor talante que el que tenían nuestros antepasados cercanos. La cirugía robótica es una realidad tan inobjetable en sus beneficios como maravillosa en sus posibilidades; pero resulta ofensivo que estos logros no se encuentren al alcance de las mayorías. Seguimos luchando contra la muerte por enfermedades potencialmente prevenibles y enfrentamos un grave proceso de deshumanización generalizada. Esto condiciona una especie de fractura por donde se introducen en una forma inexorable, las más inverosímiles formas de curaciones que representan una especie de salvavidas que se presentan ante un barco que se hunde.

Las alternativas para enfrentar estos fenómenos sociales son múltiples, pero ninguna será lo suficientemente efectiva si no se acompañan de un genuino deseo de solidaridad humana. Podremos alcanzar logros médicos inauditos, pero sin lo anterior, continuarán surgiendo con implacable presencia, un número indeterminado de pseudociencias como la medicina y la sanación cuánticas, dentro de muchas otras.

 

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