El impacto de las contingencias ambientales en los sistemas alimentarios. Los desafíos globales frente a los problemas locales

El hambre y la desnutrición han sido problemas globales que se desprenden del modelo económico neoliberal imperante, donde se ha promovido la noción, en las economías de mercado, de que sólo se puede tener acceso a una alimentación adecuada si se cuenta con los ingresos suficientes para obtener los alimentos. Esta es solo una de las principales contradicciones y atentados al derecho universal a la alimentación, además de las asimetrías en la producción y acceso a los alimentos; por ejemplo, en el mundo existe un superávit en la producción de alimentos y a la par, sobresalen casos de países que sufren de hambrunas y terribles obstáculos para cubrir la dieta básica.

Los sistemas alimentarios son complejos; están formados de amplias cadenas de producción, abastecimiento y distribución de alimentos, donde convergen una serie de actores (productores agrícolas, ganaderos, comerciantes, distribuidores, actores del sector público y privado, etcétera). Dentro de estos sistemas también se dan diversos procesos que permiten entender las condiciones necesarias para contar con seguridad alimentaria, éstas son: disponibilidad y suficiencia de alimentos, acceso sin discriminación, inocuidad y consumo nutricional adecuado (FAO, 2023).

Fuente: Varillas Lima, 2015

Fuente: Varillas Lima, 2015

Estos cuatro componentes de la seguridad alimentaria han sido afectados por diversos procesos que van desde cuestiones económicas (desigualdad, pobreza y marginación), política (relaciones de poder y políticas públicas), hasta el rubro medioambiental. En este último punto, la pregunta que podemos plantearnos es: ¿Cómo afecta el cambio climático a los sistemas alimentarios?

La respuesta es multidimensional, esto es, dentro de relaciones causa-efecto y se puede analizar desde cada uno de los componentes de la seguridad alimentaria. En el caso de la disponibilidad de alimentos, principalmente en sistemas agroalimentarios, existe un riesgo latente de sufrir coyunturas catastróficas cuando se presentan contingencias ambientales como inundaciones, sequías o nevadas que afectan gravemente el rendimiento de las cosechas y con ello ponen en riesgo los puntos de consumo que dependen de estas zonas de producción.

Un ejemplo que, desde lo local, ejemplifica casos globales, es el del sistema agroalimentario formado entre las regiones de Palmar de Bravo y Tecamachalco en el estado mexicano de Puebla. La primera es una región altamente productora beneficiada por la afluencia de la cuenca hídrica de Papaloapan y que tiene 45,546.89 hectáreas dedicadas a la producción agropecuaria; la cual abastece directamente a la región de Tecamachalco formada por seis municipios con centros urbanos que ascienden a una población de 174,261 habitantes (Archivo Nacional Agrícola, 2007) (ver la imagen).

Existen numerosos estudios sobre el impacto del cambio climático en los sistemas alimentarios y en la seguridad alimentaria de una región; al respecto se pueden citar los estudios de Magrin (2012) sobre la región Pampeana Argentina y los de Dokken (1997) sobre la evaluación de la vulnerabilidad frente al impacto regional del cambio climático. En este caso, al encontrarse una relación de dependencia entre los centros de producción y consumo, la cadena de suministro puede verse afectada por contingencias repentinas que no pueden ser totalmente previstas por los productores y que tienden a afectar gravemente la suficiencia alimentaria de estas regiones.

El ejemplo presentado, se registró una disminución de 40 por ciento de la producción agrícola en la región de Palmar de Bravo, en el primer semestre del año 2007 debido a una fuerte oleada de inundaciones que afectó severamente a los cultivos de hortalizas; esto se registró en uno de los principales mercados mayoristas de la región, la Central de Abastos de Huixcolotla, ubicada en la región dependiente de Tecamachalco. Ante tal situación, los mayoristas de alimentos de dicho mercado intentaron suplir la demanda con la producción de la misma región, pero no fue posible debido a las condiciones adversas del sector agrícola en la región, caracterizadas, sobre todo, por una intensa sequía, sumada a la crisis del agua, que ha impedido el resurgimiento de la producción agrícola en esta región.

De esta forma, las alteraciones climáticas que se han presentado en diversas latitudes han reconfigurado muchos de los sistemas agroalimentarios, propiciando una situación de riesgo y vulnerabilidad que puede afectar gravemente a las poblaciones. Esto lo hemos visto en todo el mundo, inundaciones, sequías y nevadas que hacen perder a los agricultores enormes cantidades de hectáreas de cultivos que ponen en predicamento, no sólo su bienestar, sino también la de las personas que dependen de la producción dichos alimentos.

Así, el cambio climático puede tener como efecto la presencia mayor de este tipo de contingencias ambientales, lo cual afecta la disponibilidad y acceso de alimentos. Por su parte, la inocuidad y consumo alimentario, los otros dos componentes de la seguridad alimentaria, también pueden ponerse en riesgo debido a diversos procesos que contribuyen al problema global del cambio climático, esto sobre todo en la utilización indiscriminada de plaguicidas y pesticidas, así como el empleo, cada vez mayor, de alimentos transgénicos.

El uso de plaguicidas y pesticidas con altos contenidos químicos en la producción agrícola ha puesto en riesgo a los agroecosistemas y, con ello ha afectado gravemente el equilibrio medioambiental, dejando una enorme huella ecológica difícil de borrar. Esto ha provocado que los suelos presenten cada vez mayor erosión y se conviertan en tierras infértiles para los cultivos; además, han puesto en riesgo la salud de las personas, presentándose números casos de intoxicación y problemas relacionados con la inocuidad de los alimentos.

De igual forma, la entrada y presencia de alimentos genéticamente modificados o transgénicos ha impactado también al equilibrio ecológico de los agroecosistemas. Asimismo, al no cumplirse con los valores nutricionales suficientes, los transgénicos ponen en peligro la calidad de la nutrición de las personas, además de las modificaciones a la diversidad etnoecológica y biocultural.

Así como el cambio climático es producto de los procesos capitalistas, principalmente de la producción de dióxido de carbono por los procesos industriales y el uso de combustibles fósiles. La inseguridad alimentaria puede ser un efecto de las consecuencias del propio cambio climático, lo cual demuestra la constante relación de los subsistemas y sistemas que se encuentran tanto en el rubro medioambiental y alimentario.

Si no se piensa en una reconversión del modelo económico imperante que acentúa los efectos del cambio climático, no solo estaremos condenados a sufrir las alteraciones al medio ambiente que se desprende en desastres naturales que pueden afectar a las poblaciones, sino que también pondremos en riesgo la totalidad de nuestros sistemas alimentarios. La situación es crítica si pensamos con claridad que, sin agua ni alimentos, es imposible la supervivencia humana. Por tanto, se requiere, con urgencia, políticas públicas desde la escala local, regional y global; pero, sobre todo, un modelo que permita preservar los ecosistemas e impedir a toda costa que se consume la crónica de una muerte anunciada.

 

 

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