Guillermo Haro. Archivo INAOE |
Tonantzintla, Pue., enero 2013. El doctor Emmanuel Méndez Palma, un hombre entrado en años, de cabellera grisácea y delgado nos recibe en su modesta oficina del INAOE, ubicada en el mismo edificio donde se encuentra la dirección del Gran Telescopio Milimétrico.
Envuelto en una chaqueta casual color caqui, el doctor Méndez se disculpa por los libros y cuadros fuera de su lugar que permanecen en el piso porque recién han terminado de pintar su cubículo. “Apenas ayer Raúl me avisó que vendrían”, nos dijo mientras Choco, el jefe de logística del INAOE, instalaba el tripie y la videocámara.
Sin que aún hayan brotado las preguntas, don Emmanuel aclara que desea hablar del trabajo de Guillermo Haro, su amigo, a quien conoció cuando Méndez era estudiante y posteriormente durante su vida profesional como servidor público, etapas que, asegura, le dieron la oportunidad de mantener una relación cercana con Haro. Se aprecia la admiración que le guarda y la manera en que rememora tiempos pasados sólo puede ser fruto de una gran amistad.
“Guillermo Haro estudió epistemología en la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional. Los vaivenes de la vida lo llevaron a trabajar de periodista en El Nacional —hoy extinto—, en donde conoció a Luis Enrique Erro, fundador del Observatorio Astronómico Nacional de Tonantzintla, ahora INAOE. Erro lo invitó a trabajar en el Observatorio y Guillermo quedó encantado, ya desde su niñez le interesaba el cielo, ahí encontró el camino que quería seguir.
Erro lo envió a Harvard; se necesitaban astrónomos profesionales, en aquel entonces se vivía la Segunda Guerra Mundial, así que prácticamente Harvard estaba desierta, sólo asistían los extranjeros o los que por edad no podían ir a la guerra; entre ellos estaba Harlow Shapley, un gran astrónomo muy conocido por sus ideas de las galaxias —esto de principios de siglo— y él entonces tuvo una idea muy clara. Haro se veía con mucha madera de astrónomo y además con un carácter sólido y muy enamorado del futuro posible de su país.
Shapley consideró que México necesitaba un promotor, un astrónomo que condujese lo que iba a ser la astronomía en el país, así que dijo: vamos a poner un gran esfuerzo en Guillermo. Así pues, lo dotó de un entrenamiento fantástico que en aquellos años, en la década de los cuarenta, envidiarían muchísimos, es decir, posiblemente tomó algunos cursos, pero básicamente él se educó junto al telescopio.
Erro, por su parte, ya había convencido al presidente Manuel Ávila Camacho de que hubiera un observatorio y decidió que debía tener un instrumento muy importante, por consejo de Shapley escogieron una cámara que cubría un área del cielo bastante grande y claro era una cámara sinónimo de exploración. Eran tiempos en que había habido grandes descubrimientos, y ahora había que conocer con mucha más precisión el cielo que se podía observar, como una primera tarea había que explorar y explorar.
“Voy a ser un astrónomo trascendente”
Yo creo que Haro en este esquema de explorador fue convencido por Shapley que eso debía hacer; era lo que mejor le venía a sus habilidades personales, así que le escogieron el camino, lo formaron como un explorador, pareciera que habían escogido con gran precisión qué tipo de astrónomo debía de ser.
Haro se formó con una idea de explorador astronómico y regresó a México a trabajar la cámara Schmidt que se encuentra en este observatorio.
Esta cámara, en su tiempo, fue la más grande del mundo, aunque este honor no le duró mucho tiempo; como sea, Haro sintió dos vaivenes, el social, pues le preocupaba la desigualdad y la pobreza del país, y por otro lado su gran ambición; enamorado de lo que podría hacer con esta cámara, decía: hay una gran contradicción, en un país con tantas carencias tenemos una cámara de este tipo. La única justificación de tener esto es hacer trabajo de trascendencia y yo voy a ser un astrónomo trascendente.
Haro tenía una intuición enorme; algunos,
peyorativamente dicen que fue un mero fotógrafo
Él usó una especie de teorema, decía quiero descubrir tal cosa y lo voy a buscar. El primer ejemplo: en aquellos años ya se sabía que las estrellas en la mayor parte de su vida brillan o emiten radiación porque en el centro de ellas hay reacciones nucleares y las reacciones nucleares necesitan muy alta temperatura. Para llegar a esas temperaturas se requería un sistema de calentamiento —eso se sabía desde principios de siglo—, cuando tienes una masa de gas ésta, por gravedad, se empieza a contraer, y a medida que se contrae el centro la temperatura se eleva y al elevarse empiezan las reacciones nucleares y nace el mecanismo que habrá de dar vida a la estrella por el resto de los años que brille. Haro razonó de esta manera: si en algún momento va a haber una elevación de temperatura y aparecer las reacciones nucleares que dan energía, pues yo quiero descubrir en qué momento nacen; desde luego esa pregunta se la debieron haber formulado muchos, pero Haro dijo: yo voy a buscar dónde están y cómo son, tengo placas fotográficas y de las placas fotográficas tengo que encontrar dónde están estos objetos; ese propósito lo llevó a apuntar la cámara a distintas partes del cielo.
Haro tenía una intuición enorme, algunos, peyorativamente dicen que fue un mero fotógrafo. Fue un gran fotógrafo y un explorador; voy a explicar tres cosas que veía en las placas: morfología, variación del brillo y color.
Morfología
Veía formitas, rayas, filamentos de formaciones; tenía una habilidad para detectar cosas especiales; bueno, yo tuve el privilegio de estar con él en varias ocasiones en que me llamaba y me decía: mire, venga a ver lo que tengo aquí. Uno esperaba más o menos que iba a ser un filamento o algo así; era francamente difícil poder tener la apreciación morfológica, porque era una habilidad la de buscar ciertas morfologías en sus placas.
La cámara tiene un prisma que descompone la luz y la hace como arcoíris, combinando esas placas que le llamaremos espectroscópicas, ese pequeño arco íris y la imagen directa; él se las arregló para decir ¡aquí está!
Variación de brillo
En las placas que tomaba Guillermo se puede ver, si tomas dos placas del mismo lugar y las comparas, que en algunos objetos hay variación de brillo. Esta era una de las grandes cualidades de la cámara, rápidamente en un área del cielo relativamente grande podía haber variaciones.
Haro solía decir que sus placas eran cajas de tesoros porque ahí se iba a encontrar no sólo cómo nacen las estrellas, sino muchas otras cosas, como las estrellas variables en luminosidad. Hay muchas clases de estrellas variables, muchísimas, pero hay unas que son muy especiales que se llaman RR-Lyrae, que tienen una variación periódica, y la variación depende de qué tan brillante es la estrella —esto se sabía desde principio de siglo—; lo importante que hizo Haro es que empezó a ver qué pasaba entre las estrellas que vivían en zonas relativamente jóvenes y las zonas que son realmente viejas. Esto lo encontró él y no lo publicó.
A principios de la década de los cincuenta ya habían sido construidos tanto el telescopio de Palomar (5 metros de diámentro) y otra cámara Schmidt, que sigue siendo la más grande del mundo, en California; con este telescopio se empezó a estudiar el universo de otra manera; ya se había encontrado por Hubble que el universo se expande, y por lo tanto se podía pensar que si se está expandiendo se puede decir hace cuánto tiempo estaba en sus etapas iniciales. En aquellos años se decía que habían pasado cerca del orden de los 4 mil millones de años o un poco menos, no recuerdo bien.
Esto era una contradicción con las mediciones que teníamos de la Tierra; la Tierra, se sabe muy bien, tiene 4 mil 500 millones de años; no podía ser el caso de que nuestro planeta fuera más viejo que el propio universo; algo estaba mal. Para calibrar las distancias se utilizaban estas estrellas variables, se usaban en Estados Unidos con el telescopio. Haro, quizá con una sonrisa, dijo yo sé por qué, y dijo cuando se observan lugares viejos, la ley que rige entre luminosidad y la forma en que varía es diferente en una parte joven que en una parte vieja, esto nada más de ver en sus placas estrellas que varían, lugar en donde las observan y una enorme cantidad de tiempo en sus microscopios para medir exactamente el rango de variación.
En aquellos años Walter Baade, un gran astrónomo, estaba a cargo del proyecto de ver la expansión del universo, de qué tamaño era y todo eso, Haro le dijo: Oye Walter yo creo que … y le expuso esto; al verlo de esa manera el universo se hizo 7 mil 500 millones de años. Nunca más volvería a haber contradicción entre la edad de la Tierra y la edad del universo.
Hoy el universo ya se sabe que es casi el doble de viejo, con otras técnicas mucho más avanzadas. Lo importante aquí es qué significaba ser trascendente, palabra de honor que yo no veo otra forma de demostrarlo como lo hizo él.
Colores
Poniéndoles filtros a la cámara uno puede ver, dependiendo el color del filtro, estrellas rojas y estrellas que son un tanto azulosas. Poniendo diferentes filtros Guillermo empezó a dar una multitud de catálogos de objetos interesantes que tenían colores muy especiales; aquí no podía llegar muy lejos con los instrumentos que tenía, pero con enorme talento empezó a encontrar estrellas azules; las estrellas azules pueden ser o muy jóvenes o muy viejas, y él decidió pensar en lo viejo y empezó hacer los catálogos.
En Monte Palomar observaron uno de los objetos de este tipo y al verlo con ese gran telescopio encontraron que era una galaxia, la más lejana que se había observado en esas fechas; entonces se dijo, ¡carambas!, si tiene este brillo y está tan lejos debe de estar generando una enorme cantidad de energía; en este caso Haro no supo entonces lo que estaba descubriendo entre algunos de los objetos de sus catálogos y no importa. Hoy se llaman esos objetos cuásares.
A mí me parece que con tres maneras de ver sus placas, morfológicamente, variación y color, dio resultados de una enorme trascendencia. Dice un gran astrónomo ganador del premio Nobel que es Chandrasekhar que cuando uno descubre algo importante puede ser chiripa, dos veces es para pensar que a lo mejor sí es un gran descubridor, pero tres es tendencia, ya es alguien de alto calibre.
He relatado simplemente de lo que a mí me parece relevante contarle a la gente. A la luz de los descubrimientos actuales, se sabe, con cierta precisión, que el universo tiene 13 mil 700 millones de años.
Queda registrado que en las listas de objetos azules de Haro, estaban objetos que tenían una riqueza de información enorme como para decirnos estamos a tal distancia y nació este universo hace tantos años. Esta es una información importantísima.
Haro tenía un serio defecto,
se tardaba muchísimo tiempo
en publicar sus cosas importantes
Podemos ver en qué fechas se descubrieron estos objetos, pero debido a este retraso, en California George Herbig, fantástico astrónomo y magnífica persona, con otro tipo de procedimiento descubrió más o menos lo mismo que Guillermo. Consecuentemente estos objetos se llaman HerbigHaro, porque descubrieron dónde y cómo se ven las estrellas cuando están naciendo.
Este es un gran descubrimiento, hoy en día emociona; yo todavía me emociono hoy con el telescopio Hubble y con el Spitzer que andan volando allá, uno ve los objetos que descubrió Haro, son bellezas de objetos y algunos de ellos, ciertamente, han dado lugar a planetas. Al hacer esto, quizá no lo publicó a tiempo pero mostró con toda claridad que su propósito de ser trascendente iba muy en serio.
El explorador que buscó
como nacen las estrellas y cómo son,
ya tenía ese propósito, igual que Cristóbal Colón
Haro pasó al estrellato de
la Astrofísica de aquellos tiempos
En todos los que tuvimos el privilegio de estar con él, nos imbuyó un sentido de trabajar para lograr cosas de trascendencia, para evitar a toda costa la simulación y sobre todo para no perder el tiempo.
El resultado es que hoy México tiene una astrofísica y un conjunto de astrónomos que producen resultados equiparables a los de cualquier lugar, considerando que nosotros no tenemos el instrumental que se tiene en otros países. Tenemos astrónomos de enorme calidad; eso, creo, es obra de Haro.
Guillermo dijo: vamos a formar gente y lo vamos a hacer bien; era implacable, llegaban muchos, teníamos muchos estudiantes en la licenciatura, si alguien reprobaba una materia, para afuera, quedaba borrado, le decía: vete a estudiar lo que quieras pero aquí no vienes; era implacable en ese sentido, no perdonaba, había que trabajar lo más que se pudiera, odiaba la simulación, el inventar cosas para adornarse era sinónimo de despido, alguien que llegara a decir mentiras se iba.
A mí me parece que Haro representa un activo que ha tenido el estado de Puebla enorme, desde luego el país, pero Puebla debe enorgullecerse de darle cabida a Haro y a este observatorio.
Haro consideraba que si no generábamos ciencia local difícilmente podríamos producir tecnología de una manera independiente; siempre pensó que era una herramienta de crecimiento y de independencia nacional.
Era un hombre tacaño; le molestaba que se desperdiciaran los recursos, le molestaba que hubiese grandes núcleos burocráticos, debíamos hacer muchas otras cosas que no era nada más la astronomía.
Una vez lo vine a visitar, estaban construyendo este edificio, él estaba en el techo, estaban colando, ahí andaba, no sé si era bueno como albañil, pero en todo quería meterse, ver cómo se podía economizar, cómo se usaban mejor los recursos, para él el control de calidad era fundamental; inclusive lo criticaron; no era perfecto.
Esta es la breve historia de Guillermo Haro, un hombre muy enojón al que le molestaba que la gente perdiera el tiempo, que no supieran a dónde ir, que no supieran qué males padece el país, un hombre que hizo el compromiso de ser trascendente y lo cumplió.
Ya se había ocultado el sol cuando el doctor Méndez hizo una pausa; en su mirada podían adivinarse las miles de imágenes que seguían trayendo recuerdos; era notorio el cansancio de quien sin preguntas de por medio revivió los momentos relevantes del multigalardonado Guillermo Haro Barraza.