Si tuviera que sintetizar a un grado máximo el escenario de los últimos años, a propósito de lo que hoy se vive como una crisis humanitaria migratoria en las fronteras de México y los Estados Unidos, la describiría como una lucha intensa, una confrontación. Y al territorio mexicano, lo representaría como uno de los campos de batalla donde la guerra toma distintas intensidades y se libra en diferentes geografías.
A partir de 2019, Estados Unidos puso a México en el centro de su ofensiva para detener y medrar a las personas forzadas a salir de sus naciones de origen, que buscan trabajo, asilo y refugio en ese país y que no son bienvenidas a su territorio2. Todo tipo de amenazas, obstáculos, castigos y coerciones son dirigidos contra quienes han salido de sus tierras y se aferran a sobrevivir y abrirle una rendija a la posibilidad de futuro en el acto de migrar. Se trata de una gesta del capital y los estados nación contra los caminantes. Los migrantes libran las múltiples batallas de esta gesta fundmentalmente con el cuerpo. La cara no nombrada de la crisis humanitaria es la guerra.
Suele ubicarse al gobierno de Donald Trump como el que inició una gestión agresiva de las fronteras de Estados Unidos y una política antimigrante abiertamente de odio. En realidad, si nos atenemos a un análisis histórico en esta materia, la etapa Donald Trump es una más en la nueva guerra contra los pobres3. Habría que darle el crédito, no obstante, a Trump de haber hecho pública la declaración de guerra.
Desde abril de 2018, en el interior de Estados Unidos, una cruel maquinaria gubernamental contra los inmigrantes mexicanos y centroamericanos se ha establecido como resultado de la política de “Tolerancia Cero” de la administración Trump. En mayo de 2019, Estados Unidos exigió a México el endurecimiento de la contención de los migrantes centroamericanos, caribeñ̃os y africanos (…) recurrió́ a extorsiones arancelarias y lo obligó́ a desplegar su guardia nacional en su frontera con Guatemala.4
Como en toda guerra moderna hay detrás un escenario geo económico político: es inevitable remitirnos a los acuerdos económicos entre Estados Unidos, Canadá y los países de centroamérica, así como a la hegemonía económica de los Estados Unidos y a su carácter de consumidor de mano de obra barata migrante masiva durante los últimos 50 años. Las nuevas oleadas de migrantes centroamericanos que pasan en caravanas por México en los últimos diez años muestran dos cosas: uno, son personas danmificadas de una ofensiva del capital sobre sus territorios; y, dos, al margen de su voluntad férrea por llegar a Estados Unidos, para la gran mayoría de los casos significa una lucha contra la posibilidad de la muerte simbólica o física, repentina o lenta. Todos viven al filo de la muerte por el desgaste de sus fuerzas vitales y por la amenaza de no sobrevivir a sus condiciones de novida o a la búsqueda de ella a través del intento por llegar a los Estados Unidos.
La crisis humanitaria migratoria se gesta en el plano de la lucha del capital contra la vida. Sin embargo, existe también un conjunto de poblaciones migrantes huyendo de economías y proyectos políticos que fracasaron en su intento de mantenerse al margen del mando de los Estados Unidos y sus capitales: las personas de Cuba y Venezuela, acompañan en el campo de batalla al frente de centroamérica en su paso por México.
Para sugerir que una guerra se está librando a partir de lo que ocurre contra estas poblaciones nos hace falta más que advertir los efectos de una economía neo colonial sobre sus poblaciones, necesitamos obervar los campos de batalla, los frentes y las tácticas de la guerra, pero ello supera la dimensión de este texto. Tapachula es uno de los frentes de batalla del campo mexicano de una guerra asimétrica, visible por un lado en las tácticas de guerra de la gran maquinaria burocrática, militar y política que ha desplegado Estados Unidos contra los migrantes y, por otro lado, en las caravanas de migrantes que se acuerpan colectivamente para avanzar en el frente de batalla para dejar el sur de México y continuar con sus proyectos migratorios. El frente de Tapachula se hizo mayormente evidente desde que el gobierno mexicano aceptara abiertamente contener a las poblaciones migrando en caravana bajo la amenaza pública del gobierno de Donald Trump de imponer castigos arancelarios a sus productos de exportación —siendo Estados Unidos el principal destino de las exportaciones mexicanas. En ese frente, se encuentran varados en su proyecto de llegar algún día a Estados Unidos casi 6 mil migrantes, la mayoría provenientes de Honduras, Salvador, Guatemala, Venezuela y Cuba. Como reportan las organizaciones de ayuda y defensa a los migrantes, el caos que reina en el otorgamiento de protección humanitaria se convierte por la vía de los hechos en una forma de confinar a las personas en el espacio del territorio mexicano en esa ciudad por largos periodos de tiempo, no en balde los periodistas se han referido a Tapachula como una cárcel a cielo abierto. La faceta de protección legal del gobierno mexicano se topa con sus límites de recursos y las tácticas de la guerra que se libra con el cuerpo por parte de las personas que están dispuestas a inundar las calles, los albergues, los espacios públicos de la ciudad y aguantar el hambre y las penurias de domir en la interperie como respuestas ante las ofensivas de las que son sujetas. Mientras que las políticas de protección de refugio y asilo son la cara humanitaria de un objetivo de “migración segura y ordenada“, la incertidumbre legal, hacerlos esperar, construir un cerco policiaco para que no avancen, desentivarlos para que no se unan a las caravanas por medio de ofrecimientos express de visas humanitarias y así lograr disolver las caravanas sin la fuerza directa, forman parte de muchas de las tácticas de la guerra que se llevan a cabo en el frente.
Bajo esta óptica, las muertes de 53 migrantes abandonados por sus traficantes en un tráiler en San Antonio Texas el 27 de junio de 2022 , son bajas de una guerra en la que los perpetradores no son los actores que la comandan. Y por otro lado, así es como entiendo que las caravanas de migrantes son un acuerpamiento, una formación de escudo humano, a la manera de las tácticas de guerra que se libraban cuerpo a cuerpo en la edad media. La confrontación entre Estados y migrantes de poblaciones desposeidas y precarizadas es totalmente asimétrica.
1 La propuesta analítica de esta contribución puede encontrarse en: Cordero, B. L. y Pérez, S.A. (2020). Régimen de frontera norteamericano. Notas para entender el carácter de la violencia hacia los migrantes en México y Estados Unidos en Escarzaga et al. (eds.) Reflexiones sobre las violencias estatales en México y América Latina, México: UAM y Cordero Díaz, B. L., & Cabrera García, A. (2020). Aproximaciones críticas a las luchas de migrantes Latinoamericanos:: antagonismo, reproducción social de la vida y “excedencia” en arenas de confrontación global. Papeles De Trabajo. Centro De Estudios Interdisciplinarios En Etnolingüística Y Antropología Socio-Cultural, (32), 35–56. https://doi.org/10.35305/revista.v0i32.44
2 A finales de mayo del 2019 (8 junio 2019) Trump suspende los aranceles con los que había amenazado a México: qué se sabe del acuerdo migratorio alcanzado entre los dos países, BBC News Mundo https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-48565040.
3 Gledhill, J. (2016). La nueva guerra contra los pobres. Barcelona: Ediciones Bellaterra.
4 Cordero, B. (2021). Central American Caravans and Contesting Forms of Migrant Justice: Sovereignty, Violence and Confinement at Question en Grappi, G. (Ed.) Migration and the Contested Politics of Justice, pp 103-121. Londres: Routledge