El 2020 será recordado por la pandemia del Covid-19, más aun por habernos hecho entender que un virus puede paralizar al sistema. A mediados de año aún no sabemos cuándo acabará este confinamiento. Lo cierto es que han cambiado de un día para otro las relaciones sociales. De repente, todo se ha puesto en discusión, nuestras certezas, nuestra manera de pensar, entender y vivir esa vida sin límites que hasta hace unos meses parecía ser la normalidad de una sociedad que, en sus contradicciones, seguía sin frenos el camino del progreso y de la globalización.
La pandemia ha agudizado esa crisis de la sociedad neoliberal que muchos ya en México hemos vivido, interiorizado, y dado una respuesta contundente el 1 de julio de 2018. Además, a partir de la crisis del Covid-19 se han podido acelerar muchas de las acciones que se proponen como trascendentales en los cambios de la vida pública del país. Entre ellas, poner al centro la importancia de la salud para la población construyendo las bases para fortalecer un sistema sanitario totalmente abandonado en los últimos 30 años.
En este sentido, esta crisis ha permitido crear en nuestro país mecanismos para acelerar la capacidad de respuestas y de fortalezas para un sistema de salud público que cobije a toda la población mexicana. Es importante también señalar que muchas de estas acciones no han sido solamente prerrogativas de México, sino se han adoptado en otras partes del mundo en el que el dilema solidaridad vs condicionalidad es parte de un debate político diario que pone al centro de éste la ineficacia de las acciones que regularmente han sido las respuestas a las crisis, centradas más en socializar las pérdidas y beneficiar a unos pocos.
En realidad, esta crisis sin precedentes pone a la sociedad global, y no solamente a la mexicana, frente a los grandes dilemas si seguir con el mismo modelo de siempre o si es posible poder generar condiciones que permitan cambios sustanciales. Para muchos, poner al Producto Interior Bruto (PIB) como misura del bienestar ha llevado a la sociedad a un abismo en el que la fractura metabólica es tan evidente que en la relación hombre/naturaleza, esta última está respondiendo de manera contundente dejando al hombre sin alternativas. Por ello, se propone crecer solamente en aquellos sectores que permitan un beneficio social para la población en general y para el medio ambiente rompiendo dogmas y barreras culturales que parecían hasta hace unos meses insuperables.
Todo ello se da en medio de una infodemia que en todo el mundo quiere desprestigiar el trabajo que varios gobiernos están haciendo para combatir la pandemia del Covid-19.
La pandemia ahora y la pospandemia en unos meses (eso esperamos) exacerbará las tensiones políticas y sociales porque a una crisis económica, social y ambiental se tendrá que añadir en muchos países una crisis política. Todo dependerá de las respuestas que cada gobierno está dando. Sin embargo, la infodemia complicará mucho las cosas en aquellas situaciones en las que ya existe una diatriba fuerte entre diferentes sectores de la sociedad y en las que los nacionalismos de extrema derecha están creciendo de manera exponencial.
Pensar en una pospandemia implicará, por lo tanto, estar conscientes de las dificultades en que se encontrará una sociedad acostumbrada a resolverlo todo con el mercado. De esta manera, es fundamental encontrar las respuestas no de manera coyuntural sino entendiendo que esta pandemia bruscamente ha acelerado procesos que se venían dando desde hace décadas. De repente, se están resquebrajando certezas y estructuras que creíamos inmutables. La pandemia por lo tanto se vuelve el catalizador de la crisis de una globalización neoliberal que ha sido en muchas facetas sinónimo de destrucción ambiental y desigualdades.
Las respuestas a ello han sido diferentes y fragmentadas, sin embargo, muestran la manera en la que se está pensando al futuro de esta sociedad. Por lo tanto, también la manera de pensar y hacer política cambia, y se adapta a nuevos retos y desafíos que nuestra sociedad enfrenta. Por lo que, en el debate político quedan rezagados y sin argumentos los defensores de un neoliberalismo a oltranza que no logran situarse en este mundo cambiante.
Sin duda, uno de los resultados de la pospandemia será también le enorme crisis social que arrasará tanto en los países periféricos como en los centrales. Lo que apenas logramos ver como una simple crisis económica y de salud coyuntural corre el riesgo de transformarse en la crisis más profunda del sistema capitalista que puede dejar descobijados a millones de personas sobre todo en aquellos países en los que las estructuras de amortización social son débiles o no existen.
Las crisis históricamente han cambiado las estructuras de la sociedad y ha puesto en discusión el orden vigente. En momentos de pandemia han puesto en tensión también a la relación política-medicina. Por lo tanto, en una crisis como la de hoy, queda claro que pensar en la pos-pandemia no puede hacerse poniendo al mercado como solución, sino que el retorno al Estado se vuelve más que necesario. Entre las medidas que se han propuesto está la de la renta básica. En este sentido, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) ha señalado en varias ocasiones la necesidad de destinar parte del presupuesto a los más necesitados señalando la importancia de esta medida en un momento en el que tan solo en la región latinoamericana los pobres pasarán hasta 210 millones en 2020, es decir, con un aumento de casi 20 millones con respecto a 2019, y los pobres absolutos aumentarán unos 15 millones llegando casi a 83 millones durante este año.
La crisis del Covid-19 nos pone como sociedad frente a enormes retos. Saberlos enfrentar dependerá sobre todo de la voluntad política de los gobiernos, y aquellos que ponen al bienestar de las personas en primer lugar tendrán sin duda mayores posibilidades de enfrentarlos. Entre ellos, podemos señalar sin pelos en la lengua al gobierno mexicano.
Finalmente, esta crisis es también una oportunidad para repensar a nivel político, social y económico varias cosas en un contexto de tensión social sin precedentes y en el que, no hay que olvidarlo, los resultados de ello podrán ser a la vez de grandes cambios o de enormes retrocesos.
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