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Desde siempre la religión ha estado ligada a la muerte. Los primeros actos religiosos de los que tenemos noticia son unas sepulturas en Jabel Qafzeh, en el actual Israel, obra de neandertales de hace 100 mil años, y otras en Shanidar, en el Kurdistán iraquí, de hace unos 80 mil años.
Los biólogos creen que para eludir a carnívoros y carroñeros o para evitar posibles enfermedades los homínidos propiciaron la invención de rituales funerarios. Sin duda. Pero hay más. Como ponen de relieve los enterramientos —también neandertales— de la caverna de Regourdou, en el sur de Francia, de hace unos 65 mil años, el componente social del ritual funerario ha sido —¡y todavía es!— cardinal. La muerte supone una ruptura en el tejido social; de suerte que la “herida” debe suturarse y cicatrizarse. En el enterramiento de Sungir (Rusia), de hace unos 28 mil años, junto al cadáver de un adulto y dos adolescentes se hallaron más de 10 mil cuentas de marfil de mamut, centenares de caninos de zorro, agujas, lanzas, pendientes y hasta esculturas de marfil. Los arqueólogos saben que adornos funerarios tan elaborados sirven para “ayudar” al muerto en su tránsito a una forma de vida no física.
No existe tradición religiosa que no tenga concepción sobre la muerte o que no haya especulado con un estado post mortem. Lo decía Bronsislaw Malinowski: el ritual funerario es el acto religioso por antonomasia. De los cuatro ritos de paso “universales” [nacimiento, edad adulta, matrimonio y muerte] es el que se mantiene en mejor estado de salud. Incluso a las secciones más secularizadas de la sociedad les resulta difícil no marcar este tránsito.
Grosso modo pueden distinguirse tres prácticas funerarias: el enterramiento, la momificación y la cremación. Esta última ha sido la hegemónica en las tradiciones de origen índico (hinduismo, budismo, jainismo, sikhismo), atestiguada ya hace 4 mil años, y está teniendo mucha aceptación en la sociedad moderna secular, en buena medida por el rechazo que produce la idea de la descomposición del cadáver.
Nota:
El sueño de Shitala. Viaje al mundo de las religiones, Kairós, Barcelona, 2011