Pedagogía del placer

¡Qué afortunados los hombres y mujeres jóvenes que alcanzaron la madurez en la India de hace 2 mil años! El sexo no era pecaminoso, se hablaba de él abiertamente y el sabio Vatsyayana acababa de escribir el Kama Sutra. Esta gran obra cotejaba toda la sabiduría sexual de siglos anteriores y la presentaba como una guía fácilmente comprensible. Vatsyayana escribió el libro en sus últimos años como un deber religioso: su intención era capacitar a los jóvenes para evitar las conmociones y peligros del sexo y disfrutar de sus maravillas. Incluía orientaciones sobre todos los aspectos de la relación entre hombres y mujeres, junto con un manual de instrucción sexual nada absurdo que lo abarcaba todo, desde morder y arañar hasta la felación y posturas amatorias. El siguiente fragmento nos muestra la esencia de la obra:

Cuando la mujer ve a su amante extenuado por una unión sexual prolongada, incluso antes de que haya satisfecho su deseo, debe ayudarlo dulcemente, con su consentimiento, a que se acueste de espaldas, y proceder a desempeñar su papel. También puede adoptar la posición normal del hombre en el coito solamente para satisfacer la curiosidad de él o porque sienta la necesidad de variación.

Hay dos maneras de desempeñar ese papel. O bien la mujer se da la vuelta y monta a su amante sin interrumpir el coito, o adopta el papel del hombre desde el mismo principio.

Con la cabellera suelta sobre la espalda y cuajada de flores, sonriente y sin aliento, la mujer debe frotar sus senos contra el pecho del hombre, y bajando frecuentemente la cabeza, devolver sus golpes, mordiscos, besos y palabras seductoras, diciendo: “Tú me has acostado y has buceado hasta el centro de mi ser; ahora me toca a mí acostarte y bucear en ti”.

Entonces ha de fingirse vencida de pronto por la modestia, y negarse a continuar interpretando su papel.

Anteriormente en el Kama Sutra, Vatsyayana explica a los hombres jóvenes la importancia del cortejo y las caricias preliminares:

Las mujeres tienen una naturaleza delicada y tímida y quieren ser abordadas con ternura y consideración. Si el hombre las somete a una agresión brutal, como apenas lo conocen, pueden concebir hasta odio por el acto sexual, e incluso por el sexo masculino.