Al inicio del siglo XX los robots fueron concebidos, en el ámbito artístico, como parte de una obra de teatro del autor Karel Capek, donde estos personajes se encargaban de realizar el trabajo de forma perfecta, como siervos obedientes e incansables; justamente fue Capek quien utilizó la palabra robota, de origen checo, y que significa siervo. Más tarde, Isaac Asimov retoma el concepto, utilizando la palabra Robot, e incorpora estos personajes en sus novelas y más aún: formula las tres leyes de la robótica que establecen la obediencia de los robots y la importancia de que estos sistemas preserven la vida humana. La importancia y claridad de estas leyes es tal que, ahora que los robots se han vuelto una realidad, son las que rigen y seguirán rigiendo el comportamiento de los sistemas robóticos.
Por lo anterior, no es claro si fue la visión futurista de escritores como Asimov y Capek la que impulsó la creación y diseño de los robots o quizás fue la evolución tecnológica que demandaba una mayor productividad y mejor calidad, o probablemente fue una mezcla de ambas, pero lo que sí es claro es que los robots incursionaron en la industria a finales de 1960, y revolucionaron la forma de generar productos, caso específico de los vehículos, y su impacto fue notorio: en el número de productos, en la calidad de los productos, en el tiempo de desarrollo, en la minimización de fallas, etcétera. Los robots industriales surgieron como la herramienta apropiada para sustituir al trabajador humano en aquellas tareas donde el desempeño del hombre disminuía a lo largo de la jornada de trabajo, por cansancio, o en aquellos ambientes donde la seguridad del humano se veía comprometida.
En las últimas décadas del siglo XX la industria se benefició de la participación de los robots en sus procesos, y el uso de estos sistemas impulsó la creación y fabricación de nuevos productos, mismos que han acelerado el desarrollo económico de los distintos sectores (comunicaciones, trasporte, entretenimiento, etcétera) y los resultados han sido tan favorables que es por esa razón que los investigadores han enfocado sus esfuerzos en mejorar los primeros robots e incorporarles cada vez con más herramientas y estrategias que les permitan un mejor funcionamiento.
Del mismo modo, la creatividad de los ingenieros ha permitido que los robots salgan del ámbito industrial y que incursionen en otros sectores, como lo son las oficinas, las calles, los hospitales, etcétera, donde un sistema robótico se convierte en un excelente aliado del ser humano para generar un mayor confort en la vida diaria (robots de servicio), mayor seguridad (robots exploradores), brindar cuidados y apoyar diagnósticos (robots médicos).
Las nuevas generaciones han crecido, y continuarán creciendo, rodeados por los sistemas robóticos, y para ellos es natural convivir y aprovecharlos al máximo; los robots han dejado de ser estáticos y han adquirido distintas formas y funcionalidades y por eso se han vuelto parte integral del desarrollo de la humanidad.
Los avances tecnológicos en las áreas de ingeniería mecánica, en sensores y actuadores electrónicos, en la nanotecnología de materiales y en la programación de los dispositivos computacionales potenciarán la evolución de los sistemas robóticos, y por esa razón el siglo XXI será testigo de cómo estos sistemas alcanzan los niveles que propusieron los directores y escritores “futuristas” del siglo XX.
Los robots, que por definición son sistemas programables que pueden manipular objetos y realizar operaciones, seguirán siendo parte de nuestro entorno, y su uso liberará al ser humano de aquellas tareas donde, por nuestra naturaleza, el desempeño es inversamente proporcional al tiempo dedicado o donde nuestra integridad corre riesgos. Y el uso de estos sistemas nos dará la oportunidad, como seres humanos, de enfocar nuestros esfuerzos en tareas donde nuestras capacidades de razonamiento alcanzan niveles que difícilmente serán alcanzados por una máquina que ha sido creada por nosotros mismos.
El reto ahora es diseñar la próxima generación de robots, aquellos que resuelvan las necesidades que enfrentamos y que surgen por nuestra propia evolución; no nos extrañemos de que, en un futuro muy cercano, encontremos robots que, además de adoptar distintas formas biológicas, también nos ayuden a construir un mejor mundo.