La curación a través de hierbas o plantas medicinales tiene varios siglos de vigencia. Tenemos la certeza de que las hierbas poseen efectos terapéuticos porque han sido utilizadas por los seres humanos durante miles de años para curar o aliviar dolencias y enfermedades. Con el paso del tiempo las prácticas peligrosas han sido excluidas en su uso, las hierbas psicotrópicas se identificaron y reservaron para propósitos religiosos, y se extendió el uso de las plantas medicinales más beneficiosas.
Mediante el uso del conocimiento heredado de generación en generación, los antiguos pobladores acudían a la naturaleza como su medio de supervivencia más inmediato, enriqueciéndose al paso del tiempo. Por lo tanto, las plantas no sólo eran parte de la dieta general; también estaban disponibles para ser usadas para crear arte, magia o curar las enfermedades, siendo la gran alacena y botiquín. A su vez, para todas las antiguas culturas, la naturaleza les entregaba a los humanos herramientas y conocimiento en una erudición que los humanos irían descubriendo (que incluso dio paso a compilar un acervo de plantas de poder, utilizadas con fines rituales y místicos) y utilizando de diversas maneras.
Las hierbas son organismos muy complejos, y al analizarlos por medio de métodos de identificación, se puede apreciar que pueden contener docenas de constituyentes que pueden ser útiles para elaborar preparaciones medicinales o fitomedicamentos. Un químico aislaría los ingredientes activos, pero un herborista sostendrá que la naturaleza es muy sabia y que la mezcla de compuestos que se hallan presentes en las hierbas son más eficaces cuando actúan conjuntamente.
Aunque podemos encontrar actualmente un gran número de trabajos de investigación que han demostrado el valor del uso tradicional de las hierbas enteras, sabemos muy poco respecto a la forma en que las hierbas actúan en el interior del cuerpo. La ciencia moderna no ha desarrollado esta labor, buena parte de los conocimientos médicos se basan solo en la patología y en prácticas de poco rigor científico. Como resultado, los conocimientos presentan escasa relevancia y aportan poca información al estudio de los remedios elaborados con plantas enteras y su modo de acción en el organismo. Es necesario contar con una nueva metodología. Aun así, en México 90 por ciento de los habitantes empleamos la medicina herbolaria; es decir, la sabiduría en este sector no se ha perdido, y sobrevive a la sombra de las grandes corporaciones farmacéuticas.
Una planta medicinal es un recurso biológico que puede emplearse completa o partes de ella para el tratamiento de afecciones diversas como dolor de cabeza, estómago, hinchazón, etcétera. La práctica médica que hace uso de la herbolaria es llamada medicina tradicional o herbolaria. Es posible referirse a ellas como droga medicinal o remedio herbolario; la acción terapéutica (alivio o curación), se debe a que contiene principios activos.1 La parte de la planta empleada que contiene el principio activo puede prepararse para su uso manualmente. Existen las llamadas formas galénicas; después aparecieron las fórmulas magistrales que son las mezclas de diversos principios activos elaborados siguiendo instrucciones específicas. Para su extracción frecuentemente se emplean métodos como la decocción e infusión, para su consumo inmediato, y la preparación de tinturas, elixires y ungüentos para aplicaciones a mediano plazo. Actualmente ya se cuenta con presentaciones farmacéuticas de extractos estandarizados en cápsulas, comprimidos cremas y jarabes.
Moléculas que curan:
principios activos
La ciencia se ha dado a la tarea de estudiar y explicar críticamente cada planta, cada extracto, cada fórmula, identificando los principios activos responsables de la actividad medicinal. La industria farmacéutica actual ha basado su avance en los conocimientos herbolarios para la síntesis y elaboración de algunas moléculas farmacológicas similares a las presentes en ciertas plantas, y que muchas sustancias derivadas forman parte de los medicamentos modernos, como la famosa aspirina. Diversos fármacos empleados hoy en día —como la morfina, la quinina, la aspirina o la digital— sus principios activos son aislados de moléculas presentes en remedios vegetales tradicionales usados incluso en épocas prehistóricas, aun sin conocimiento de sus principios activos. Su origen persiste en las etimologías, como el ácido salicílico, así llamado por extraerse de la corteza del sauce (Salix spp.); o la digital, extraída de la planta del mismo nombre.
Se llaman metabolitos secundarios de las plantas a los compuestos químicos sintetizados por las plantas que cumplen funciones no esenciales en ellas, de forma que su ausencia no es letal para el organismo, como terpenos, compuestos fenólicos y alcaloides. Los químicos empezaron a estudiar estas sustancias por su importancia como drogas medicinales, venenos, saborizantes, pegamentos, aceites, ceras, y otros materiales utilizados en la industria. En algunos estudios biológicos más recientes, se determinó que la mayoría de los metabolitos secundarios cumplen funciones de defensa contra predadores y patógenos, actúan como agentes alelopáticos —que ejercen efectos sobre otras plantas—, o para atraer a los polinizadores o a los dispersores de las semillas (Swain 1973,2 Levin 1976,3 Cronquist 19774 ). El reconocimiento de las diversas propiedades biológicas de muchos metabolitos secundarios ha alentado su investigación como medicamentos, antibióticos, insecticidas y herbicidas, y ha conducido a una reevaluación de los diferentes roles que desempeñan en las plantas.5-8
En los últimos años el consumo de plantas medicinales ha ido en aumento y muy frecuentemente se emplean en combinación con medicamentos prescritos por los médicos. Se tiene la falsa creencia de que los productos a base de plantas son inocuos e incluso ventajosos por su origen “natural”. Esta falsa percepción se basa en la tradición de su uso, no en estudios sistemáticos que evalúen su seguridad, que por lo general no se llevan a cabo. Sin estos estudios, únicamente pueden ser detectados riesgos evidentes y de reacción inmediata. La cicuta, el cianuro, las toxinas de las setas venenosas, tienen en común ser tóxicos y venenosos; sin embargo, son productos tan naturales como la miel de abeja.
Como cualquier medicamento, las plantas pueden provocar reacciones adversas, intoxicación por sobredosis o interacciones peligrosas con otras sustancias, por lo que resulta indispensable comunicar al médico el consumo de preparados naturales. Es necesario el mismo control médico estricto con las plantas medicinales que con los medicamentos de patente, ya que pueden servir como remedios o venenos, dependiendo de las dosis, la oportunidad, la vía de administración, la constitución del sujeto tratado, entre otros factores. Por si esto fuera poco, es frecuente que en los productos a base de plantas medicinales se den problemas de confusión entre unas plantas y otras, además de contaminación con bacterias patógenas, pesticidas, metales pesados y medicamentos.
¿Por qué son útiles los fitomedicamentos?
Los fitomedicamentos permiten regular, estandarizar y facilitar la manipulación y dosificación de los principios activos herbolarios. Siguiendo las normas, los extractos obtenidos industrialmente deben tener cuidados mínimos: el material vegetal, donde se encuentran los principios activos debe ser adecuadamente molido; la extracción debe efectuarse mediante el método adecuado, el disolvente adecuado, puede extraerse por maceración o percolación, la concentración del extracto debe realizarse por un método que no afecte el principio activo y algunas drogas requieren tratamientos preliminares antes de usarse. Mientras la medicina herbal tradicional utilizaba partes o extractos vegetales, la necesidad de comprender con precisión el uso de los distintos componentes, de graduar con precisión la dosis empleada y de elaborar de manera estandarizada fármacos homogéneos, han ocasionado que la mayoría de las drogas producidas por la industria farmacéutica contengan sólo el o los principios activos. En la mayoría de los casos, éstos aún se obtienen directamente de las plantas medicinales; en otros casos, éstos se investigan para aislar el principio activo, y éste se sintetiza luego de manera artificial. La investigación de las propiedades medicinales de una planta es una labor compleja, que involucra diversas disciplinas que van desde los informes etnográficos de los etnólogos hasta el análisis de laboratorio de químicos, farmacólogos y médicos.
Bibliografía
- Mendoza- Patiño, N. Farmacología médica. Ed. Médica Panamericana, 2008. ISBN: 9687988444, 9789687988443. 1000 pp.
- Swain, T (editor). 1973. Chemistry in evolution and systematics. Butterworth, Londres.
- Levin, DA. 1976. «The chemical defenses of plants to pathogens and herbivores». Ann Rev. Ecol. Syst. 7: 121-159.
- Cronquist A. 1977. On the taxonomic significance of secondary metabolites in angiosperms. Plant Syst Evol., supll 1: 179-189.
- R. Croteau, T. M. Kutchan, N. G. Lewis. «Natural Products (Secondary Metabolites)». En: Buchanan, Gruissem, Jones (editores). Biochemistry and Molecular Biology of Plants. American Society of Plant Physiologists. Rockville, Maryland, Estados Unidos. 2000. Capítulo 24.
- Taiz, Lincoln y Eduardo Zeiger. Secondary Metabolites and Plant Defense. Plant Physiology, Fourth Edition. Sinauer Associates, Inc. 2006. Capítulo 13.
- Goodwin TW. 1971. Aspects of terpenoid chemistry and biochemistry. Academic Press, Londres.
- Robinson T. 1981. The biochemistry of alkaloids. 2ª ed. Springer, Nueva York.