Haber presenciado la pandemia por el coronavirus SARS-CoV2 y consecuentemente Covid-19, no solamente nos ha mostrado la extrema vulnerabilidad a la que estamos sometidos sino también la urgente necesidad de establecer cambios orientados a la preservación del equilibrio ecológico, en un mundo tan globalizado que favorece la dispersión de enfermedades como nunca antes se había dado. Debemos indudablemente visualizar las perspectivas diversas que se presentan en un futuro cercano para poder prepararnos adecuadamente para enfrentar epidemias, pues nuestra existencia como especie está en un alto riesgo de perecer por esta razón.
Cada determinado tiempo, probablemente cada siglo podemos observar cómo la humanidad debe enfrentar epidemias, lo cual marca un verdadero reto a nivel mundial. En cuanto al impacto de la mortalidad, probablemente la viruela sea la enfermedad que a lo largo de la historia ha sido la más letal. Inclusive en el cercano Siglo XX, causó alrededor de 300 millones de muertes. De hecho con la llegada de los españoles y la colonización como tal de nuestro continente, atrajo diferentes microorganismos ajenos hasta entonces por la población de ésta región para los cuales los nativos no estaban inmunológicamente preparados, un hecho que fue determinante para la Conquista.
Tenemos, por otro lado, a la peste, que presentó varias etapas de las cuales, la más intensa conocida como “peste negra” causó entre 100 y 200 millones de muertos en África, Europa y Asia, condicionando que nada más en el continente europeo probablemente acabara con más de la mitad de la población.
La influenza es seguramente la siguiente pandemia con alcances letalmente sorprendentes. Se calcula que en el siglo pasado mató entre 40 y 50 millones de personas en el mundo. Erróneamente conocida como “gripe española”, se denominó así, pues en la Primera Guerra Mundial, España era neutral; es decir, que no participó directamente en el conflicto, por lo que fue el único país que notificaba los casos de individuos fallecidos, mientras que las naciones que estaban en guerra, ocultaban por cuestiones tácticas el número de muertos.
La evolución de la medicina, la investigación y el desarrollo tecnológico en los sistemas de salud no han sido suficientes para contrarrestar el efecto de las enfermedades. El Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) desde los años 80 hasta nuestras fechas, ya ha causado más de 30 millones de muertos en todo el mundo.
En cuanto a Covid-19, según la Universidad John Hopkins, ha habido cerca de 7 millones de muertes, aunque es muy probable que esta cifra sea subestimada. Pero entonces surge la necesidad de establecer valores contables que nos muestren el impacto de las enfermedades infecciosas a nivel global. En este sentido hay cuatro conceptos que debemos considerar: la endemia, el brote epidémico, la epidemia y la pandemia. La endemia nos marca los casos de una enfermedad que se esperan a lo largo del tiempo. El brote epidémico se da cuando se produce un número mayor de casos según lo esperado, de una misma enfermedad infecciosa, en un lugar y en un momento determinado y concreto. Una epidemia es cuando hay un exceso de casos que se mantienen en el tiempo y finalmente se habla de pandemia cuando la epidemia salta de al menos dos o más países, traspasando fronteras o continentes, produciendo la transmisión comunitaria.
Surge entonces una serie de condiciones biológicas que deben de ser tomadas en cuenta con la debida seriedad y conciencia social.
La enfermedad por el VIH continúa vigente como una pandemia de la que, desgraciadamente ya casi no se habla. Su transmisión persiste en todo el mundo y en algunos países las nuevas infecciones están aumentando, cuando antes estaban en descenso.
Se calcula que a finales de 2022 había 39,0 (de 33,1 a 45,7) millones de personas que vivían con el VIH, dos tercios de ellas (25,6 millones) en la Región de África, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). De hecho, en el año 2022 fallecieron 630 mil (de 480 mil a 880 mil) personas por causas relacionadas con el VIH y 1,3 (de 1,0 a 1,7) millones contrajeron el virus.
Con respecto a Covid-19, erróneamente se ha considerado que la pandemia ya terminó, cuando en realidad la OMS dio por terminada la emergencia sanitaria y no la pandemia como tal. En México, la misma OMS calcula que hay un total de casos que asciende a 7 millones 702 mil 582 con un número de muertos que se contabilizan en 334 mil 938 y un número de enfermos activos que no se pueden contar, pues en estos momentos se están combinando infecciones por otros virus como Adenovirus, Metapneumovirus humano, Virus parainfluenza, Influenza, Virus sincicial respiratorio y Rinovirus/enterovirus, entre otros.
El reporte y contabilización de los casos nos acerca a la realidad de una forma relativa y son necesarios modelos matemáticos sofisticados para poder deducir lo que está sucediendo, sobre todo, valorando lo que podrá generarse en función de medidas preventivas considerando lo que se conoce como “fuerza de asociación”, es decir, qué factores pueden tener una relación más intensa con la enfermedad.
Han cobrado actualidad conceptos como el R0 (pronunciado “R cero”) que se refiere al número básico de reproducción, que es una medida que describe la capacidad de un agente infeccioso (como un virus o una bacteria) para propagarse en una población susceptible. En términos simples, representa el número promedio de nuevas infecciones generadas por una persona infectada en una población. Con respecto al virus SARS-CoV-2, ha sido objeto de mucha atención y análisis a medida que los investigadores intentan comprender la velocidad y la intensidad con las que el virus se propaga en diferentes poblaciones. Es así como hemos aprendido a comunicarnos en formas más efectivas y prácticas, lo cual ha condicionado el desarrollo más efectivo de medidas preventivas, como mantener distancia física o la interrupción de cadenas de contagio en reuniones multitudinarias, así como la ventilación de los espacios, la higiene de manos, entre muchas otras medidas que buscan su control.
El problema se da cuando nos vamos familiarizando con los fenómenos que se dan alrededor de nuestro entorno y perdemos la idea de su justa dimensión. Es en esta situación cuando inclusive las matemáticas en su forma más simple nos ubican en la búsqueda de la verdad, reflejando cuantitativamente lo que va sucediendo en las poblaciones desde un punto de vista biológico y social. Algo que aparentemente no tiene relación, adquiere valores que sobrepasan lo que podemos visualizar a simple vista. Las matemáticas constituyen una de las mejores herramientas que nos permiten entender mejor la realidad de los problemas que cotidianamente debemos de enfrentar.