No hago otra cosa que pensar en ti: los malvados químicos

En el límite para entregar el artículo, no hallaba tema; me dije, la musa ha “pasao” de mí, como la canción referida de Serrat, y se siguió de vacaciones… de Semana Santa. Entonces recordé un tema que he platicado varias veces con Miguel Ángel sobre la manera incorrecta en que se usa el termino “químicos” en todo tipo de productos, tanto en medios de comunicación como en el lenguaje cotidiano. Debía pedirle ayuda, ya que no es mi tema y, ¡uff!, aceptó ytuvo tiempo. La verdad es que Miguel piensa que, tratándose de la química, siempre hay tiempo, aun cuando este domingo sólo haya tenido 23 horas en vez de las 24 habituales por el incomprensible “horario de verano”.

Generalmente escuchamos de nuestros mayores que antes la comida era mejor, que no había tantas enfermedades cardiacas, diabetes, artritis, etc., “seguro se debe a tanto químico que le ponen a todo”, nos dicen. Sin embargo, la creencia, o el uso en este tono, de estos términos y otros tantos mencionados más abajo, es más general de lo que les gustaría a mis amigos químicos, incluido Miguel Ángel, desde luego. Sería tan absurdo como pensar que el desarrollo científico y tecnológico actual es también responsable de calamidades como contaminación, sobrepoblación, cambio climático, pobreza, etc., de hoy en día. Aunque es tentador, es —un poco— erróneo.

El problema con este tipo de enunciados es una contradicción muy básica, ya que toda la materia está hecha de átomos y moléculas (sustancias químicas, simples o complejas), de tal manera que cuando se trata de recomendar, por ejemplo, alimentos que no contengan “químicos” no tiene mucho sentido, ya que incluso el agua es una sustancia química. Por otro lado difunde la idea, incorrecta, de que los productos químicos son dañinos, y genera una imagen negativa a la de por sí vapuleada y poco apreciada Química, que por cierto, Miguel considera “la ciencia central”, aunque sobre esto también hemos tenido algunas conversaciones.

Los productos químicos son “cosas” que se pueden meter en botellas, agarrar o sostener en la mano, que se pueden respirar, tocar o ingerir. Algunas de estas  cosas son sustancias químicas individuales, como el agua pura,  el oxígeno o el plomo, mientras que otras son mezclas de productos químicos como la sangre, la gasolina, la leche, los autos, el mismo aire que nos rodea, entre millones de ejemplos.

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Los átomos individuales se combinan para producir los productos químicos. Cualquier cosa hecha de átomos puede ser llamado un producto químico. El mismo cuerpo humano tiene su fórmula química (http://wiki.answers.com/Q/What_is_the_chemical_formula_of_human_body). Si tuviéramos que ponerle un precio a un ser humano por su composición química, un individuo que pesara aproximadamente 70 kg no sobrepasaría los 25 mil pesos, siendo el componente más importante en masa el oxígeno (43 kg del total) y el más valioso por valor total el hidrógeno (8 mil 600 pesos, para apenas 7 kg). Y casi todo (99.99%) está formado por 15 elementos (C, O, H, N, Ca, P, K, S, Na, Cl, Mg, Fe); el imperceptible remanente son otros 39 elementos químicos, desde el Au hasta el U.

Debemos aclarar, por tanto, que si bien toda la materia está hecha de productos químicos, no todo lo que nos rodea es materia. Por ejemplo, las ondas de sonido y electromagnéticas. Sin embargo, incluso la luz o el sonido requieren de productos químicos para ser apreciados y detectados a veces. En el caso del arco iris, que no es una sustancia química en sí, pero que podemos admirar cuando la luz interacciona con las gotas de agua en el aire. Un hermoso ejemplo de lo que ocurre cuando la física y la química colaboran entre sí en la naturaleza. Es claro entonces que no tiene sentido decir que todos los “químicos” son malos. Aunque tal vez sí existan algunos.

Sólo algunos…

Quizá se refieran entonces a “algunos productos químicos son siempre malos”. Bueno esto puede ser un poco cierto, pero depende de la cantidad, concentración y contexto. El ejemplo más claro es el etanol. Una copita de mezcal no es lo mismo que dos, ni mucho menos que tres, cuatro o, ya entrados en penas, una botella completa. Tres margaritas son distintas a tres caballitos de tequila; dos refrescantes cervezas disfrutadas en la playa tienen efectos muy diferentes cuando se consumen en la alta montaña (niños, no intenten esto en casa). Bueno, hasta el agua en exceso puede ser mala. Aunque para un adulto sano se recomiendan tomar entre 1.8 y 2 litros diarios de agua para mantenerse hidratados, tomar de más puede ser mortal. Un consumo de más de 90 ml de agua por kilogramo de masa corporal (unos 6.2 litros para una persona de 70 kg), puede significar un 50% de probabilidades de muerte (dosis letal media).

Natural contra sintético

¿Entonces de lo que están hablando es de la peligrosidad de los productos químicos sintéticos? ¿Son malos todos los productos químicos artificiales? Esta idea de que lo “artificial” es peligroso, puede ser a lo que se refieren con el término “químicos”. En especial cuando se refieren a cuestiones ambientales o nutricionales; por ejemplo, se dice que la comida con químicos sintéticos (simplemente, ármese de valor y lea la etiqueta nutricional o los ingredientes de prácticamente cualquier producto alimenticio) tiene un menor valor nutricional que los alimentos “naturales u orgánicos”; y esto, se dice, es la causa principal de las enfermedades que hoy nos aquejan. Además, claro, del procesamiento al cuál sometemos a los alimentos en general (calentarlos en microondas, hervirlos en aceite, asarlos a las brasas, cocerlos en ollas de presión…todas acciones más propias de una sala de tortura que de una cocina).

Muchos afirman que detrás de las enfermedades modernas están los productos químicos artificiales adicionados a la comida. Sin embargo, no hay evidencia clara de tal cosa. No hay resultados concluyentes que establezcan que los productos sintéticos son más tóxicos o carcinógenos que los que son de origen natural. De hecho, esto no es posible. Las propiedades químicas y físicas entre una molécula sintética y una natural son imposibles de diferenciar: su composición y conectividad son únicas e indistinguibles. El metanol (CH3OH) producido de forma natural por la fermentación de azúcares por levaduras, no tiene ninguna diferencia con el producido en un reactor químico mediante la oxidación de metano (CH4) catalizada por metales como vanadio o molibdeno. Hoy en día podemos sintetizar biomoléculas complejas como aminoácidos, proteínas e incluso ácidos nucleicos (componentes esenciales de nuestra información genética), que son idénticas a las naturalmente producidas en los organismos vivos. En una rama de la química se dedican al diseño, la construcción y la síntesis de moléculas complejas, existentes —o no— en la naturaleza, a partir de sustancias químicas del laboratorio más simples. Las moléculas sintéticas que se producen en estos laboratorios son idénticas a las que se encuentran en la naturaleza.

Las propiedades de estos productos químicos son independientes de la manera en que se produjeron, de tal manera que si es bueno el producido en la naturaleza, lo será también el producido en el laboratorio. Por otro lado, sólo porque algo sea hecho en la naturaleza (“producto natural”), no significa que no sea perjudicial; unos ejemplos son las toxinas que producen el botulismo o el veneno de un escorpión, ambos productos naturales, y sólo porque un compuesto es sintetizado en un laboratorio no significa que no sea bueno, como los antibióticos o los materiales avanzados.

El poder de las palabras

Es importante reconocer la manera en que se utilizan las palabras; de repente algunas se ponen de moda, de forma positiva o negativa. La palabra “química” debería ser algo común, sin implicaciones inapropiadas, y sin darle tanto peso a su mala percepción (que no debiera tener).

Es importante que discutamos al respecto con nuestros familiares, con “nuestros mayores”, y que podamos platicarlo para disminuir la mala imagen de la química (quimifobia, que es el término mediante el cual nos referimos al “miedo a la química”); si analizamos la manera como se maneja la palabra “química” en los medios, seguro descubriremos que tratan de manipular la percepción pública para decir algo (no siempre de manera apropiada).

Existen otros términos químicos que son usados de manera incorrecta y muchas veces de forma irresponsable; ya vimos que  “sintético” está popularmente relacionado con algo no-natural, o hecho por el hombre, mientras que en el lenguaje de la química se refiere a aquello que se produce en el laboratorio, pero que puede existir en la naturaleza, aunque hay muchos ejemplos también de moléculas nuevas, creadas en el laboratorio y que nunca habían o hubieran existido en la naturaleza de no ser por la creatividad y el ingenio del ser humano. Otro término mal manejado es cuando nos referimos popularmente a lo “orgánico” (que en el lenguaje químico, se refiere a una sustancia formada principalmente por átomos de carbono e hidrógeno) como algo natural e inofensivo para la salud, libre de pesticidas o sin modificaciones genéticas.

Porque entre más conozcas sobre la ciencia del mundo que te rodea, mejor comprenderás sus fenómenos; piénsalo un poco como el proceso de enamoramiento: aunque muchos te digan cosas terribles —ciertas o falsas— de la persona amada, tú entre más llegas a conocerla, más encariñado estarás. Así pasa con la ingrata química. De hecho, la sensación de enamoramiento es también —tenía que serlo— nada más y nada menos que una cascada de reacciones químicas en nuestro cerebro. No hago otra cosa que pensar en ti, diría Miguel, terrible química, y se le ocurren tantas cosas que hacer con ella.

En los siguientes números, si Miguel me sigue ayudando, platicaremos de ellos.  Creo que Miguel no se negará a tal invitación, pues seguro vendrá acompañada por un café descafeinado, orgánico y servido en una taza hecha de celulosa reciclada, biodegradable, libre de químicos y malas prácticas capitalistas. ¡Salud!

Desde luego, con la colaboración de

Miguel Ángel Méndez Rojas [email protected]

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