Elecciones mancilladas

El primer domingo del próximo mes de junio elegiremos al gobernador de Puebla para el periodo febrero 2017 a octubre 2018; son cinco los candidatos al cargo y dos las agrupaciones políticas que, en su afán de posicionarse de la plaza para tener mejor negociación en sus respectivos partidos, han hecho un uso desmedido de recursos económicos y ejercido presión sobre los órganos electorales. Los recurrentes excesos del Instituto Electoral del Estado de Puebla (IEE) en agravio de las candidatas Roxana Luna (PRD) y de Ana Teresa Aranda (candidata independiente) han sido las consideraciones expuestas ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación por parte del PRI y PRD para solicitar la remoción de cuatro consejeros electorales (La Jornada de Oriente 12/04/16)

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En las tres últimas elecciones de gobernador la participación ciudadana respecto a la Lista Nominal de electores (LN) ha sido de 55 por ciento o menos. En 2010 el PRI perdió siete puntos de la LN con relación a la misma elección de 1998, mismos puntos que ganó el PAN, además de otros seis puntos de la LN procedente del PRD, su aliado en 2010. En 12 años, el PAN ha ganado un punto de la LN cada año, y el PRI ha perdido medio punto de la LN cada año. En ambos casos, la conservación y ampliación de la base electoral se ha sustentado en el uso faccioso de los recursos públicos y en gastos de campaña que trascienden los topes de campaña.
p 12En 2016 hay tres candidaturas (Roxana Luna, Ana Teresa Aranda y Abraham Quiroz) a la gubernatura que le restan votos al PAN y que, en su conjunto, tienen uno de cada cinco preferencias de los ciudadanos poblanos, según las seis encuestas cara a cara realizadas en la entidad en este año y entregadas al IEEP para su conocimiento por las empresas que las aplicaron; a las coaliciones lideradas por el PAN y PRI le corresponden cuatro de cada cinco preferencias y la distancia entre ambos oscila entre seis y 11 puntos; es plausible que la distancia entre los punteros se cierre a dos o cuatro puntos de las preferencias efectivas del electorado, en particular si en la segunda mitad del periodo de campaña (mayo) continúan las descalificaciones mutuas de los punteros. En diciembre del año pasado Mitofsky realizó una encuesta nacional sobre las segundas opciones electorales, con base en ese ejercicio, los panistas transitarían al PRD como segunda opción y los perredistas hacia Morena; mutatis mutandi, una campaña negra entre punteros elevaría las preferencias hacia Morena y acercaría al PRI al líder y ubicaría a los comicios en Tribunales Electorales.
En elección de presidente de la República el comportamiento del voto en la entidad poblana es diferente al de los comicios locales. Entre los años 2000 y 2012 el PAN pasó de 27 por ciento de la LN a 16 por ciento, perdió casi un punto al año, y las coaliciones lideradas por el PRD pasaron de ocho puntos de la LN en 2000, a 22 puntos de la LN en 2012, crecieron en más de un punto en promedio anual: el PRI cayó de 25 a 22 puntos de la LN en esos años. En los últimos tres procesos federales de elección presidencial la participación ciudadana en la entidad poblana fue de 62 por ciento de la LN o menos, y para ganar hay que tener más de 20 puntos de la LN. De los tres principales organismos políticos contendientes, el PAN y el PRI han perdido posicionamiento electoral y el PRD ha ido al alza: los votos por casilla del PAN en 2000 fueron 143 y en 2012 bajaron a 95; el PRI tuvo 136 votos por casilla en 2000 y 127 en 2012; el PRD y coaligados tuvieron 41 votos en 2000 y 127 votos por casilla en 2012. Panistas y priistas quieren ubicarse por arriba de los 130 votos por casilla para ser competitivos en la elección presidencial de 2018.
Morena es un partido en formación, sus recursos materiales y financieros son escasos; su campaña electoral es de bajo perfil, su candidato a gobernador no es carismático ni popular y carece de un  discurso mediático. Aun así, se ubica tres veces por arriba del PRD y la preferencia de los poblanos hacia ese organismo electoral fue de 12 por ciento a principios del pasado mes de abril, según la encuesta publicada por el diario El Financiero (12/04/16). Mismo porcentaje que a nivel nacional le acredita Consulta Mitofsky en su encuesta del pasado mes de febrero.

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Esta última empresa aplicó una encuesta nacional sobre posicionamiento electoral de políticos los días 4-7 marzo del año en curso, consideró cuatro precandidaturas presidenciables por el PRI (Miguel Ángel Osorio Chong; Manlio Fabio Beltrones; Luis Videgaray y Eruviel Ávila); dos del PAN (Rafael Moreno Valle y Margarita Zavala), una por el PRD (Miguel Ángel Mancera); una por Morena (Andrés Manuel López Obrador), y una candidatura independiente (Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón, el Bronco). De las ocho opciones posibles formadas con esas precandidaturas, Andrés Manuel López Obrador ganó en cuatro (está por arriba de Luis Videgaray y Rafael Moreno; de Luis Videgaray y Margarita Zavala; de Manlio Fabio Beltrones y Rafael Moreno, y de Erubiel Ávila y Rafael Moreno); en las otras cuatro opciones quedó en segunda posición (le ganó Margarita Zavala cuando las candidaturas del PRI fueron Erubiel Ávila y Manlio Fabio Beltrones, también le ganó Osorio Chong cuando las candidaturas del PAN fueron Rafael Moreno y Margarita Zavala) (www.mitofsky.com.mx). Un personaje carismático que por tercera ocasión sería precandidato presidencial tiene un registro de preferencia electoral que duplica al de Morena, quizá por ese posicionamiento del tabasqueño el PRD fue fracturado al integrarlo al Pacto por México y al cohabitar con el PAN en elecciones locales. La ciudad de México es una entidad con 7.5 millones de ciudadanos en Lista Nominal de electores y las preferencias electorales de su actual Jefe de Gobierno equivale a la mitad de las preferencias que actualmente registra López Obrador.

Es mayoría absoluta la ciudadanía que no milita ni simpatiza con los partidos políticos: les generan desconfianza; también las instituciones de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial están desvalorizadas, sin legitimidad ni credibilidad. De ahí la necesidad de postular candidatos a cargos de elección popular que aparte de ser conocidos, tengan credibilidad y aporten sufragios nuevos a sus organizaciones políticas. En el PAN hay al menos cuatro aspirantes a la candidatura presidencial de 2018, dos son gobernadores (Puebla y Guanajuato), otro dirige ese instituto político y otra fue primera dama: respectivamente son Rafael Moreno, Miguel Márquez, Ricardo Anaya y Margarita Zavala. El posicionamiento nacional del pasado mes de marzo ubicó a Margarita Zavala con 24.9 por ciento de las preferencias de los panistas y a Ricardo Moreno con 6.5 por ciento: entre los ciudadanos, los porcentajes respectivos fueron 54.1 y 8.8. Rafael Moreno Valle es el aspirante peor posicionado del PAN (Consulta Mitofsky), eso no lo desanima a renunciar a su derecho de ser postulado, al contrario, lo obceca a ganar Puebla a cualquier precio, atropellando derechos humanos; criminalizando la protesta social; manipulando organismos políticos y electorales e hipotecando las finanzas del estado.

Desde hace dos años la desaprobación de la gestión de Enrique Peña Nieto supera su aprobación, lo mismo se observa con los gobernadores y presidentes municipales. Hay un hartazgo colectivo que pasivamente clama por un cambio de rumbo, otras formas de hacer política y de gobernar que garanticen una mejor calidad de vida para todos, y no el enriquecimiento súbito e inexplicable de funcionarios públicos y una sobreexplotación desmedida e incontrolable del capitalismo. Candidaturas que parezcan o sean el cambio esperado hacen renacer la esperanza de una vida mejor, que tiene sentido el sufragio, que no todo está perdido, que aún hay posibilidades; esas renacidas ilusiones cobijan y potencian el posicionamiento electoral de ese tipo de opciones. Dos años es demasiado tiempo para pronosticar un escenario electoral, de lo que no hay duda es que el contexto es cada vez más desfavorable al partido en el poder: la economía crece lentamente y la distribución del ingreso es cada vez más regresiva; la pobreza aumenta y el poder adquisitivo del salario languidece; hay serios y progresivos problemas con la balanza de cuenta corriente (no hay divisas para importar) y la deuda pública crece sin que haya incremento en la formación bruta de capital ni efectos multiplicadores en la creación de empleo. Puede haber un voto de castigo y, si ese es un posible escenario, candidaturas autoritarias y represivas no tienen pertinencia, y la esperanza, en cambio, puede reverdecer.

 

 

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