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El niño, la niña y la oscilación del sur

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El Niño es uno de los eventos naturales que producen variaciones en el clima al que estamos acostumbrados. Con él se presentan variaciones en las condiciones de la temperatura del Océano Pacífico y variaciones en la atmósfera. Para los climatólogos, eventos como El Niño (o la Niña), si son suficientemente fuertes, les permiten hacer pronósticos no de unos días, sino de estaciones del año por venir: pronósticos de este verano, este invierno, ¡hasta de la primavera o verano del año próximo!

Posiblemente los primeros que observaron y sufrieron las consecuencias del fenómeno de El Niño fueron los pescadores de Perú y Ecuador. Al calentarse el mar en sus costas, se alejaban los peces, que viajaban a aguas más frías, con más nutrientes. Con ellos, también migraban las aves en busca de ese alimento. Eso acarreaba que disminuyera el guano, abono fundamental para sus cultivos. Se iniciaban además lluvias torrenciales. En síntesis, se veían venir épocas de hambre y desastres. Por cierto, ellos podían predecir la llegada de ese evento porque por tanta nubosidad, no podían ver unas estrellas (las pléyades)1. Ya con la colonización, y considerando que el evento se hace más evidente e intenso cercano a la Navidad, los mismos indígenas le denominaron El Niño.

En cuanto a la parte atmosférica, desde el siglo XVII en Australia, (¡del otro lado del mundo!) ya había científicos que habían observado que las graves sequías de la India y Australia eran casi simultáneas. En 1904, el matemático Gilbert Walker fue nombrado director general de observaciones en la India. Mediante un ejército de empleados en la India, pudo analizar los datos de presión atmosférica y observar patrones de valores que oscilaban (de altos a bajos), y que se correlacionaban con la ausencia o presencia de las lluvias. Él acuñó el término de Oscilación del Sur. Dadas las variaciones de presión (entre Australia y Tahití) esas oscilaciones permiten también medir la intensidad del fenómeno del Niño (mediante lo que se denomina Índice de Oscilación del Sur).

Fue hasta 1969 que el investigador norteamericano Jacob Bjerknes relacionó el calentamiento del Pacífico oriental (costas de Perú y Ecuador), con la Oscilación del Sur. De ahí se acuñó el término El Niño-Oscilación del Sur (ENOS o ENSO, por sus siglas en inglés).

Así, el ENOS es el resultado del calentamiento-enfriamiento cíclico de la superficie del océano en el Pacífico del Este, y cambios en la presión atmosférica, conocidos como Oscilación del Sur (como un “sube-baja” entre los extremos del Pacífico; figura 1). Estos cambios en la presión se asocian además con cambios en los patrones del viento que viene del Este (los vientos viajan usualmente de las altas a las bajas presiones). Cuando se da El Niño, esos vientos se debilitan (incluso han cambiado de dirección durante eventos muy fuertes), y cuando es La Niña se fortalecen.

Figura 1. Condiciones de temperatura y presiones (H: alta, L: baja) durante (a) El Niño, y (b) La Niña. (https://psl.noaa.gov/enso/mei/ ).
Figura 1.
Condiciones de temperatura y presiones (H: alta, L: baja) durante (a) El Niño, y (b) La Niña. (https://psl.noaa.gov/enso/mei/ ).

Se han establecido tres regiones en el océano (Niño 1+2, Niño 3, Niño 4; figura 2a) para detectar la fase en la que se encuentra el ENOS. Mediante miles de boyas, barcos y satélites diariamente se toman mediciones de temperatura en superficie (figura 2b) y a diferentes profundidades del océano. Se miden también la presión de superficie (oceánica y atmosférica), la velocidad y dirección del viento y la cubierta nubosa.

Figura 2a) Regiones de estudio para el fenómeno ENOS.
Figura 2a) Regiones de estudio para el fenómeno ENOS.

Debido a los efectos negativos en muchas regiones del planeta (sequías, inundaciones) que pueden provocar daños millonarios, esa inversión en tantos equipos de observación permite hacer alertas tempranas del ENOS, a fin de que se inicie la aplicación de medidas preventivas (en agricultura, en salud, o en las poblaciones costeras del Pacífico, por ejemplo). Cabe aclarar que hay muchos otros patrones en el océano y la atmósfera que provocan sequías o lluvias torrenciales, por lo que no se puede atribuir todas ellas al ENOS.

El ENOS es cíclico: está en fase caliente o Niño, en fase fría o Niña, o en fase neutra, pero no es periódico, ya puede darse cada dos a siete años; no necesariamente después de un evento El Niño se dará uno de la Niña, o viceversa. Puede durar entre 12 a 18 meses, aunque aún no se sabe qué dispara y qué detiene al fenómeno, por lo que nos guiamos por las evidencias: el calentamiento del océano y el debilitamiento de los vientos o cambios en la presión indican en qué fase estamos, y si ésta se está fortaleciendo o debilitando el evento.

Se presentó un fuerte Niño en 1982–1983, otro muy fuerte también desde 1997 hasta agosto de 1998, y el último gran evento fue de 2015 a 2016 (que la prensa norteamericana le llamó el Niño Gotzila). Por cierto, 2016 fue el año en que se presentaron las más altas temperaturas globales. La Organización Meteorológica Mundial2 considera que durante el periodo 2023–2027 ese récord se rebasará con un 98 por ciento de probabilidad.

Figura 2b) Situación de las anomalías de temperatura de la superficie del mar (SST, por sus siglas en inglés) del 4 de junio al 1 de julio, 2023. (https://www.cpc.ncep.noaa.gov/products/analy- sis_monitoring/lanina/enso_evolution-status-fcsts-web.pdf)
Figura 2b) Situación de las anomalías de temperatura de la superficie del mar (SST, por sus siglas en inglés) del 4 de junio al 1 de julio, 2023. (https://www.cpc.ncep.noaa.gov/products/analy- sis_monitoring/lanina/enso_evolution-status-fcsts-web.pdf)

Actualmente, nos encontramos en condiciones de El Niño que posiblemente se fortalezca. Las tres regiones de observación (figura 2a) se encuentran con temperaturas por encima de 0.5°C de lo normal; de hecho, la región N3.4 está 1.5°C más caliente desde el 4 junio, 2023 (figura 2b).

Los efectos de eventos como el Niño y la Niña son más directos en las regiones que ya mencionamos y que en provocan inundaciones en unos países mientras que simultáneamente en los otros provoca sequías intensas. Aun así, estos eventos perturban también al clima a escala casi global, alterando los patrones normales de lluvia y de temperatura en otras regiones más alejadas (como Centroamérica, México, Estados Unidos, Canadá, China, África, por ejemplo), con efectos e intensidades diferentes.  Por ejemplo, en México a El Niño lo asociamos a sequías regionales, mientras que en Argentina es La Niña la que provoca sequías severas.

Para el caso de México, en condiciones de El Niño es posible esperar más huracanes en el Pacífico (pero no necesariamente más tocarán tierra), y menos en el Atlántico (Golfo de México y el Caribe, en nuestro caso). En condiciones de La Niña, es posible esperar más huracanes en el Atlántico, pero tampoco es posible asegurar que más de ellos entrarán a tierra.

De fortalecerse este evento de El Niño, puede haber menos lluvia de la esperada en verano (particularmente en el centro y sur del país). Esto puede afectar seriamente a la agricultura de temporal, ciclo primavera-verano. Por el contrario, en el invierno 2023–2024 pueden darse mayores lluvias y también posibles temperaturas muy bajas, en especial en el norte del País. De llegar a ser esas lluvias muy intensas, sería necesario tomar medidas preventivas en contra de posibles inundaciones.

En la primavera de 2024 también sería posible esperar lluvias por debajo de lo normal (o que se retrase el inicio del periodo lluvioso), hasta que se debilite el evento y pueda desaparecer al finalizar el verano 2024. Esta condición en primavera puede poner en riesgo a la agricultura de temporal, y en general el suministro de agua en diferentes regiones del país. Asimismo, será importante prevenir los incendios forestales, dada las condiciones secas que pueden coincidir.

 

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1  Orlove, B., J. Chiang y M. Cane, 2004, “Etnoclimatología de los Andes”, Investigación y Ciencia 330: 77-85.

 

2   OMM; https://library.wmo.int/index.php?lvl=notice_display&id=22265

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