Mujeres migrantes ante el actual contexto de pandemia

La pandemia ha venido a agravar el de por sí complejo contexto de criminalización y persecución hacia la migración indocumentada, así como de control fronterizo que existe hoy a nivel mundial. Esto adquiere rasgos particulares y más profundos para el caso de las mujeres migrantes, quienes a raíz del confinamiento han visto minados distintos espacios de socialización que les han permitido sortear dificultades que en el día a día comparten con otras mujeres.

En 2020, los datos sobre la migración mundial indicaban que de un total de 272 millones de personas en el mundo que se consideran migrantes internacionales 48 por ciento son mujeres; mientras que de las 19.6 millones de personas refugiadas en el mundo 50 por ciento son mujeres (OIM, 2020). Sobre esto es importante decir que existen profundas diferencias sobre la manera en que la migración es experimentada por hombres y mujeres. Como parte de esas distinciones, se encuentran las brutales experiencias de violencia en el tránsito migratorio, si bien es difícil recoger estadísticas para ese tipo de procesos, existen investigaciones que indican que entre 24 por ciento y 80 por ciento de las mujeres migrantes y refugiadas experimentan algún tipo de violencia sexual en su tránsito (ONU Mujeres, 2020). A ello, habría que sumar que, en esta situación de pandemia, y el difícil acceso que en el tránsito se tiene a condiciones sanitarias requeridas para evitar el contagio de Covid-19, existe una particular exposición de las mujeres migrantes hacia contraer dicha enfermedad tanto en el contexto de tránsito como de destino migratorio.

En cuanto a las actividades que las mujeres desempeñan en el ámbito laboral una vez que han llegado a su destino migratorio, los datos indican que en 2017 41.6 por ciento de personas trabajadoras migrantes en el mundo eran mujeres y, de todas ellas, 73.4 por ciento era trabajadoras domésticas migrantes internacionales (ONU Mujeres, 2020). En ese sentido, las mujeres migrantes enfrentan retos cotidianos al trabajar en actividades domésticas como son: no poseer contratos laborales o que tengan la caracterísitica de ser sumamente precarios; un difícil acceso a los medios de asistencia y protección que se adapten a su situación como migrantes, muchas veces indocumentadas; el aislamiento que pueden experimentar en el país de destino por condiciones culturales y ahora por la pandemia; desconocimiento sobre los derechos laborales que poseen y sobre la legislación en general; además de un incremento en las responsabilidades que implican la carga de los trabajos de cuidado (ONU Mujeres, 2020). Este último es un rasgo que comparten con gran parte de las mujeres en todo el mundo en este contexto de pandemia, quienes han visto potenciadas las actividades domésticas y de cuidado a su cargo pero que, para aquellas bajo la condición de ser migrantes y sobre todo para aquellas indocumentadas, se hace mucho más complejo. Según la OIM (2020), a nivel socioeconómico la pandemia y las medidas de confinamientotambién han puesto en riesgo los ingresos de las mujeres migrantes, generando condiciones de mayor dependencia hacia los empleadores; alejamiento de los servicios de protección social.

La tendencia a que las actividades laborales realizadas por mujeres migrantes internacionales se encuentren entre aquellas denominadas domésticas y de cuidados las coloca en condiciones particularmente expuestas al contagio de Covid-19. Foley and Piper (2020) realizan un estudio sobre los impactos y las implicaciones de la pandemia en mujeres migrantes trabajadoras con énfasis en aquellas que prestan servicios considerados como esenciales durante la pandemia como son los de cuidado en términos de salud, domésticos y sociales. Estas autoras contrastan, al mismo tiempo, la exclusión que estas mujeres viven con respecto a este tipo de servicios y apoyos y observan que la pandemia amplifica las dinámicas inequitativas por cuestiones de género para ese grupo y, además, genera nuevos sesgos que las impactan.

El difícil acceso a espacios de salud dignos en las zonas de destino para la atención de cuestiones sanitarias asociadas a las mujeres, como la salud reproductiva y el seguimiento de embarazos, las coloca en condiciones de mayor inseguridad frente al virus. Esto se observa a partir de experimentar una dificultad de acceso a los medios básicos de protección, por la propensión a vivir en condiciones de hacinamiento y por la sobrecarga de actividades de cuidado (OIM, 2020).

Por otro lado, también es claro el aumento de la xenofobia hacia las mujeres migrantes que, por su condición de extranjeras, tienden a ser asociadas con la portación del virus. Esto se vincula con la manera en que históricamente se ha identificado, discursivamente, al extranjero como fuente y explicación de los problemas que enfrentan los ciudadanos. Para Rodier (2015) no solo la industria de la seguridad obtiene beneficio de los controles migratorios, pues estos dispositivos tienen también una naturaleza ideológica. Según esta autora, se designan culpables para explicar las amenazas y justificar las acciones implementadas para buscar la tranquilidad de la ciudadanía, así el extranjero es el más fácilmente equiparable a la amenza de la delincuencia, el infiltrado, el terrorista, etcétera; hoy agregaríamos a este conjunto de discursos la amenaza del portador o infectado por el virus.

En este sentido, la OIM (2020) ubica la existencia de un rechazo xenofóbico intensificado en el contexto de pandemia, mismo que se refleja en procesos de estigmatización como extranjeras y potenciales portadoras del virus las convierte en blanco de amenazas, lo que pone en riesgo el acceso de las mujeres migrantes a espacios de atención a la salud. Por su parte, ONU Mujeres (2020) también encuentra que la discriminación que experimentan las mujeres por su condición migratoria es en gran medida derivada de la estigmatización que suele relacionar a la portación del virus con personas extranjeras.

Finalmente y, por desgracia, se ubica una intensificación de los niveles de violencia en el actual contexto de confinamiento, afectando de manera particular a las mujeres migrantes. Esta se expresa a distintas escalas, desde la manera en que las condiciones de aislamiento aumentan la exposición de las mujeres a la explotación sexual (OIM, 2020), así como la manera en que el confinamiento ha obligado a muchas mujeres a recluirse con sus abusadores o potenciales abusadores sumada a la mayor exposición a la violencia por la incertidumbre laboral (OIM, 2020).

 

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Bibliografía

 

Foley, Laura; Piper, Nicola (2020). COVID-19 and Women Migrant Workers: Impacts and Implications. International Organization for Migration (IOM).

 

OIM (2020) Los riesgos adicionales de la COVID-19 para las mujeres migrantes, y cómo abordarlos.

 

ONU Mujeres (2020) Mujeres migrantes y refugiadas en el contexto de la COVID-19.

 

Rodier, Claire (2015) El negocio de la desesperación ¿qué oculta la tragedia de los refugiados? Buenos Aires, Capital Intelectual.