Jesús Pérez Romero estudió en la escuela de Físico Matemáticas de la Universidad Autónoma de Puebla, fue docente y director del Instituto de Ciencias de esta máxima casa de estudios. De la mano de grandes hombres de ciencia, visionarios y progresistas colaboró en la consolidación de la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas que hoy se enorgullece de tener un sólido nivel académico y posgrados de competencia internacional. Pérez Romero comparte con Saberes y Ciencias parte de esta historia.
En 1950 se funda la escuela de Físico Matemáticas con la anuencia del entonces rector de la universidad Horacio Labastida y el apoyo de los ingenieros Alberto Ancona y Luis Rivera Terrazas. La escuela se echó andar pero había un gran problema, no había científicos que dieran clases, el México de los 50 no es el de hoy, la gente con posgrado se podía contar con las manos.
Por aquél entonces el rector Labastida le escribió a Carlos Graef, estudiante del doctorado en física en Estados Unidos para compartir la noticia de la creación de la escuela. Carlos Graef le respondió a Labastida que si algún día regresaba a México y no encontraba trabajo vendría a esta universidad a dar clases. Tiempo después Graef llegó al Observatorio de Tonantzintla y trabajó en la UAP.
Los primeros graduados de la escuela fueron Virgilio Beltrán, Augusto Moreno, Mari Carmen Ancona, Eugenio Ley Koo.
En 1961 ingresé a la universidad y a 11 años de fundada, la escuela se reducía a una pieza en el Carolino, un cuarto oscuro para revelado de fotografías, tres escritorios y si acaso una veintena de libros, no éramos más de una docena de estudiantes en toda la escuela. Raymundo Bautista y yo decidimos estudiar paralelamente la carrera de química; nos daba miedo, nadie se imagina cómo podríamos vivir de las matemáticas.
En 1962, a instancia del ingeniero Alberto Ancona, fundamos el Círculo Estudiantil Matemático, era una cosa de chamaquitos, los más avanzados éramos Raymundo y yo de segundo año; cinco compañeros de primero y algunos alumnos de preparatoria que gustaban de la disciplina. En aquel entonces conseguimos un proyector y unas filminas del Instituto Latinoamericano de Comunicación Educativa (ILCE) sobre temas de matemáticas, física y astronomía. Nos íbamos a dar conferencias a las secundarias y preparatorias de la ciudad y adicionalmente organizábamos conferencias para universitarios; había que ir a la Ciudad de México a conseguir conferencistas, Emilio Lluis Riera, presidente de la Sociedad Matemática Mexicana, Alfonso Nápoles Gándara, primer matemático doctorado en Estados Unidos, Félix Rencillas, Carlos Ímaz, José Adem, los gurús de las matemáticas en ese tiempo daban conferencias en el Salón Barroco.
También organizamos un ciclo de conferencias de física, invitamos a Carlos Graef, Alberto Barajas, Virgilio Beltrán y otros más, se respiraba entusiasmo, los sábados por la tarde venían a darnos clases, era fin de semana por la noche y la escuela estaba trabajando, había recelo por ello.
Graef y Beltrán convencieron al rector de la UNAM, el doctor Chávez de que comisionara a Leopoldo García-Colín, Fernando Chaos y al propio Virgilio de dar clases en Puebla de tiempo completo.
La escuela de físico matemáticas de Puebla era una sorpresa para el país, fuera de la capital era la única que tenía personal con buena presentación, en ese entonces ya había varias escuelas de ciencias en el país, Merida, Morelia, Monterrey, Sonora, el Poli, pero no tenían profesores.
De 1963 a 66 García-Colín organizó cursos de invierno, de un mes de duración y becaban a los alumnos de la provincia para que vinieran a Puebla a aprender lo que no podían aprender en sus escuelas. En aquel tiempo el Instituto Nacional de la Investigación Científica (INIC) patrocinó esos cursos; fue una lucha conseguir las becas, el instituto contaba con un presupuesto ridículo para toda la República.
A Raymundo Bautista, Rolando Rodríguez y a mí nos convencieron de irnos a la UNAM a terminar la carrera, nos becaron y firmamos un convenio comprometiéndonos a regresar para reabrir la escuela de matemáticas. Cumplimos el compromiso y regresamos a Puebla siendo pasantes, pero ese año destruyeron la escuela, la quemaron, al frente del contingente combativo venía el rector José Garibay, las fuerzas conservadoras habían ganado.
Nos expulsaron de la universidad; no sabíamos qué hacer, vimos destruidos nuestros esfuerzos, estábamos devastados. Cuando nos corrieron le dije al ingeniero Terrazas, “yo no soy García- Colín, apenas soy pasante pero si algún día hay oportunidad de reabrir la escuela cuente conmigo, yo sí regreso”.
Me fui al Instituto Nacional del Petróleo con García-Colín como director de investigación, fui a hacer matemáticas aplicadas, algo de lo que nadie tenía idea.
En 1972 el ingeniero Terrazas me mandó a llamar y me recordó aquella despedida en 66 “oiga, cuando cerraron la escuela usted dijo que regresaría ¿era serio? Le ofrezco tiempo completo A.” En el instituto ganaba 7 mil pesos, era un buen sueldo, el tiempo completo a en la UAP era de 3 mil, se lo comenté al ingeniero y me dijo: “¿dónde está su compromiso con el país?”. Me regresé a Puebla a ganar la mitad (ríe).
En 1973 decidí irme a Estados Unidos, a Kansas Tech University a estudiar cosas que había descubierto en el Instituto Nacional del Petróleo. Cuando regresé a Puebla, la universidad había cambiado, ya no era el ambiente hostil de los 60; Terrazas era rector.
Ese año fui nombrado presidente de la Sociedad Matemática Mexicana, era la primera vez que la presidencia estaba en provincia. El apoyo de la UAP para hacer matemáticas fue relevante; le propusimos a la SEP un proyecto inspirado en el Centro matemático de la Alemania Federal, un castillo habilitado para hacer matemáticas. En ese entonces López Portillo era presidente y había aprobado el proyecto de la sede de la sociedad en el Convento del Carmen en Atlixco, presentamos los planos del proyecto y lo sometimos a votación ante la sociedad, fue aprobado por unanimidad. Vino una crisis económica en el país que acabó con el dinero y el proyecto.
Raymundo Bautista fue nombrado director del Instituto de Ciencias de la UAP (ICUAP); organizó foros internacionales con líderes mundiales en la materia, se respiraba un ambiente matemático. Fui director académico del ICUAP mientras Bautista estaba en Kiev haciendo una estancia de seis meses, después lo nombraron director del Instituto de Matemáticas de la UNAM y me quedé con la dirección del ICUAP. En 1989 concluí mi periodo al frente del ICUAP y regresé a la facultad a dar clases, antes los maestros no se jubilaban y morían de viejitos en la universidad pero la UAP se había complicado, me jubilé en 1993.
Cuando cayó la Unión Soviética algunos científicos migraron a Puebla como David Hughes, Peot Dovol y posteriormente llegaron científicos cubanos con muy buen nivel como Fraguela y Jiménez Pozo.
Sigo yendo a la universidad; me invitan como joya de museo a que platique de estas cosas, de la importancia de generar un ambiente propicio para las ciencias. Hoy permea la idea neoliberal del individualismo, el Sistema Nacional de Investigadores promueve que los científicos acumulen puntos; yo no me imagino a mis profesores haciendo puntos; en el tiempo en que luchábamos para consolidar la escuela de Físico Matemáticas los maestros estaban puestos para dar pláticas donde fuera y de su bolsa pagaban los pasajes, era compromiso y convicción de hacer algo por este país, ahora a los investigadores los han metido a este sistema que valora por puntos.
Los proyectos grandes se hacen en equipo, como la consolidación de la escuela donde ahora hay doctorado, antes ni soñar ¡bah! ni la carrera completa.