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La lectura en profesionales de la salud

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La profesión que se encamina a la atención de problemas de salud tiende a la formación de personas con perfiles que deben de contemplar varias esferas: la enseñanza, la investigación, la atención resolviendo problemas de salud y finalmente, la lectura frecuente de textos donde sobresalen documentos que responden a trabajos de investigación, para mantener un buen nivel de actualización.

Esto conforma un perfil que además de ser complejo, se circunscribe a médicos que trabajan en instituciones públicas, universidades o ambas y si bien existen órganos colegiados donde se buscan certificaciones de profesionistas, desde mi particular punto de vista, en el ámbito de la medicina privada (que es donde me desenvuelvo), resulta muy difícil llevar a cabo estas actividades.

Por otro lado, una condición que resulta particularmente llamativa se establece cuando se cuentan con estrategias de lecturas que, en una forma crítica, puedan evaluar la calidad de los artículos, independientemente de la popularidad que posea cada revista en donde son publicados precisamente estos artículos de investigación. No basta con leer sino, además, entender las metodologías aplicadas a las investigaciones e idealmente, conocer los métodos estadísticos con los que se establecen las mediciones en las distintas variables que se estudian.

Hablando de profesionales de la salud debemos de incluir a psicólogos, médicos, enfermeras y personal con licenciatura en trabajo social.

Soy epidemiólogo y en esta especialidad tuve una formación orientada al diseño de investigaciones con una buena dosis de análisis estadístico que me permitió una lectura de artículos médicos que, si bien no es mejor a la forma de lectura de otras especialidades médicas, sí es diferente. Esto me ha llevado a leer en una forma distinta, publicaciones en las que primero reviso el tipo de estudio, la metodología, el tamaño de la muestra y los métodos estadísticos, antes que la base teórica que sustenta hasta el mismo título del artículo.

Pero algo ha cambiado dramáticamente en los últimos años, hablando de lo que implica la formación y desempeño de un médico, una enfermera, un psicólogo o una trabajadora social. El hecho de que se hayan establecido estrategias de titulación sin que necesariamente se tengan que llevar a cabo tesis de pregrado (es decir, de nivel licenciatura), ha disminuido en una forma verdaderamente dramática los niveles de investigación en las universidades. Esto se refleja en una menor capacidad de lectura crítica en recién egresados, lo que incide en una forma directa, en una mala capacidad de percepción de lo que una investigación publicada en alguna revista de alto prestigio, divulga como elemento de actualización.

Pero hay un problema mayor. En la medida en la que han crecido exponencialmente divulgadores que, por medio de videos de corta duración, explican la forma de abordar un problema de salud, provocan un índice de lectura menor, que se refleja en una pobre comprensión del fenómeno patológico, con conocimientos particularmente parciales y fragmentados, que además de plantear retos diagnósticos que sin ser complejos se convierten en algo de difícil entendimiento, generan un muy bajo nivel de razonamiento.

Estamos viviendo una nueva Edad Media Moderna (es decir, de oscurantismo), provocada por las redes sociales.

Somos consumidores de información; pero estamos alejándonos de ser generadores de conocimientos, lo que nos conduce a una dependencia de lo que se nos puede ofrecer de comunicación, por una industria farmacéutica que vela por intereses económicos que a nivel mundial ha ido gradualmente minando la confianza de la gente, en esos medicamentos que, desgraciadamente, llegan a ser exorbitantemente caros en la medida en la que son modernos, innovadores, útiles y sobre todo, con un menor índice de efectos secundarios.

Por último, estando bajo las condiciones de la pandemia provocada por el coronavirus SARS-CoV-2, teniendo que salir adelante con actividades virtuales, bajo un menor contacto físico con las personas, dependiendo de la calidad de las conexiones de internet y con una incertidumbre de lo que sucederá después, tenemos frente a nosotros un panorama extremadamente complejo, en el que puedo afirmar con todo conocimiento de causa, que ya existen profesionistas que son analfabetas funcionales; es decir, que sabiendo leer y escribir, nunca en la vida han leído un libro completo y poseen conocimientos fragmentados que se reflejarán en un mal desempeño profesional y un muy complicado acceso al mercado laboral.

El problema es cómo enfrentar estos fenómenos complejos y cómo proponer alternativas que puedan brindar más ventajas que desventajas.

Uno de los elementos más perjudiciales para el desarrollo de la capacidad de lectura y comprensión comenzó definitivamente con la mala calidad de programación que fue ofrecida desde el inicio, por medio de la televisión. Este elemento de comunicación que está en un franco proceso de eclipsamiento por las redes sociales y el acceso a inmensas cantidades de información por medio de internet, está generando un verdadero desbordamiento que puede inundarnos hasta el ahogamiento.

Por eso es necesario que surjan divulgadores que, con un alto grado de responsabilidad, promuevan información verificada de buena calidad, que no se limiten a expresar conceptos, sino a invitar a la lectura crítica de documentos.

No basta solamente con ver videos, sino desarrollar conocimientos a través de la crítica, que se genere con el desarrollo de habilidades para poder comprender, más allá de las simples palabras, conceptos y la correspondiente interpretación de textos.

 

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