La globalización ha llevado a que cualquier evento extremo, como crisis financiera, pandemias, caída de los precios de las materias primas y otros eventos, tengan efectos negativos en la mayoría de los países. Los procesos productivos y los mercados de capitales están interconectados, por lo que los problemas presentados en una gran economía, repercuten en el resto. Ejemplo reciente de ello es la crisis de 2008-2009 y ahora el coronavirus que comenzó en China que se ha convertido en una crisis de salud y económica a nivel mundial. China es el primero y/o segundo socio comercial de la mayoría de las economías. Es el proveedor más grande en productos farmacéuticos, en partes, autopartes y en diferentes insumos a nivel mundial.
Las cadenas globales de valor a nivel mundial, tanto para la produccion interna, como para exportar, son abastecidas por insumos de China, por lo que al cerrarse fábricas para contener el coronavirus, se paró la producción en este país, generando desabasto de insumos en el resto de los países. Por ejemplo, se señala que faltan insumos chinos en 45 por ciento de las empresas manufactureras en México y han cerrado 10 de las 12 empresas automotrices en el país.
Las exportaciones de China en enero y febrero de 2020 en relación al mismo período de 2019, cayeron en 17.2 por ciento. Las exportaciones de dicho país a EUA cayeron en 27.7 por ciento en el mismo período.
No solo se afectan los países que reciben insumos de China, sino los que le exportan a China, como Alemania, Japón, Estados Unidos, Francia Corea del Sur, así como países del sur de América Latina.
El cierre de fronteras que están estableciendo diversos países frena más el comercio internacional, lo que agraba el abasto de productos importados, como la caída de exportaciones y con ello la actividad económica, lo que hace inminente la recesión.
El coronavirus ha alterado las cadenas de suministro en todo el mundo, lo que ha generado expectativas negativas sobre el acontecer económico, desestabilizando los mercados de capitales y de divisas.
La producción no solo se ve afectada porque las cadenas de suministro se ven interrumpidas, sino también porque muchos trabajadores pasan a estar en cuarentena. A ello se suman los problemas de demanda por el desempleo generado en la industria manufacturera, como del petróleo, de turismo, transporte, hotelería y otras. Las empresas, al verse obligadas a cerrar por falta de insumos, como por las cuarentenas impuestas, despiden a trabajadores y los mandan a sus casas, postergan inversión, lo cual lleva a contraer el gasto de las familias, como la actividad productiva, generalizando la desaceleración económica. El problema de oferta, conlleva un problema de demanda, por la contracción de consumo. La menor demanda desestimula la inversión y dificulta encarar los problemas de desabasto, por lo que se acentúa la recesión económica y aumentan las presiones sobre precios.
Caída de los precios del petróleo
La caída internacional de la demanda por petróleo originó una disminución del precio internacional del precio, lo que llevó a los países productores a tratar de llegar a un acuerdo para reducir la producción de petróleo para frenar la caída del precio. Al no llegar a un acuerdo Rusia y Arabia Saudita, comenzaron una guerra comercial de precio, que ha originado una severa disminución del precio del barril de petróleo. La mezcla mexicana de petróleo se cotizó el lunes 30 de marzo en 10.37 dólares el barril, siendo que el 7 de enero de este año estaba en 58.61 dólares el barril, por lo que muestra una caída de 82.5 por ciento, lo que afecta las finanzas de Pemex y del gobierno.
Caída de los mercados de capitales y la devaluación del peso
El contexto de incertidumbre generado por el coronavirus sobre la economía mundial ha ocasionado fuertes bajas en los mercados bursátiles. El pico más alto de este mercado en este año fue el 19 de febrero. De dicha fecha al 27 de marzo, el Dow Jones trae una caída de 26.2 por ciento. El índice Ibex de España de 32.8 por ciento y la BMV de 24.7 por ciento. La caída de los mercados de acciones están desvalorizando muchos fondos de pensiones y fondos de seguros y están aumentando los problemas de insolvencia.
Los inversores huyen hacia los activos considerados más seguros, que son los bonos públicos, en especial los de EE UU, y de ahí que se desestabilizan las monedas de los países de donde salen los capitales. El 18 días de marzo han salido alrededor de 14 mil millones de dólares de México, lo que ha presionado sobre la paridad cambiaria. El tipo de cambio promedio en el mes de febrero fue 18.84 pesos por dólar, y pasó dicha paridad a ser 24.70 el 30 de marzo, por lo que la devauación fue de 31.1por ciento. Ello encarecerá el precio de los productos importados, así como el pago de la deuda externa en término de pesos.
La recesión económica mundial
La generalización del coronavirus, junto al rompimiento de las cadenas mundiales de suministro, como las caídas de las bolsas de valores y el hecho de que los trabajadores se están quedando en sus casas y se estén cerrando empresas, están llevando a una recesión económica generalizada. Al responder las empresas con despido de personal, se acentúa el problema, pues se contrae demanda, ventas, producción y prosigue el círculo recesivo.
La recesión que se está presentando es diferente a la recesiones anteriores, donde la producción caía rápidamente y después se reanudaba el crecimiento en respuesta a la flexibilización de la política monetaria y fiscal.
Los problemas de oferta (caída de la producción y desabasto ) no se resolverán en un corto tiempo, aunque se erradique el virus, debido a que la superación de la crisis llevará tiempo en la mayoría de los países y no se reabrirán pronto las fábricas, ni las cadenas de suministro.
El impacto en las economías dependerá de cuánto tiempo tarde la superación de la pandemia, así como de la respuesta y eficiacia de las políticas que los diferentes países instrumenten, tanto para contener el virus, como para contrarrestar los efectos económicos negativos que enfrentan.
Respuesta de los gobiernos y bancos centrales
La Reserva Federal de Estados Unidos redujo la tasa de interés hasta cero y 0.25 por ciento y ha inyectado liquidez a los mercados financieros para evitar que los efectos del coronavirus lleven a la economía a una fuerte recesión.
Los demás bancos centrales también han recortado su tasa de interés e incrementado la liquidez en sus mercados financieros para frenar la caida de éstos, como para que expandan el crédito y evitar caer en fuerte recesión económica.
El problema es que por más liquidez que introduzcan los bancos centrales a los mercados financieros y bajen la tasa de interés, no van a resolver esta crisis por sí solos. Por más barato que pueda ser el crédito, las empresas no pedirán préstamos si sus ventas se contraen y no ven perspectivas de crecimiento. El rescate debe ser a lo productivo y al empleo, y no al sector financiero como siempre ha acontecido. De ahí la importancia de la expansión del gasto público y la generación de empleo para aumentar demanda. De hecho la Unión Europea ha señalado que permitirá aumentar el estímulo fiscal. Hasta Alemania está dejando de lado la disciplina presupuestaria, dada la magnitud de los problemas que se enfrentan.
La posición de dejar la austeridad fiscal está presente en los países desarrollados para afrontar la crisis del coronavirus y pasarán a trabajar con déficit fiscal.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial han anunciado paquetes de financiamiento para apoyar a los países afectados, que no cuenten con la línea de crédito flexible del FMI.
¿Cuál es el entorno económico en que México recibe al coronavirus?
Al contexto recesivo que enfrenta la economía nacional, se le suma ahora los efectos del brote de coronavirus. El país sufrirá no sólo por la proliferación de la infección y la debilidad del sistema de salud, pero también por los efectos económicos que se derivan de ello. La economía no tiene condiciones productivas, ni política económica para contrarrestar los problemas derivados del coronavirus.
Los problemas de la pandemia y el contexto de crisis económica a la que se encamina el país (como resultado, tanto de las políticas económicas predominantes, como por los problemas que se derivan del coronavirus), representan un gran desafío a superar.
México entra a la pandemia y al shock económico externo que ello genera (manifestado en la caída internacional del precio del petróleo, en caída de exportaciones, en la BMV, en menor entrada de capitales y salida de éstos, en presiones sobre el tipo de cambio, en desabasto de insumos productivos), en un contexto de recesión económica, evidenciando la fragilidad y debilidad para encarar tal situación.
Se ponen a flote las debilidades estructurales de la economía, derivadas de las políticas neoliberales predominantes, tal como un menor desarrollo productivo, altos coeficientes de importación, altos niveles de endeudamiento, crecientes requerimientos de entrada de capitales, alto desempleo y subempleo, así como débiles sistemas de salud pública, que nos hacen altamente vulnerables a los problemas de salud y económicos derivados de la pandemia del coronavirus. A ello se suma el hecho que la mayoría de los trabajadores están mal pagados y tienen poco ahorro, y en peor situación están los desempleados, subempleados y los que están en la economía informal, que viven al día. Ello ha sido consecuencia del predominio de la austeridad fiscal, de la alta tasa de interés y del resto de las políticas neoliberales de libre movilidad de mercancías y capitales.
Una vez que pierden su trabajo y/o su trabajo eventual, dejan de tener ingreso millones de trabajadores que no podrán pagar sus alquileres, ni sus deudas, ni cubrir sus necesidades básicas de alimentación, por lo que se incrementará la pobreza y la delincuencia.
Al esparcirse la pandemia, el sistema de salud del país será incapaz de combatir el virus y quedará rebasado como ha acontecido en varios países europeos.
El problema se agranda porque el gobierno mexicano no cuenta con manejo de la política económica para hacer frente a tales problemas.
Reacciones económicas del gobierno mexicano
Ante la caída internacional del precio del petróleo, la caída de la BMV, las presiones sobre el tipo de cambio, el gobierno ha dicho que podría reducir la meta de superávit primario de 0.7 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) para este año, tanto para encarar estos problemas como otorgar ciertos estímulos fiscales, para paliar los efectos que pueda causar la expansión del coronavirus en el país. También ha señalado que ofrecerán un plan de garantías para que el crédito fluya a las Pymes y un millón de créditos a los micro-pequeños negocios con baja tasa de interés, o excentos de ella. Todo ello circunscrito a mantener el equilibrio fiscal. Hay que señalar que las empresas, más que crédito, quieren que sus ventas e ingresos no se contraigan, por lo que la mayor ayuda que puede hacer el gobierno es expandir el gasto e ingresos de los que están quedando sin empleo e ingreso, para así incrementar demanda y las ventas e ingresos de las empresas.
La SHCP ha señalado que adelantará el gasto público que reciben los estados y las concesiones con el sector privado para evitar la desaceleración de la economía ante el coronavirus. El problema es que ello no implica gasto adicional, por lo que no actuará para contrarrestar la caída de ingresos que están enfrentando los estados, municipios y empresas. El SAT ha dicho que no dará prórroga al pago de impuestos, lo que evidencia que no dimensionan la gravedad de los problemas económicos que se enfrentan en el país. El gobierno no está actuando en forma contracíclica para contrarrestar la caída de la demanda interna y externa, por lo que se contraerá el ingreso de empresas, individuos y de los estados y municipios, y su capacidad de gasto de éstos, lo que ahondará la crisis.
El gobierno rehuye trabajar con déficit fiscal para no incrementar la deuda. La considera mala. El problema es que al privilegiar la austeridad fiscal y el no crecimiento de la deuda, ha llevado a desatender al sector salud, como al desarrollo tecnológico, al sector productivo, la generación de empleo, como los demás gastos sociales, lo que nos ha colocado en debilidad para encarar la pandemia y para evitar caer en crisis.
No se da cuenta que a la política fiscal hay que evaluarla en función de su impacto en la actividad económica, por lo que si el gasto deficitario y la mayor deuda se encaminan a potenciar el crecimiento productivo y el empleo, incrementarían la actividad económica y por ende el ingreso de empresas e individuos y del propio gobierno, por lo que vería reducido el déficit fiscal y el monto de la deuda.
El banco central mantiene alta tasa de interés para evitar más presiones sobre el tipo de cambio. La Comisión de Cambios, integrada por la Secretaría de Hacienda y el banco central, están subastando coberturas cambiarias liquidables en pesos, utilizando los créditos obtenidos por el FMI y el Tesoro de EUA para saciar la demanda especulativa por dólares y así tratan de frenar la devaluación. Tal medida terminará por dichos créditos y después recurrirán a las reservas internacionales, sin que logren frenar la devaluación y nos llevará a una crisis de deuda, como aconteció en 1982 y en la crisis de diciembre de 1994.
Los tomadores de decisiones no deciden utilizar la política fiscal y monetaria para encarar los problemas que se enfrentan, por lo que la economía terminará en crisis.
Perspectivas de la economía mexicana
México enfrenta el peor de los mundos posibles. Está en recesión, con fuerte contracción del sector productivo, alto desempleo y subempleo y no tiene política monetaria y fiscal para encarar el combate al coronavirus y evitar caer en crisis.
El shock externo que enfrentamos se deriva de la alta vinculación de México con el exterior, que se ha ampliado con la globalización. La recesión que se está presentando en los países desarrollados, ahondará la caída de exportaciones, como la menor entrada de capitales, la inestabilidad en el mercado de capitales y de divisas.
El daño que ocasionará el coronavirus dependerá de cuánto tiempo dure la pandemia, como por las políticas que se instrumenten para contrarrestar los embates que están frenando la actividad económica. Mientras más dure la pandemia del coronavirus en el país y a nivel mundial, y se insista en las altas tasas de interés, en la austeridad fiscal y en no recurrir a deuda, hará que se acentúen los problemas de salud y de la economía.
Ante la gravedad de los problemas que se enfrentan,
el gobierno está obligando a revisar toda la política económica
Los encargados de la toma de decisiones deben actuar con rapidez. Mientras más se retrasen en la instrumentación de las políticas requeridas para frenar el brote e impulsar la dinámica económica, más severos serán los problemas.
Se tiene que aprovechar la crisis actual (epidémica, económica y ambiental), para dejar de lado el modelo neoliberal predominante que nos han llevado al no crecimiento, a los altos niveles de desempleo y subempleo y de miseria que el país enfrenta, como a no tener el sistema de salud capacitado para encarar la pandemia del coronavirus.
Los estragos que está ocasionando el coronavirus es resultado del predominio de las políticas neoliberales. No se puede continuar con la autonomía del banco central con las altas tasas de interés, la austeridad fiscal y con la libre movilidad de mercancías y capitales que propician acciones especulativas.
El Estado debe ser el rector en la economía para encarar y vencer el coronavirus, así como para favorecer al sector productivo, para impulsar un crecimiento sostenido que reduzca las presiones sobre el sector externo y asegure efectos multiplicadores internos a favor del empleo y el ingreso nacional.
Siempre en contexto de crisis, se habla de la necesidad de la intervención del Estado en la economía y de las políticas keynesianas, siendo que siempre ello debe predominar, dado que el libre mercado siempre desemboca en crisis.
El gobierno debe retomar el control de la moneda para que la política monetaria responda a las necesidades de crecimiento y empleo, y para el combate a la epidemia, y no siga actuando a favor del sector financiero.
Al tener el gobierno el control de la moneda no tendría restricción financiera para poder expandir el gasto para encarar los desafíos que se enfrentan. Se necesita expandir el gasto público cuando disminuye la inversión y el consumo privado y la economía tiene déficit de cuenta corriente, para actuar en forma contra-cíclica y evitar una crisis.
Ante el aumento del desempleo ocasionado por el coronavirus, el gobierno debe asegurar ingresos a los que queden desempleados para que mantengan los niveles de gasto y consumo, para evitar mayor contracción de la actividad económica. Se debe garantizar que todas las familias tengan atención médica gratuita durante la pandemia.
El apoyo a las empresas debe ser condicionado a que mantengan el empleo y el ingreso de éstos. Si se recurre a créditos fiscales, ellos deben ser cubiertos una vez que se retome la actividad económica.
La liquidez que anuncia el banco central no debe favorecer al sector financiero, sino tiene que favorecer el gasto público y al sector productivo, y otorgarse a bajas tasas de interés para incrementar la inversión y la generación de empleo.
El mayor gasto público tiene que estar dirigido a los sectores productivos que cuenten con capacidad ociosa, como a incrementar la productividad y la capacidad productiva, a fin de satisfacer la demanda y evitar presiones sobre precios, como sobre importaciones y el sector externo. Se requiere de política industrial y agrícola e impulso al desarrollo tecnológico.
Mientras no se retome el crecimiento de la inversión privada y el consumo de las familias y no se reduzca el desempleo y subempleo, debe mantenerse el déficit fiscal.
Muchos países están trabajando con tasas de interés entre cero y uno porciento y con déficit fiscales del 10 por ciento del PIB para encarar sus problemas y frenar la crisis. México debe actuar de igual forma.
Para que la flexibilización de la política monetaria y fiscal no origine salida de capitales, debe establecerse el control de cambios y solo satisfacer la demanda de dólares para actividades productivas e importación de bienes de consumo esencial que no se produzcan internamente. De no proceder en tal dirección, caeremos en una crisis de proporciones en términos de muertes por el coronavirus, como en lo económico y en el deterioro del nivel de vida de la población.