¿Todo pasado fue mejor?

Foto: Enrique Taboada

Foto: Enrique Taboada

Hace unos días en las redes sociales vi un meme que bajo la fotografía de unos niños jugando en la calle decía: “si no jugaste con tus amigos hasta tarde en la calle, no tuviste infancia”. Esta aseveración me llevó a pensar en el total desacuerdo que tenía con la imagen, la construcción de las infancias no puede ser una, pues cada niño/a se encuentra influido por su tiempo, espacio y contexto sociocultural y económico. Apelar a la construcción de una infancia única nos hace estigmatizar lo nuevo, desacreditar el futuro y afirmar que todo pasado siempre fue mejor. Quizás el problema con este tipo de aseveraciones es el miedo a la construcción de un futuro distinto del que no sabemos nada y que causa preocupación ante el desconocimiento, por ello nos refugiamos en un pasado conocido que se idealiza.

En este sentido, la construcción de las nuevas infancias no se puede ni debe desvincular de la influencia y trascendencia de las tecnologías de la información y la comunicación, pues la incidencia contundente de las tecnologías ha abierto la brecha hacia nuevos campos de esparcimiento social y construcción educativa. Actualmente, son las generaciones de milenials que crecieron jugando Atari o Nintendo, quienes han creado nuevas carreras y líneas de sociabilidad y conocimiento que atienden a nuevos constructos sociales, develando la importancia del espacio digital.

En el siglo XXI la ONU estableció en su agenda para el desarrollo sostenible, la necesidad de que los gobiernos crearan entornos que favorecieran la educación de calidad, equitativa, inclusiva y sustentable, asegurando la igualdad de oportunidades para ejercer la educación como un derecho y no como un privilegio. Al atacar las desigualdades, el arribo de la pandemia causada por el Covid-19 planteó nuevos paradigmas sociales, en donde los niños y niñas regresaron a sus hogares y bajo periodos de confinamiento forzoso o por elección, intentaron tomar clases a distancia en un sistema escolar que, de manera atropellada, realizó sus mejores esfuerzos para trasladar la escuela presencial a la educación a distancia: error.

Retomando la construcción social de mirar al pasado idealizando lo mejor, esta escuela a distancia no recordó los alcances y limitaciones de las tecnologías; en la premura, olvidó las enseñanzas que había dejado la pandemia causada por la gripe española a inicios del siglo XX, donde los niños tomaron clases alrededor del radio; también olvidó las interesantes propuestas de las telesecundarias que se han utilizado durante el siglo XX y parte del XXI, o la exitosa campaña del profesor italiano Alberto Manzi que, en colaboración con el Ministerio de Instrucción Pública y la televisión, logró un fabuloso programa de alfabetización para adultos, que bajo el lema “Nunca es demasiado tarde” logró que un millón y medio de personas obtuvieran su licencia elemental al aprender a leer y escribir.

La reticencia a las tecnologías ha evitado repensar el acto educativo y el proceso de enseñanza–aprendizaje, cuando éstas son herramientas útiles para la construcción del conocimiento. Probablemente, el dar por sentado el slogan actual de que son “aparatos inteligentes” ha promovido que se encasillen en elementos de novedad, cuando estos instrumentos distan mucho de ser inteligentes, sólo son herramientas útiles que ayudan en la realización de actividades mecánicas, ¡las personas son las inteligentes! y el uso de estos aparatos ayuda al desarrollo de otras inteligencias que no son la verbal o lógico-matemática, por ejemplo, auxilia a la niñez que posee inteligencia visual, espacial o musical.

Las tecnologías ayudan a eliminar barreras; por ejemplo, un niño zurdo que escasamente podía tener un mouse para computadora hecho para sus necesidades de lateralidad, con el uso de una tablet, ha eliminado esa barrera de acceso al conocimiento y la alfabetización digital, o un infante con movilidad reducida, puede a través de un dispositivo, generar relaciones interpersonales con niño/as de otras partes del mundo sin estar físicamente en el mismo espacio, creando un empoderamiento de las infancias al recuperar su voz.

Un pequeño avance en la construcción de las tecnologías para el empoderamiento se encuentra en la aplicación PYPU, que surge como resultado del intenso trabajo del programa Pequeñas y Pequeños Universitarios que se realiza en la Universidad Autónoma de Tlaxcala, donde se busca acompañar a la niñez en su desarrollo socio emocional, tejiendo redes de co-protagonismo entre niñas y niños con discapacidad intelectual y auditiva. En el siguiente enlace podrás conocer la aplicación y explorarla junto con los más pequeños de la casa, pues aunque se encuentra dirigida a la infancia con discapacidad, cualquier niño o niña puede jugar y exponer su voz. Para acceder a la aplicación únicamente se debe entrar en https://pypu-uatx.app/home

Es necesario construir estos espacios digitales con un enfoque distinto a la escuela tradicional, al crear estructuras digitales que no sólo brinden información, sino que favorezcan el empoderamiento de los usuarios para la construcción de una aldea global y cambiante, donde se construya lo que los japonenses llaman los “ciudadanos del mundo” quienes bajo un método activo y participativo, basado en el respeto, altruismo y tolerancia a las diferencias culturales, abogan por el cuidado del medio ambiente, la enseñanza de las matemáticas, los idiomas y la importancia de las tecnologías, redes sociales y negocios.

No será de extrañar entonces que, dentro de algunas décadas, si la niñez actual hiciera un meme que dijera “si no pasaste años en confinamiento en tu casa, aprendiendo a entrar a Zoom, Google meet, Classrrom, sacaste fotos, subiste evidencias, aprendiste a utilizar plataformas y tuviste juegos de video para conectarte con tus amigos y amigos virtuales, no tuviste infancia” también será válido.

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