El destino de Kepler: el hombre que descifró el lenguaje de los planetas

Ganadora del primer lugar del concurso de mini ensayo “Kepler: armonía y revolución”, en la categoría juvenil.

 

«Yo que medí los cielos, mediré ahora las sombras de la Tierra. Mi espíritu al cielo fue, aquí sólo yace la sombra de mi cuerpo»  Epitafio de Johannes Kepler

 

 

Mirar al cielo en 1577 y presenciar un espectáculo nocturno cuya protagonista era una esfera de luz surcando el paisaje, dejando una pincelada de gas y polvo a su paso, fue para el pequeño Johannes Kepler el comienzo de toda una vida dedicada a la observación del cosmos.

Johannes Kepler (1571-1630) fue un astrónomo y matemático que tuvo un papel crucial en la Revolución Científica. Nacido en Alemania y proveniente de una familia protestante, le fue inculcada por sus padres la pasión por la astronomía desde la infancia. Tanto su vida como su obra científica estuvieron repletas de una cualidad: movimiento.

Este ensayo tiene el propósito de ofrecer una perspectiva fresca sobre la vida y trabajo de Johannes Kepler. Y a su vez, hacer un análisis sobre los aspectos que influyen en la ciencia y los obstáculos que han tenido que superar los científicos a lo largo de la historia para lograr sus descubrimientos.

La vida del astrónomo no fue fácil, estuvo rodeada de obstáculos familiares, políticos, sociales y de salud. A la edad de tres años enfermó de viruela, lo cual afectó severamente su vista. Pero, en contra de todo pronóstico, se convirtió en astrónomo y observaba con gran habilidad los astros, aun cuando en esa época no existían los telescopios no eran comunes, en su lugar se usaban astrolabios.

Lo que comenzó para Kepler como una educación para convertirse en sacerdote, rápidamente se convirtió en una búsqueda incesante de conocimiento que lo catapultaría hacia formar parte de la élite de astrónomos de la época; todo debido a que, durante sus estudios matemáticos, y como si se tratara del destino, conoció al que sería su mentor, Michael Maestlin, quien lo instruyó en la teoría heliocéntrica de Copérnico, tema que aún era debatido y de cierta manera, ilegal.

Kepler comenzó su carrera científica en una época complicada para la ciencia, el siglo XVI, donde el misticismo prevalecía en todo el mundo y, a pesar de que las primeras raíces de lo que en el futuro se llamaría pensamiento científico ya comenzaban a surgir, aún se consideraba que el movimiento de los planetas seguía órdenes divinas.

El matemático, si bien era religioso, prefería pensar que Dios había creado el universo basado en un orden lógico y simétrico, lo que lo impulsó a desvelar aquel orden, comenzando a trazar modelos del sistema solar con poliedros, círculos o triángulos.

También encontró en su vida uno de los obstáculos que han enfrentado los grandes científicos en cualquier época: las guerras y las persecuciones políticas, cuyo poder de detener el avance científico se ve limitado por la gran labor y perseverancia de los científicos.

En 1600 debió dejar Austria por la persecución hacia los protestantes, orden del archiduque Fernando. Debido a esto, sin nada que perder y trazando su destino, se dirigió a Praga, aceptando la invitación de Tycho Brahe, quien fue uno de los mejores observadores astronómicos. Los biógrafos han descrito su relación como una enemistad que trabajaba junta solo por su mutua necesidad. Se dice que sin los datos precisos de Tycho Brahe, Kepler nunca hubiera tenido éxito; y sin la precisión matemática de Kepler, Tycho jamás hubiera conseguido completar sus tablas.

Tycho le encomendó a Kepler una misión: resolver la misteriosa órbita de Marte; lamentablemente, Tycho murió en 1602 y, en su último aliento, le pidió a Kepler que nada fuera en vano. A pesar de su enemistad, Johannes quiso cumplir la voluntad de su compañero y completó las tablas astronómicas encomendadas, aunque se demoraría otras más de dos décadas en publicarlas. Por lo mientras, en 1602 ocupó el puesto de su compañero como matemático imperial y consejero astronómico de Rodolfo II. En el contexto de la época, la astronomía y la astrología no se habían divorciado del todo, por ello, era normal que los astrónomos fungieran como “consejeros” basándose en observaciones astronómicas.

Al contar con toda la extensión de los datos observacionales del ya fallecido Brahe, siempre receloso con su información, descubrió que su teoría sobre los círculos estaba equivocada y encontró la figura geométrica indicada que encajaba perfectamente con las observaciones del movimiento de los planetas, la elipse. Fue como encontrar la llave correcta para abrir la puerta, logró construir con esa base las primeras dos de sus famosas leyes. Años más tarde, en 1609, dio en el clavo con la tercera ley: “El cuadrado de los períodos de la órbita de los cuerpos celestes guarda proporción con el cubo de la distancia que hay respecto al Sol.”.

Cuando los griegos miraban al cielo, notaban que algunos cuerpos celestes no se quedaban estáticos como otros (las estrellas), sino que iban de un lugar a otro, sin un punto fijo, como errantes, por lo que hoy se les sigue conociendo como planetas.

Hasta cierto punto podemos comparar a Kepler con un errante, él tampoco se quedaba en un lugar por mucho tiempo, era un nómada, cambió diversas veces de ubicación por razones políticas, intolerancia religiosa, trabajo y problemas económicos. El astrónomo y los planetas, tema que dominó su vida entera, tienen similitud. Ambos son errantes.

Este tipo de comparaciones es lo que le da un aspecto hermoso a la astronomía, por encima de otras ciencias, porque darle una mirada al Cosmos es como darnos una mirada a nosotros mismos, ha sido así desde que los antiguos griegos miraron el cielo nocturno por primera vez.

Siguiendo con su destino, el creador de las tres leyes fundamentales del movimiento de los planetas, se vio obligado a moverse de hogar una vez más, cuando la persecución política llegó a Praga y fue devuelto a Austria.

A lo largo de toda su vida, lo persiguieron el abandono, la muerte de sus seres queridos, las deudas y, por si no fuera poco, sus iguales lo subestimaron. La vida del autor de Astronomia Nova fue ejemplar gracias a que siempre se mantuvo firme ante sus valores, creencias y convicciones, cumplió sus promesas y no se despegó de su labor científica, ni siquiera cuando se convirtió en la defensa legal de su madre en un juicio de brujas, de la cual salieron exitosos.

Se le puede considerar indiscutiblemente uno de los padres de la astronomía e, infortunadamente, murió en 1630 en Ratisbona, víctima de una enfermedad. Lo último que conocemos del final de su destino fue que sus restos se perdieron en medio de la Guerra de los Treinta Años, al ser destruido su lugar de entierro por tropas suecas, pero de manera afortunada, sus últimos trabajos fueron rescatados.

Johannes Kepler, al día de hoy y a 450 años de su natalicio, sirve de inspiración para cualquier persona que disfrute la astronomía o se dedique a ella. Como Kepler, cada uno de nosotros somos una pizca de curiosidad que queda atrapada en la órbita de la ciencia, de la astronomía, de las maravillas del universo y nuestro destino, como humanidad, siempre estará ligado a ello.

 

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