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Control pandémico

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La crisis económica de 2020 se había anunciado cinco trimestres antes —aunque no se previó su profundidad—, en cambio, el SARS-CoV 2 fue imprevisto y apocalíptico, lacerante para una sociedad agobiada por su exigua carga tributaria (13 por ciento del PIB), una gran evasión fiscal, una enorme deuda pública (la mitad del PIB) y confrontada por los reaccionarios neoliberales que se niegan a aceptar una presidencia legal y legítimamente electa. Por si fuera menor esta concurrencia, no había cura para la enfermedad generada por el virus pandémico, ésta llegó un año después, cuando los decesos y los contagios en el mundo se contaban por millones.

Para enfrenar el Covid-19 y paliar sus efectos financieros, económicos, laborales y de salud, el gobierno de México destinó casi 2 puntos del Producto Interno Bruto cuando economías más poderosas destinaron para ello entre 20 y 30 por ciento. En nuestro caso, no se recurrió a deuda pública, tampoco se incrementó la tasa tributaria ni se aumentó el gasto público; con ese simbólico gasto para enfrentar el Covid-19 se reestructuraron créditos bancarios, se otorgaron microcréditos, se contrataron servicios en hospitales privados, se amplió la compra de equipo y material de salud, se aumentó la plantilla de trabajadores en 50 mil, se amplió la cobertura hospitalaria y se hicieron contratos con cuatro proveedoras para adquirir vacunas para 168 millones de personas y se destinó para ello un presupuesto de 32 mil millones de pesos.

Al 30 de mayo del año en curso, las proveedoras de vacunas son ya seis empresas, se han recibido 32.3 millones de dosis y se han aplicado 30.29 millones, se ha vacunado a 21.6 millones de adultos se les ha aplicado al menos una dosis; es decir, uno de cada cuatro ciudadanos ya fue vacunado. Para esa fecha, los contagios confirmados eran 2.6 millones y los decesos llegaban a 223 mil 507, con la salvedad que ya se habían registrado 19 semanas con descensos de la población activa con Covid-19, la cantidad de vacunas acopiadas semanalmente es de millones y la aplicación diaria de vacunas ha rebasado las 700 mil dosis. A ese paso, es posible que en octubre del año en curso los ciudadanos mexicanos estén ya vacunados por lo menos con una dosis. Lo que es ya un hecho, es que los adultos de 60 años o más y los trabajadores de la salud y de la educación ya terminaron su esquema de vacunación, lo que hace posible que en agosto estemos todos en actividades docentes en la modalidad presencial.

Son muchos los factores concurrentes para que con tan pocos recursos económicos los efectos de la pandemia no hayan sido tan severos. Entre otros, cabe mencionar la austeridad republicana, el manejo probo y eficiente de los recursos del erario, la menor evasión fiscal (los ingresos tributarios crecieron 1.2 por ciento en 2020), la compra consolida de medicamentos, equipo y material de curación, además de una ágil y productiva coordinación al interior del Poder Ejecutivo y la sinergia generada por el gobierno de la 4T. Para este año, además de estar ya todos vacunados y con inmunidad de grupo, la economía crecerá arriba del 5 por ciento, los ingresos tributarios tendrán un incremento real y la deuda pública como proporción del PIB habrá disminuido. No nos fue tan mal pese a no haber incrementado el gasto público.

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