El químico abandonado

Con este título más de uno habrá pensado que hablaría de un químico abandonado por su mujer o su novia, pero más bien lo que me trae a escribir estas líneas es plantear una reflexión sobre lo que es la química, lo que hace un químico y cómo es que muchos químicos abandonan el trabajo experimental en química.

“Artefuego, 2014”. Consultado el 27 de noviembre de 2015 en: http://3.bp.blogspot.com/- ifCbtoiJUKU/UBGRqTajZ7I/AAAAAAAAAPU/w5zneZNKhrU/s16 00/aurora-6.jpg)

“Artefuego, 2014”. Consultado el 27 de noviembre de 2015 en: http://3.bp.blogspot.com/- ifCbtoiJUKU/UBGRqTajZ7I/AAAAAAAAAPU/w5zneZNKhrU/s16 00/aurora-6.jpg)

Con todo respeto para mis amigos “químicos teóricos” (que no es lo mismo que decir “en teoría químicos”), la química es una ciencia netamente experimental en la que el químico transforma, queriendo o sin querer, unas sustancias en otras.

Esta definición tan amplia y tan personal de la química nos mete a todos en el mismo costal… ¡Y sin embargo es cierta! Todo el tiempo vamos haciendo química. Cuando le ponemos gasolina al auto y lo encendemos estamos usando un reactor de cuatro tiempos que transforma el combustible en energía cinética y ésta hace que el auto se mueva. Cuando comemos y mezclamos alimentos en nuestro estómago hacemos química…, y cuando respiramos y caminamos y…, también estamos haciendo química. Y por supuesto los animales y las plantas también hacen química.

Como producto de nuestro metabolismo, a veces transformamos sustancias simples en complejas, y otras veces transformamos sustancias complejas en simples; todo ello casi siempre de manera inconsciente y automática, porque la evolución de las especies nos ha convertido en portentosas biomáquinas capaces de realizar funciones biológicas que nos mantienen en la cima de la cadena alimenticia. Pero hay otra forma de hacer química, una forma más racional y relativamente más dirigida a obtener compuestos químicos, que más tarde o más temprano nos servirán o nos perjudicarán, dependiendo del uso o del abuso que les demos.

Para hacer química “los químicos profesionales mexicanos” nos preparamos estudiando —al igual que muchos otros científicos—, durante 18 años (preescolar, primaria, secundaria, bachillerato y licenciatura), más otros seis (maestría y doctorado) o incluso uno o dos años más de posdoctorado: Cerca de 25 años de estudio o más.

Durante ese tiempo aprendemos las técnicas básicas para preparar (sintetizar y purificar) y reconocer (caracterizar) las propiedades físicas y químicas de los productos obtenidos, mediante equipos más o menos sofisticados. Al mismo tiempo recibimos una preparación para comunicar nuestros resultados en forma verbal y/o escrita a nuestros colegas y, en el mejor de los casos, también a gente no especializada en la química. Para ello asistimos a reuniones científicas y solicitamos la publicación de nuestro trabajo de investigación a revistas científicas.

Lograr una publicación no es tarea fácil para un investigador científico; un comité normalmente constituido de tres investigadores de alto nivel de todo el mundo se encarga de calificarlo: si es un trabajo que alcanza los estándares de calidad de una revista dada entonces será aceptado y si no, rechazado. A menudo hay una tercera opción que es la de solicitar al autor más trabajo de caracterización de su material, mayores explicaciones de sus resultados o incluso mejorar su lenguaje escrito, cuando éste no es su idioma nativo.

Al final todo su trabajo es tasado y en función de su productividad recibe un pago y otros estímulos económicos locales, estatales y/o federales; como por ejemplo, los otorgados por el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), una institución nacional que estimula el trabajo de nuestros científicos de primer nivel: ¡Para muchos químicos científicos y tecnólogos mexicanos (y para muchos estudiantes, incluso de licenciatura), ingresar al SNI es la gran meta a alcanzar!

¡Uff!, después de un tiempo para respirar y para entender lo que es el trabajo de investigación, el ciudadano de a pie muchas veces refuerza su opinión de que los científicos estamos locos… ¡Y algunos en verdad lo están o lo estamos! Habiendo planteado este panorama del trabajo de investigación vale la pena preguntar: ¿aparte de la compensación económica que un científico pudiera recibir, hay algo más que le estimule a hacer su trabajo de investigación?

La respuesta puede ser sencilla en muchos casos: Los científicos como cualquier mortal necesitamos del reconocimiento social, de la fama, del halago a nuestro trabajo; esperamos respeto por parte de nuestros compañeros y colegas e incluso, en sueños… ¡Un científico secretamente pretende trascender a esta vida terrenal!

Los químicos científicos, como otros científicos más, tenemos la gran ventaja de gozar nuestro trabajo de investigación. Eso hace que nuestra actividad profesional sea no sólo más llevadera, sino incluso más excitante que otros trabajos. Y sin embargo al mismo tiempo también es más estresante porque la investigación científica es una carrera mundial por ver quién hace primero un compuesto, quién lo aplica, quién lo hace más fácil y/o a menor costo: Una carrera mundial que se corre a veces a tientas y a locas, en la que la contienda no es pareja, pues en otras partes del mundo hay centros de investigación con mucha más infraestructura y más recursos financieros y con más facilidades políticas y sociales para investigar.

¡Buenos químicos científicos, buenas acciones!, buscando siempre sintetizar nuevos materiales que más tarde o más temprano se constituirán en un nuevo fármaco activo contra alguna enfermedad emergente o que tendrá aplicación en algún campo de la ciencia o de la técnica. Por supuesto que también hay químicos científicos malos o tramposos de los cuales es mejor no hablar —al menos por el momento.

Como se puede apreciar, el trabajo de un químico científico no es sencillo. Hay que presentar proyectos e informes y dirigir el trabajo de los estudiantes y discutir el trabajo con los colaboradores; evaluar proyectos, escribir libros y todo lo que más pueda y sus gustos e intereses le permitan. ¡Para allegarse de financiamiento para su trabajo de investigación, el químico científico debe presentar resultados muchas veces antes de recibir algún apoyo!

Y cuando ya tiene el apoyo y ya tiene la experiencia para investigar, entonces la parte de trabajo de administración, la de organización, la de difusión de sus resultados y la de dirección de su equipo de trabajo empieza a absorberlo tanto que poco a poco va dejando de meterse al laboratorio, de enfundarse su bata para echar a andar con sus propias manos una reacción química: ¡Qué lindo es ver cómo reacciona un compuesto con otros, cómo cambia de color, cómo precipita, cómo burbujea algún gas que se desprende o cómo cristaliza al evaporarse el disolvente!

En cierto punto de su carrera, el químico científico ya no mezcla, no calienta, no destila, no purifica, no calcula y no caracteriza por sí mismo sus productos. Se ha vuelto simplemente un proveedor de sus estudiantes y vive la química a través de ellos.

Así que esta vez, camino a casa, me pregunto: Química, ¿por qué me has abandonado? Y quizá desde el fondo de algún matraz, una sustancia maravillosa que está siendo obtenida por alguno de mis estudiantes, me estará reclamando: “Calla, químico en jefe, no he hecho tal cosa: si pasas mañana por el laboratorio te estaré esperando para decirte: No soy yo, más bien tú eres el que me tiene aquí abandonada”.

Y con esta emoción llego a casa y antes de dormir me prometo: ¡Mañana llegaré temprano al trabajo y ya sea en el laboratorio o en la oficina, pondré aunque sea una reacción química de esas que ya me sé y que me salen tan bien: Pondré en la tostadora una pieza de pan tantas veces o tanto tiempo, que al quemarse el pan obtendré nanopartículas de carbono que alguna utilidad tendrán!

 

Una nanopartícula es una porción de materia de diámetro comprendido entre 1 y 999 nm. Un nanométro, 1 nm = 1×10-9 m = 0.000000001 m (M. Quinten. “Optical Properties of Nanoparticle Systems: Mie and Beyond”. Weinheim: Wiley-VCH, 2010).

 

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