En México, históricamente, el maíz ha estado presente en diferentes ámbitos de la vida del ser humano. Quizá con el que estemos más familiarizados es con su uso como alimento, pues de manera cotidiana consumimos tortillas, tamales, elotes, esquites, atoles y pinoles, solo por mencionar algunos de los más de 600 usos alimenticios listados en el libro Recetario Mexicano del Maíz. Sin embargo, el maíz también ha tenido un papel importante en otros aspectos, como el cultural. Baste señalar que entre las civilizaciones prehispánicas esta planta tuvo un papel crucial en los mitos de creación (como el consignado en el Popol Vuh, donde se señala que el hombre fue hecho con maíz) y fue representada por diferentes deidades. Incluso se concibieron diversas leyendas para explicar cómo es que este grano había llegado a los hombres (como la leyenda mexica de los Soles —traducida por Miguel León-Portilla—, en la que se narra el redescubrimiento del maíz por Quetzalcóatl). En la actualidad, en muchas regiones indígenas y mestizas de México, el maíz sigue teniendo un papel fundamental, evidenciado por los diferentes ritos que en torno a él se desarrollan (bendiciones de semillas, de milpas, de cosechas, etcétera) y en otras manifestaciones culturales en las cuales participa (elaboración de altares, de artesanías, adivinaciones, canciones, refranes, etcétera).
Quizá por esta omnipresencia del maíz en nuestras vidas es que poco nos hemos detenido a pensar sobre aspectos que aun cuando parecieran triviales, resultan de vital trascendencia para entenderlo y valorarlo aún más. Así, ¿se ha preguntado alguna vez qué son los maíces nativos, qué tan diversos son, cuántos tipos hay, para qué los emplean los campesinos que los cultivan y por qué es que los mantienen? En este texto se buscará dar respuesta a estas preguntas, haciendo referencia al estado de Puebla.
A nivel mundial, México ha sido reconocido como el centro de origen, diversificación y domesticación del maíz; ello debido a que es aquí donde se encuentra su pariente silvestre (el teocintle anual del Balsas), a que existe una de las mayores diversidades de la especie (la cual se mantiene bajo cultivo) y a que es donde se ha encontrado el mayor cúmulo de evidencias que explican su domesticación por el hombre. Para catalogar y dimensionar la magnitud de la diversidad del maíz en México se ha empleado el concepto de raza, el cual ha sido definido por el doctor Ortega-Paczka como un conjunto de poblaciones que ocupan un área ecológica específica y que además comparten diversas características en común, las cuales lo distinguen como grupo y permiten su diferenciación de otros conjuntos; tales características se transmiten fielmente de generación en generación. En México se reporta la existencia de entre 41 y 59 razas de maíz. En el estado de Puebla las principales son: Arrocillo Amarillo, Cónico (y su subraza Elotes Cónicos), Chalqueño (y su subraza Elotes Chalqueños), Cacahuacintle y Tuxpeño. También se encuentran Bolita, Pepitilla y Palomero Toluqueño, aunque no en sus formas más puras.
Otro nivel donde se puede percibir y estudiar la diversidad del maíz es el de poblaciones nativas. Para entender este concepto hay que recordar que una raza está integrada a su vez por diversas poblaciones, que son las coloquialmente llamadas ‘variedades criollas’, aunque un término más adecuado para referirse a ellas es el de poblaciones nativas. De acuerdo con el Grupo de Recursos Fitogenéticos del Colegio de Postgraduados Campus Puebla, desde una perspectiva agronómica, una población nativa es un conjunto de semillas, sembrado recurrentemente por un agricultor, durante periodos prolongados de tiempo, el cual se reproduce en un ambiente local y es el resultado de un proceso de selección empírica, dirigido por el agricultor, para adaptarlo a las condiciones naturales de su entorno productivo y para satisfacer sus necesidades de consumo. Para el agricultor, una población nativa es cada uno de los tipos de semilla que siembra, los cuales pueden diferenciarse entre sí por color de grano o algún otro atributo y a los cuales les llega a asignar un nombre específico.
¿Cuántas poblaciones nativas de maíz existen en México? No hay un dato preciso, pero partiendo de las estimaciones del doctor Alejandro Nadal de que 2 millones de agricultores utilizan este tipo de maíces en sus terrenos de cultivo y considerando nuestros hallazgos de que cada uno conserva y utiliza entre dos y tres poblaciones, potencialmente existen entre cuatro y seis millones de poblaciones nativas. Para el caso de Puebla, de acuerdo con el Censo Agrícola, Ganadero y Forestal 2007, había alrededor de 240 mil unidades de producción cultivando maíz, si 75 por ciento de ellas usa poblaciones nativas (cifras de INEGI, 2012), el número de éstas oscilaría entre 480 y 720 mil.
Los trabajos desarrollados en torno a los maíces nativos por el Grupo de Recursos Fitogenéticos del Colegio de Postgraduados Campus Puebla han revelado que el nivel de variación presente en la entidad es muy amplio. En una colecta hecha en 1997 en 15 mi-crorregiones (que abarcaron prácticamente todo el altiplano y parte de las sierras norte y nororiental), se obtuvieron más de 2 mil 500 poblaciones nativas de maíz. Un trabajo más detallado, conducido en 2007, permitió el acopio de poco más de 500 muestras de maíz nativo, únicamente en el distrito de Libres y el valle de Tehuacán. Los estudios hechos a partir de estos materiales revelaron una amplia gama de variación en cuanto a color de grano: blanco, azul, amarillo, rojo (estos tres en diversas tonalidades), salmón y pinto, siendo preponderantes las poblaciones de grano blanco. Paralelamente se encontraron diversos tipos de grano: palomero, dentado, cristalino o harinoso. Igualmente hubo diversidad para el tiempo que una población tarda en llegar a floración (precocidad), encontrándose desde maíces que lo hicieron en poco más de 60 o 70 días (ultraprecoces), hasta aquellos que tardaron más de 147 días (ultratardíos). La variabilidad también se manifestó en otras características, como altura de planta, número de hojas, dimensiones de la espiga y la mazorca y rendimiento de grano.
Es importante destacar que en todas las evaluaciones experimentales que se han conducido se han encontrado poblaciones nativas que igualan o superan el rendimiento de grano de las variedades mejoradas que se comercializan en cada región del estado. Igualmente notable ha sido el hecho de que esta superioridad se da también para otros usos, como la producción de elote, donde varios maíces nativos sobresalen en cuanto a cantidad y calidad; la producción de rastrojo (residuos de la planta que quedan después de cosechar el grano), donde se han encontrado poblaciones que conjuntan altos rendimientos de grano y rastrojo —el cual ha resultado de mejor digestibilidad que el de los maíces mejorados—; o la producción de totomoxtle (hojas modificadas que envuelven a la mazorca), en la que se han hallado poblaciones nativas que lo producen en cantidad y calidad. Estudios a nivel de composición química del grano han revelado que entre las semillas nativas existen materiales con altos contenidos de almidón, proteína, aceite y antocianinas. Todo esto evidencia que los programas de mejoramiento en esta especie deben tener un enfoque local o regional, sustentado en los maíces nativos.
Bien, pero ¿para qué le sirve al agricultor todo este abanico de variación? La respuesta es: para muchas cosas. Por ejemplo, para poder cultivar maíz en toda la gama de condiciones ambientales que se le presentan: si hay ambientes restrictivos, preferirá el uso de maíces precoces; si son más favorables, podrá usar maíces de ciclo más largo. Para preparar los diferentes platillos que consume: para las tortillas, optará por el maíz blanco o el azul; para los tamales, el blanco; para los atoles y el pinole, los azules o rojos; para el pozole, el cacahuacintle; para alimentar sus animales, el amarillo. Otras aplicaciones se dan en el plano artesanal (donde se emplea toda la gama de colores disponible) o el ceremonial (caso de los maíces rojos). En su conjunto, para el agricultor los maíces nativos cumplen estas funciones y otras más: semilla, forraje, medicina (los cabellitos del elote se utilizan como diurético), material para cercas, abono, combustible, etcétera, además de generadores de ingreso cuando hay excedentes. Con estos elementos es factible entender las razones que exponen los agricultores cuando se les pregunta por qué siguen utilizando semillas nativas: por su adaptación, rendimiento, aptitud para usos tradicionales y por tradición.
Por todo lo aquí expuesto debemos seguir fomentando el estudio, conservación y aprovechamiento de los maíces nativos en Puebla y reconocer la noble labor y arduo esfuerzo que día a día y a través de los años, los campesinos y sus familias han desarrollado para generar y mantener este invaluable recurso.