Medicina y Ciencia

En el devenir del ser humano siempre han existido en la comunidad personas que se han encargado de asistir y proporcionar distintos remedios o tratamientos a quien enferma. Si bien, en un inicio correspondió a los chamanes, curanderos y demás jugar este rol, con el advenimiento de nuevos conocimientos y dilucidando las causas de las distintas enfermedades pasamos de una medicina pre-científica hacia una basada en el conocimiento científico, la denominada medicina alopática.

Si bien existen muchas medicinas denominadas alternativas ninguna de ellas pasa las pruebas de factibilidad respecto a que sus “posibles efectos terapéuticos” no se deban al denominado efecto placebo, esto es de las actitudes psicológicas y de las expectativas que se tengan respecto de las habilidades de quien proporciona el tratamiento. Investigaciones recientes han mostrado claramente que hasta un 33 por ciento del efecto terapéutico de cualquier maniobra se debe al efecto placebo, desde luego eso incluye a la medicina alopática. Con base en estas observaciones, recientemente los Institutos Nacionales de Salud (NIH, de sus siglas en inglés) determinaron que la medicina homeopática, la otra con una larga tradición en el mundo occidental, solo aportaba agua y un poco de alcohol, por lo que debe ser explícito esto en las etiquetas de todos los medicamentos homeopáticos, ya que sus posibles efectos terapéuticos se deben exclusivamente a su efecto placebo.

Para el caso de la medicina alopática se siguen protocolos rigurosos para tener nuevas opciones terapéuticas, esto es, que se pondere el efecto placebo debido a que el paciente, al creer en las capacidades y conocimientos del médico o su sucedáneo como chamán o curandero para curar ejercen un efecto en la unidad cerebro-mente del paciente que lo hace mejorar. Las preguntas obligadas serían: ¿a qué se debe el efecto placebo? y ¿por qué nos hace mejorar?

Mediante el empleo de técnicas que obtienen imágenes cerebrales a través de la resonancia magnética funcional es posible determinar qué áreas cerebrales se activan al aplicar alguna maniobra terapéutica activando áreas específicas relacionadas con las emociones. Estos estudios también muestran que una atención adecuada por parte del médico lo hace a uno sentir mejor, menos incapacitado, menos tenso, y más esperanzado que las maniobras indicadas tendrán un efecto, a esto como ya dijimos se le denomina efecto placebo. De hecho, recientemente, un grupo de investigadores alemanes liderados por el doctor Paul Enck han mostrado que al administrar un analgésico potente por vía endovenosa (del grupo de los opioides como la morfina), su efecto sobre el dolor varía si lo administra una máquina de infusión o si se administra en presencia del médico, siendo los efectos más potentes y más duraderos cuando está presente el médico. En otro estudio se ha mostrado que en cirugías simuladas en pacientes aquejados de molestias en la rodilla y dolor. Estos pacientes eran anestesiados, se les hizo una incisión y se suturó la herida, sin hacer un procedimiento adicional, después de esta maniobra se obtienen mejorías que disminuyeron significativamente el dolor hasta en un 50 por ciento de los pacientes. Algo más sorprendente es la mejora que se obtuvo en un grupo de pacientes que mostraban molestias físicas en alguna parte de su cuerpo y a las que se les menciona que estarían bien en unos días, se obtuvo hasta un 64 por ciento de mejoría dos semanas después: mientras que tan solo se obtuvo un 39 por ciento cuando el médico les comunicaba que no estaba seguro de por qué estaba enfermo. Por consiguiente, el éxito de una intervención puede depender de las habilidades de comunicación del médico y su capacidad para establecer un fuerte vínculo de confianza con su paciente. Se ha podido mostrar que simplemente al entrar a un hospital y al detectar su olor característico se pueden tener respuestas condicionadas, como las de los perros de Pavlov, asociadas a experiencias previas como puede ser la sensación de náuseas en pacientes que han recibido quimioterapia, o inclusive el aumento de las respuestas inmunes cuando previamente se ha recibido una vacuna.

Estos resultados muestran que el factor psicológico y las expectativas del paciente juegan un rol fundamental en los efectos que se pueden obtener de los distintos tratamientos. Es por eso primordial que se escuche al paciente con atención, se le explique el origen de su dolencia y el porqué del tratamiento, esto se adicionará a los efectos reportados de cómo actúa la droga, el procedimiento quirúrgico o lo que se requiera. El respeto a quién le aqueja una enfermedad es fundamental, así como el ser ético y probo para garantizar que al ofrecer la mejor opción para curarlo disponible aliviará al paciente.

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