La generación y acumulación de conocimiento tienen un papel cada vez más relevante en el crecimiento y desarrollo de aquellos países donde la investigación e innovación tienen una importancia estratégica. En este sentido, el capital intelectual es uno de los aspectos más relevantes que explica la creación de valor en las organizaciones de la sociedad del conocimiento. Este capital intelectual esta soportado por el sistema de propiedad industrial, particularmente por el sistema de patentes, el cual se materializa bajo la concesión de derechos exclusivos a sus titulares. Con ello, el titular de una tecnología tiene la ventaja, a cambio de divulgar su conocimiento, de poderla comercializar sin que nadie pueda imitarle.
Al ofrecer protección y exclusividad, la patente se constituye como un instrumento que alienta a los inventores para continuar con el trabajo de innovación posterior que conseguirá que sus invenciones tengan una aplicación práctica. Esta protección jurídica confiere a su titular el derecho de impedir a otros fabricar, utilizar, vender, ofrecer para su venta o importar la invención patentada durante el plazo de vigencia de la misma. De esta forma, el conjunto de derechos otorga al titular de la patente una ventaja competitiva sobre los demás. Por otro lado, al revelar nuevos conocimientos a través de la divulgación de las invenciones, las patentes refuerzan la actividad inventiva. Con ello se difunde información que sirve como base para que otros inventores desarrollen nuevos productos, evitando así la duplicación inútil del esfuerzo en I+D al enfocarse sobre áreas realmente novedosas.
Puesto que las patentes constituyen títulos jurídicos, ellas pueden ser objeto de negociación, facilitando así el intercambio de tecnologías entre empresas y/o países. En este sentido, un país con una débil inversión en I+D (y por ende una pobre generación de patentes) se considera que depende de aquellas tecnologías e innovaciones desarrolladas en otros países. Ejemplo de este intercambio de tecnologías es la cantidad de patentes en México, donde se han reclamado un total de 160 mil patentes en los últimos 10 años. El punto a subrayar es que sólo 4% corresponde a inventores mexicanos, mientras que los inventores de los Estados Unidos de Norteamérica han reclamado más de 80 mil solicitudes (47%); esto último pone en evidencia nuestra dependencia por aquellas tecnologías desarrolladas en ese país.
Adicionalmente, es sabido que los países poseen un sistema de generación de conocimiento con la finalidad de utilizarlo en beneficio de su población. Este sistema, invariablemente, tendrá que divulgar los frutos de su investigación para ser aprovechados por aquellos que la financiaron. Sin embargo, cuando el fruto de la investigación es divulgado por medios diversos (revistas, congresos, libros, etc.) y no reclamado como patente, se produce una brecha dentro del ciclo de innovación. Esta brecha se origina a causa de que no habrá persona o empresa alguna que quiera hacer uso de dicho producto de investigación sin tener un monopolio de su explotación mediante un licenciamiento. Esta situación es palpable en nuestro país a causa del bajo reclamo de patentes por aquellas instituciones pertenecientes al sistema de generación de conocimiento, tan solo mil 400 solicitudes de patentes reclamadas en los últimos diez años por nuestras universidades y centros de investigación. Si bien este reclamo se ha duplicado con respecto al período 1991-2000, los números siguen siendo pobres.
Desde el punto de vista de las empresas, la transferencia de tecnología se refiere a las ventas o concesiones, hechas con ánimo lucrativo, de un conjunto de conocimientos que permitan al arrendatario fabricar en las mismas condiciones que el arrendador. En este sentido, las empresas mexicanas desarrollan una casi nula cantidad de tecnología, por lo cual dependen de aquellas tecnologías generadas en el extranjero, o en pocas de las veces de aquellas generadas por nuestro sistema de generación de conocimiento (universidades y centros de investigación). Esta última opción ha cambiado en recientes años debido al reconocimiento por parte de las empresas de aquellas innovaciones generadas en el seno de las universidades. Por su parte, las universidades han detectado algunas de las necesidades de las empresas y se han dado a la tarea de generar tecnologías que respondan a dichas necesidades.
Sin embargo, debido a la compleja estructura de las universidades, la transferencia de conocimiento ha sido realmente difícil. Por ello, y tomando en consideración modelos de transferencia de tecnología de países más avanzados en este rubro, se han creado unidades de gestión de patentes y transferencia de tecnología. Prueba de ello es la reciente creación de oficinas de Transferencia de Tecnología de la UNAM (2008), Tecnológico de Monterrey (2005), Instituto Politécnico Nacional (2005), UANL (2005), y BUAP (2011), entre otros. Este esfuerzo se ve también reforzado con la creación el año pasado de la Red Mexicana de Oficinas de Transferencia de Tecnología. Con ello se espera que en un determinado tiempo las innovaciones generadas en las universidades salgan al mercado, contribuyendo así con la economía nacional.