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El canto del amor

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En los trópicos mexicanos las noches lluviosas se llenan de cantos misteriosos; algunos se confunden fácilmente con el chirriar de los grillos, otros sin embargo, son completamente diferentes, parecen pequeños silbidos cortos y largos; el toque de bocinas de autos antiguos o parece el sonido de un motor de lancha andando o incluso gritos sobrenaturales. Pero todos tienen algo en común: son llamados de amor. Los machos se reúnen en los sitios adecuados para hacer un reclamo de amor a las hembras cercanas, quienes escogerán el canto más fuerte, más largo o el más armonioso. Cuando la hembra elige a uno de los cantores, la pareja se funde en un abrazo nupcial o amplexo; la hembra, generalmente más grande, empieza a poner una serie de huevos que el macho, más pequeño y montado en el dorso, fertiliza uno por uno. Una vez terminado este encuentro amoroso el macho comienza su canto de nuevo, si tiene energía claro está. Pero no todo es amor en el aire; el canto tiene su lado peligroso, también es oído por depredadores como los murciélagos, aves como los búhos y lechuzas y otros mamíferos como mapaches, coatíes y otros cazadores nocturnos. Una estrategia que han aprovechado algunos machos, es no cantar y acercarse también los machos cantantes para aprovecharse de las hembras que se acercan; así pueden reproducirse sin arriesgar sus vidas; estos individuos son conocidos como “machos satélites”.

Existen muchas especies de ranas y sapos que utilizan el mismo lugar para reproducirse. ¿Cómo hacen entonces para no confundirse o pelear por los mejores sitios para cantar o poner sus huevos?. La respuesta es simple: cada especie tiene un canto distinto y se reparten el tiempo. Al inicio de la temporada, cuando empiezan a formarse los charcos y a llenarse las lagunas y arroyos, llega un grupo de ranas que prefiere usar zonas de baja profundidad y temperaturas frescas. Conforme los charcos se unen con los arroyos y los cuerpos de agua de vuelven más profundos y aumenta la temperatura, llega la mayoría de las especies, ocupando casi todos los sitios disponibles, cantando desde la orilla, en los árboles, en las rocas, etcétera. Al final, cuando el nivel de agua empieza a bajar al igual que a temperatura, llega un último grupo de ranitas a ocupar ese espacio. Existen otros grupos que se pueden reproducir todo el año, ya sea en las orillas permanentes de lagos, lagunas y ríos, o incluso hay algunos que no necesitan de un charco ya que no tienen la fase de renacuajo y cuando nacen lo hacen como una ranita en miniatura, evitando así la depredación que tienen las larvas en un ambiente natural. A propósito de huevos y larvas, éstas también son diferentes en cada grupo y según la especie pueden tener unos cuantos hasta más de cinco mil. Como ya dijimos, unas tienen desarrollo directo, otras prefieren poner los huevos en el agua y hay al menos tres formas diferentes de nidos acuáticos, la más típica es el nido en forma de racimo de uvas, la segunda es en forma de largas hileras y la tercera son los huevos libres en el agua, cada uno suelto e independiente. Algunas ranas prefieren no poner directamente el nido en el agua, sino a una distancia más o menos cercana utilizando espuma, la cual también sirve de protección contra la resequedad y la depredación permitiendo la sobrevivencia de los pequeños huevos, o bien, colgados en las hojas de las plantas que están cerca del agua. Cuando nacen los pequeños renacuajos, éstos tienen una vida completamente diferente a la que tendrán de adultos; es por eso que las ranas pertenecen al grupo de los “anfibios”, ya que en verdad la mayoría de las especies tienen una doble vida. Aunque todos comen materia orgánica que encuentran en su medio, los renacuajos también se reparten el espacio de manera organizada, y eso lo podemos ver en la forma y hábitos de estos pequeños bebes de rana. La estructura que mejor distingue a los renacuajos es la boca, ya sea por sus pequeños dientes y la posición en la cabeza. La posición de la boca, ya sea abajo, en medio o encima de la parte frontal de la cabeza nos indica en qué parte de la columna de agua estos pequeños buscan su alimento. Si las condiciones son adecuadas, los renacuajos empiezan a cambiar, esta transformación es llamada metamorfosis, lo que les permite perder su aspecto de pez, y salir eventualmente fuera del agua hasta que tarde o temprano se convierten en una pequeña rana idéntica a los padres.

Actualmente las ranas se encuentran en un riesgo muy grande, como hemos visto, las ranas –y los demás anfibios— dependen mucho del ambiente donde viven para realizar sus formas y estilos de vida, entonces con el cambio climático, la contaminación, la destrucción de hábitat, la introducción de especies depredadoras y la transmisión de enfermedades entre las poblaciones de anfibios, una de cada 10 especies de estos animales se encuentra en grave riesgo de desaparecer. Es posible mitigar muchos de estos problemas realizando pequeñas acciones de conservación en nuestras casas, así que cuando separamos y reciclamos la basura, conservamos limpios los ríos y lagos, reforestamos y aprendemos sobre la vida silvestre que nos rodea, seguramente le damos oportunidad a estos anfibios para seguir en nuestro entorno.

 

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