De acuerdo con información emitida por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), las labores académicas y de investigación, yendo desde las ciencias sociales, humanidades, hasta las de ciencias naturales, son calificadas o evaluadas según la pertenencia al Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y el reglamento propio del SNI. Bajo este esquema la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) agrupa a 40% de la población de investigadores registrados en el SNI. Le siguen la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y el Centro de Investigación en Estudios Avanzados (Cinvestav), todos ellos localizados en la Ciudad de México, y algunos de ellos, como la UNAM, el IPN y Cinvestav, con algunas sedes fuera de la Ciudad de México. Otros 27 centros públicos de investigación son coordinados por el Conacyt, los cuales siguen a continuación de las cuatro instituciones antes referidas. Dentro de estos 27 centros públicos de investigación se encuentra el Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE), ubicado en Tonantzintla, Puebla. Algunas instituciones educativas privadas también participan en actividades de investigación y desarrollo tecnológico, pero aquí sólo nos referiremos a las instituciones de investigación pública, y a la percepción que la sociedad tiene de ellas con respecto a su compromiso social.
Para empezar, diré que el gobierno federal de México invierte cerca de 0.38% del PIB1 en ciencia y tecnología, lo cual está muy por debajo del 2.3% reportado por la OCDE2. Por ejemplo, para 2012 se proyectó un presupuesto de apenas 0.20% del PIB. Este financiamiento a la ciencia por parte del gobierno federal corresponde a cerca de 85% del total que reciben las instituciones de investigación, el resto, proviene de fondos propios, ya sea de la industria privada o de algunas paraestatales como Pemex, CFE, incluso de la armada o empresas como Intel o IBM, en el caso del INAOE.
En el contexto financiero, de recursos humanos, y de laboratorios e instalaciones arriba mencionado, la UNAM, con tres premios Nobel dentro de sus egresados: Alfonso García Robles (paz), Octavio Paz (literatura) y Mario Molina (química), es la institución académica y de investigación con el impacto más fuerte en la opinión pública de México. Una encuesta conducida por el INEGI muestra que a 16% de los hombres y 21% de las mujeres entre 18 y 29 años de edad les gustaría ser científicos3. Para gente de una edad mayor el interés en la ciencia decrece drásticamente a menos de 5%. Esta percepción pública de la ciencia se puede entender si consideramos que 82% de los hombres y 76% de las mujeres mira televisión de una a ocho horas al día, y que un poco menos de la mitad de dichos programas tienen que ver con ciencia o tecnología. En los últimos años varios periódicos nacionales y regionales han lanzado secciones dedicadas a la ciencia y la tecnología, secciones donde los investigadores de diferentes disciplinas e instituciones informan de sus trabajos. Estos periódicos junto con la información disponible en internet ha ayudado a mejorar la divulgación de la ciencia. Sin embargo, la forma en que la gente ve y entiende a la ciencia tiene que ver también con la percepción que ellos tienen sobre el impacto de la ciencia en la vida diaria. En el estudio del INEGI se muestra, por ejemplo, cuáles serían las disciplinas o carreras que la gente elegiría para estudiar y trabajar. Allí se ve que la elección primaria es la medicina y la salud pública, le sigue la tecnología de la información y áreas relacionadas, y luego ecología.
La mayoría de los mexicanos correlacionan una buena economía con un sustento fuerte en la actividad científica. Por ejemplo, 80% de los hombres y 75% de las mujeres cree que la ciencia básica tiene un fuerte impacto en la industria, y 79% de los hombres y 77% de las mujeres cree que el desarrollo tecnológico depende de la ciencia básica. Contrario a esta percepción, un promedio de 70% de los hombres y mujeres creen que las enfermedades se pueden curar sin el uso de los métodos científicos.
Desde un punto de vista político, 57% de los hombres y 61% de las mujeres creen que el gasto en ciencia y tecnología sólo refleja el interés personal o grupal de los científicos, y que no tiene que ver nada con lo que la sociedad requiere o necesita.
En general, 75 % de la población con edades entre los 18 y 25 años cree que el gobierno mexicano debería involucrarse más en las actividades de investigación y desarrollo tecnológico, apoyando la medicina y salud pública, reduciendo la contaminación, mejorando el sistema educativo, incrementando el presupuesto para la ciencia y la tecnología, y proveyendo a la sociedad con acceso a la tecnología informática. Con respecto a esta percepción pública, el Conacyt ha priorizado en cierta forma la investigación enfocada a las energías renovables, ecología, y manejo y control de la contaminación. Por otro lado, el gobierno federal, durante los últimos 12 años, ha otorgado incentivos fiscales a compañías que inviertan en colaboración científica con universidades. Lo cual no siempre ha resultado en un beneficio mutuo y por ende en un impacto social positivo. Por ejemplo, algunas empresa en lugar de desarrollar tecnología se han dedicado a importarla, haciendo que la colaboración universitaria se reduzca a la de un técnico operativo.
El reto para crear un enlace efectivo y con impacto social entre la ciencia básica, el desarrollo tecnológico y el sector industrial permanece como un nicho de oportunidad para transformar al país.
En mi percepción personal, la mayoría de las compañías mexicanas están orientadas hacia la producción de bajo nivel tecnológico y a la importación y comercialización de bienes y servicios. Por otro lado, el gobierno federal, con la intención de mejorar la calidad de la investigación y el desarrollo tecnológico en México, ha puesto en marcha procesos de evaluación mirando hacia una calificación internacional, lo cual si bien nos hace más competitivos a nivel internacional en cuanto a la ciencia, nos aleja más de las necesidades sociales de nuestro país. Entre más excelsos en ciencia seamos, de acuerdo a las parámetros internacionales, más alejados nos encontramos de nuestra realidad.
Esta desconexión entre la ciencia y la tecnología con las necesidades reales del país está obstruyendo el paso hacia una sociedad sustentada en la ciencia, que a su vez conlleve a una economía fuerte y una autonomía como país. Por lo anteriormente expuesto hay una necesidad urgente de establecer un vínculo confiable entre la ciencia y los sectores privados y sociales, y al mismo tiempo reorientar la generación de recursos humanos altamente capacitados, así como la investigación, para cumplir con las necesidades de nuestra sociedad.
Referencias
1 Calderón Felipe, 2010, Cuarto Informe del Gobierno federal de México. Capítulo 2 Economía Competitiva y Generadora de Empleos, Septiembre 1, p. 214.
2 OCDE, 2010, México Politicas Clave para un Desarrollo Sostenible, octubre.
www.ocd.org.2010.10_Mexico_Brochure_ES.ind.
3 Inegi, 2009, Encuesta sobre la percepción pública de la ciencia y la tecnología. www.inegi.gob.mx.
*[email protected] · INAOE