La necesidad de cambiar la función del Banco Central

Los bancos centrales surgieron para financiar al gobierno y asegurar la estabilidad financiera. El contexto de globalización, y en especial la liberalización financiera, ha obligado a la mayoría de los bancos a cambiar sus objetivos, priorizando el objetivo de estabilidad de precios.

En nuestro país se dio autonomía al Banco Central en 1993, y empezó a operar en 1994. Su objetivo es asegurar el poder adquisitivo de la moneda. Ello es exigencia del capital financiero, el cual quiere la estabilidad de la moneda del país donde invierte. Como la economía nacional no tiene condiciones productivos para reducir la inflación, dicho objetivo se ha alcanzado a través de políticas restrictivas, y promoviendo entrada de capitales. Se trabaja con alta tasa de interés para encarecer el crédito y frenar la actividad económica, para evitar presiones de demanda sobre precios. A su vez, dicha tasa de interés atrae capitales para incrementar reservas internacionales y estabilizar el tipo de cambio, en la perspectiva de abaratar al dólar y así los productos importados, y con ello contribuir a bajar la inflación.

La autonomía del Banco Central le quitó el manejo de la política monetaria al gobierno; como resultado, éste no puede financiar su gasto deficitario con emisión de moneda. Así se ve obligado a trabajar con disciplina fiscal, subordinándose al objetivo de estabilidad monetaria-cambiaria del Banco Central, y si cae en déficit fiscal tiene que recurrir a deuda.

 

La disciplina fiscal se logra a través de restricciones del gasto público, que contraen demanda para evitar presiones sobre precios. La disminución de la inversión pública propicia entrada de capitales, ya que éstos vienen a invertir donde el gobierno deja de hacerlo (industria petrolera, minería, electricidad, infraestructura), lo que contribuye a la estabilidad del tipo de cambio, y a la reducción de la inflación. Ello ha llevado a reducir la participación del gobierno en la actividad económica, y a ampliar la de la cúpula empresarial en la economía, desatendiendo así el gobierno las demandas de crecimiento y empleo de la mayoría de la población.

Prácticamente todos los economistas le fijan al Banco Central el objetivo de reducción de la inflación, pero éste lo alcanza nuestro país a través de la política monetaria restrictiva, que contrae la actividad económica y promueve la entrada de capitales. Y para que ésta sea suficiente para financiar el desequilibrio del sector externo, y para aumentar reservas internacionales (necesario ello para estabilizar el tipo de cambio), el Gobernador del Banco de México, en todo discurso, insiste en que se aprueben más reformas estructurales para promover entrada de capitales, y así tener asegurado el mandato Constitucional que tiene la institución monetaria de reducir la inflación. Es decir, aparte de no tener política monetaria, fiscal y cambiaria a favor del crecimiento económico, se procede a acelerar el proceso de extranjerización de la economía, para mantener reducida la inflación a favor del sector financiero.

La entrada de capitales desalinea los precios relativos. Es decir, fortalece el peso y abarata el dólar, y el precio de los productos importados, para así bajar la inflación. Se reduce ésta, a cambio de afectar la competitividad de los productos nacionales, el ingreso de empresas, y su capacidad de reembolso de la deuda, así como el crecimiento económico. De tal forma, la reducción de la inflación así lograda pasa a actuar en detrimento de la estabilidad financiera y bancaria.

La estabilidad alcanzada por el Banco Central estimula prácticas especulativas que generan boom bursátiles, y expanden el crédito, ante expectativas optimistas que no se cumplen dadas las consecuencias derivadas de las políticas anti-inflacionarias instrumentadas, por lo que se termina en problemas de insolvencia y en inestabilidad financiera. Ello ha sido en gran medida por el hecho de que tales políticas de estabilización atentan sobre la competitividad y el crecimiento de demanda, lo que afecta las condiciones de acumulación en el sector productivo, pasando a ofrecer mejores opciones de inversión el sector financiero, generándose así el proceso de financierización que ha conducido a crisis financieras recurrentes. Al relegarse el crecimiento del ingreso de empresas e individuos, estos caen en sobre endeudamiento y en insolvencia, lo que evidencia que la reducción de la inflación alcanzada por los bancos centrales no logra la estabilidad financiera y bancaria buscada. A pesar de que el enfoque convencional señala que la inflación es la principal amenaza a la estabilidad financiera y bancaria, ha resultado lo contrario, debido a las políticas instrumentadas para reducir la inflación, que han atentado sobre el crecimiento y el ingreso de los deudores. Diferente es si se reduce la inflación a través del incremento de la productividad y de la producción, lo cual sí mejoraría el ingreso de empresas e individuos; esta situación no acontece en nuestro país.

El Banco Central no puede seguir priorizando la estabilidad del poder de compra de la moneda, ya que las políticas instrumentadas para ello atentan sobre el ingreso de empresas e individuos, como sobre el valor de los activos de las empresas, lo que genera problemas de insolvencia y de inestabilidad bancaria-financiera.

Considerando que la inflación no es un problema monetario, no le corresponde al Banco Central tener como principal objetivo la reducción de la inflación. Ello debe ser responsabilidad de toda la política económica, la cual debe encaminarse a reducir la inflación a través de incrementar la productividad y la producción, a fin de compatibilizar baja inflación con crecimiento económico y estabilidad bancaria-financiera. Para que el Banco Central cumpla la función de la estabilidad bancaria-financiera, tiene que contribuir a impulsar la actividad económica y el ingreso de empresas e individuos, para que éstos aseguren el reembolso de sus deudas, así como para valorizar los activos productivos y financieros de las empresas, permitiendo con ello garantizar sobre bases reales la estabilidad buscada. En tal perspectiva la política monetaria debe asegurar la liquidez necesaria para que se flexibilice la política fiscal a favor del incremento de la demanda, como para hacer posible el proceso productivo, y la realización de la producción. Ante problemas de insolvencia y recesión, el Banco Central debe actuar como prestamista de última instancia, no sólo garantizando la liquidez necesaria para mantener la dinámica económica, sino también trabajando con baja tasa de interés, y con un tipo de cambio competitivo (flexible en torno al diferencial de precios y de productividad entre México y EU), que asegure condiciones de ingreso a los productores nacionales, y trabajadores, para no caer en problemas de insolvencia, y en inestabilidad bancaria. La flexibilidad del tipo de cambio permitiría a la vez la flexibilidad de la política monetaria y fiscal.

El Banco Central y la Comisión Nacional Bancaria y de Valores deben regular y supervisar el funcionamiento del sector bancario-financiero a fin de establecer controles de crédito para favorecer la esfera productiva, y evitar prácticas especulativas que desquicien el sistema financiero.