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Construyendo espacios públicos con los niños de La Bolsa del Diablo

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Niños de La Bolsa del Diablo. Cortesía: Re Genera Espacio
Niños de La Bolsa del Diablo. Cortesía: Re Genera Espacio

La Bolsa del Diablo es una calle localizada en el Barrio del Refugio y que forma parte del Centro Histórico de la ciudad de Puebla. El barrio se fundó en 1754 y desde entonces la calle recibe ese nombre debido a algunas actividades ilícitas como el robo y el contrabando que sucedían en las vecindades. Este referente negativo continuó por muchos años y se evidenció nuevamente en la década de los ochentas con el surgimiento de bandas delictivas juveniles que tuvieron influencia en diversas zonas de la ciudad.

Aunque ya han pasado más de treinta años de los enfrentamientos violentos entre las bandas, los vecinos reconocen que en el barrio aún ocurren “cosas no tan buenas” como el robo y la drogadicción, pero que también hay aspectos positivos como la solidaridad, el ánimo de permanecer en el barrio, de identificarse con su calle y de realizar actividades conjuntas como las fiestas patronales.

 

Antecedentes de trabajo en el sitio

 

Desde 2012, la Facultad de Arquitectura de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (FABUAP) y Re Genera Espacio (RGE) han realizado diversas acciones trabajando de manera conjunta con vecinos de los barrios de Santa Anita, San Antonio y El Refugio, en el sector norponiente del centro histórico de la ciudad de Puebla.

En el caso de La Bolsa del Diablo, el primer acercamiento sucedió en el verano de 2013, cuando se conoció a un grupo de vecinos que externaron su disponibilidad para conocer el trabajo de los universitarios y realizar actividades conjuntas.

En estos primeros acercamientos, destacó el entusiasmo de los niños, con edades entre los cinco y 12 años, que todos los días jugaban en la calle. Ellos fueron los que mostraron mayor interés por participar y solicitaron más actividades en el sitio.

Desde entonces, este trabajo ha tenido continuidad con talleres artísticos (dibujo, pintura, escultura, lectura), jornadas de limpieza, arreglo de fachadas, construcción de mobiliario, reparación de juegos infantiles y recuperación de espacios públicos.

Algunas de estas actividades se han realizado de manera conjunta con otros voluntarios y autoridades locales, como el proyecto Bolsa de Color. Esta intervención consistió en el mejoramiento de la imagen urbana de la calle a partir del trabajo de los vecinos, quienes pintaron sus fachadas con el apoyo de jóvenes universitarios, mientras que el ayuntamiento apoyó con la reparación de luminarias, calles, banquetas y mantenimiento de parques. Lo anterior sucedió en el marco del II Foro Latinoamericano de Estudiantes de Arquitectura que se realizó en la FABUAP en 2014.

Se ha colaborado con otras universidades, como sucedió con el proyecto de mobiliario infantil realizado con el Instituto de Diseño e Innovación Tecnológica (IDIT) de la Universidad Iberoamericana Puebla, la FABUAP y el Consejo Nacional de Estudiantes de Arquitectura en Puebla (CONEA). Este proyecto fue reconocido con una Mención Especial en el concurso “Innovación del Espacio Público en la Construcción del Derecho a la Ciudad Sedatu-Mextropoli 2016”, en una ceremonia en la Ciudad de México a donde acudieron los niños de La Bolsa a recoger el premio.

En algunos veranos se ha trabajado con otros niños del barrio, como los de la Calle de La Unión y los migrantes de las comunidades mazatecas de Oaxaca, que ocupan los patios de las vecindades como sus espacios de juego. Lo anterior ha permitido conocer distintas dinámicas de ocupación de sus espacios de recreación y convivencia.

Desde principios de 2017, ante la falta de opciones para satisfacer las deficiencias de equipamientos infantiles, la FABUAP y RGE trabajan con un grupo de vecinos del barrio en la habilitación de un lote baldío en lo que han definido conjuntamente como espacio público temporal.

 

Una posibilidad de nuevos espacios públicos:
la gestión temporal de espacios en desuso

 

En 2016, los niños de La Bolsa del Diablo externaron su inquietud por habilitar como cancha de futbol un terreno desocupado. Dicho espacio ya era utilizado como área de juegos: los menores entraban al lugar escalando la barda para jugar con la pelota, cargaban las bicicletas y se imaginaban el terreno como una pista de carreras, además de que construían refugios con materiales de desecho.

Se trata de un lote baldío de 500 metros cuadrados de superficie; hace muchos años fue una vecindad que colapsó en los sismos de 1985; actualmente solo conserva la barda de la fachada y un pequeño cuarto localizado junto a la entrada, el cual era utilizado por alcohólicos y drogadictos para resguardarse en la noche.

A principios de 2017, en compañía de algunos vecinos, platicamos con el administrador de la propiedad para solicitar el préstamo del terreno y habilitarlo como un área de juegos para los niños. Después de consultarlo con el propietario, se acordó el préstamo con la condición de que el resguardo temporal fuera por parte del grupo RGE, con el compromiso de utilizarlo para actividades recreativas y culturales, por lo que más adelante se realizaría un contrato de comodato anual que se podría renovar hasta por cinco años.

 

Remover escombros para imaginar nuevos espacios

 

Lo primero fue limpiar el terreno, ya que se encontraba lleno de piedras, escombro, maleza y basura. Había botellas rotas, colillas de cigarros, latas de aerosol, carteras, credenciales, mochilas y animales muertos. También se limpió y pintó el cuarto que está a la entrada; por decisión de los niños sería habilitado como biblioteca.

En esta etapa, con ayuda los vecinos se realizaron cinco jornadas de limpieza del terreno durante los fines de semana de los meses de febrero, marzo y abril. Al principio, las labores se realizaron por medios manuales, auxiliados con palas, picos, escobas y guantes, lo que implicó un desgastante esfuerzo físico. Afortunadamente, el ánimo de los niños nunca decayó y al final de una de las jornadas se realizó un trazo sencillo de la cancha. La última jornada se realizó por medios mecánicos, ya que gracias a una kermés organizada por los vecinos se juntó el dinero suficiente para la renta de una retroexcavadora.

A la par, en el verano se realizaron dos talleres de diseño participativo con los niños para conocer las necesidades de juego y espacios de convivencia, resaltando la inquietud de contar con la cancha de futbol, un espacio que sirviera como biblioteca y zona de estudio, así como áreas de escalar, parkour y juegos para los más pequeños. Como resultado de estos talleres, los jóvenes universitarios elaboraron un anteproyecto que fue retroalimentado con las opiniones de niños y las recomendaciones de sus papás.

 

Con una pequeña
ayuda de los amigos

 

Una ventaja para comenzar las actividades en el terreno fue que ya se contaba con un cuarto en regular estado que solo necesitaba limpieza y pintura. Esto nos permitió disponer de un espacio para realizar actividades como talleres artísticos y funciones de cine, además de albergar la biblioteca.

Se comenzó una campaña de colecta de libros, la cual tuvo buena difusión por redes sociales y permitió conformar cuatro acervos: uno para niños que están aprendiendo a leer, uno de literatura infantil y juvenil, otro de obras literarias clásicas y uno de consulta general.

Como parte del proceso de socialización del proyecto, con ayuda de dos artistas plásticas se realizó una dinámica donde los niños dibujaron sus huellas en el pavimento para indicar el acceso desde la calle. Además, se construyó mobiliario con materiales reutilizados como llantas, se resanó y pintó los muros, además de que se realizaron murales a base de trazos sencillos.

 

El nuevo espacio es nuestro, es de todos

 

Después de las jornadas de limpieza se contaba con un terreno mayormente despejado y donde se visualizaba el espacio suficiente para la cancha. El primer paso fue trazarla, habilitar las porterías con unas piedras y organizar juegos en equipos mixtos sin distinción de edades y géneros para enfatizar que se trataba de un espacio donde todos podían participar. Pero también era necesario mostrar la multifuncionalidad del espacio, para lo cual se organizó “El Chapuzón”, que consistió en la colocación de una alberca inflable para despedir el verano.

Desde entonces, en el terreno y el cuarto se han realizado más actividades, como funciones de cine, talleres y sesiones de trabajo entre niños y adultos, así como un concurso de disfraces en la temporada cercana al Día de Muertos y la partida de la rosca del Día de Reyes.

 

Ampliando las posibilidades de corto a mediano plazo

 

En palabras del grupo de voluntarios, este proyecto ha significado un aprendizaje donde se concretó un objetivo conjunto con un propietario y un grupo de vecinos para mejorar un espacio desocupado y que así ya no estuviera en el abandono. Se trata de una vinculación que pocas veces sucede y sin intervención de las autoridades.

Pero lo más importante es que la voluntad de un grupo de niños se está materializado gracias a su involucramiento en un proceso a corto y mediano plazo. Como menciona la doctora Adriana Hernández, coordinadora de RGE: Este proyecto nos demuestra que un espacio público temporal es posible, convirtiéndose en una estrategia viable que podría funcionar en los centros históricos para todos aquellos espacios que están en desuso.

Aún hay mucho trabajo por realizar en el terreno, ya que se deben remover varias toneladas de piedras o pensar en cómo reutilizarlas en el proyecto, además de reforzar algunas secciones de los grandes muros laterales. Para la cancha se requiere una nivelación con maquinaria y definir el tipo de superficie que permita el juego de los niños más pequeños sin que se lastimen al caer. El cuarto requiere algunas reparaciones, además de la readecuación del mobiliario para optimizar el espacio interior.

Los niños sienten la apropiación del espacio y consideran que pueden gestionarlo solos, pero la solicitud de los padres es que continúe el acompañamiento del grupo de trabajo en lo que se acuerdan otras posibilidades para la apertura y cierre diario del nuevo parque temporal.

Quedan por resolver varias situaciones relacionadas con el mejoramiento del espacio y la gestión de las actividades. Las etapas que sigan estarán relacionadas con el crecimiento de los niños, del paso de la infancia a la adolescencia en el caso de algunos, y de realizar una estrategia a largo plazo para el buen uso de los espacios públicos cuando el préstamo del terreno de La Bolsa concluya en algunos años.

 

En palabras de RGE:

 

Se requiere involucrar a más niños de otras calles y vecindades, de pensar en nuevas dinámicas que consideren la transición a la adolescencia de los niños con los que se comenzó el proyecto y de cómo incluir a sus hermanos menores. Además, se requiere diseñar estrategias para que también los adultos encuentren en este espacio una posibilidad para nuevas actividades.

 

Aunque se trate de un espacio temporal, las posibilidades son muchas. Tantas como las que los niños puedan imaginar, trabajando en conjunto con los universitarios, tal y como lo han hecho desde 2013.

La Cancha Biblioteca de La Bolsa del Diablo es el único proyecto mexicano que forma parte de la I Bienal Internacional de Educación en Arquitectura para la Infancia y Juventud que se realizará en Pontevedra (España) del 10 de mayo al 17 de junio de 2018.

Agradezco a Adriana Hernández, Bernardo Aco y César Rojas por su apoyo en el presente texto, a todo el equipo de Re Genera Espacio, y con especial aprecio a los niños de La Bolsa del Diablo por su apoyo en los testimonios y en la recopilación de evidencias.

 

 

 

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