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Votos volátiles

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Los ciudadanos que ejercen su derecho al voto y nunca cambian de opción electoral son más que los que no mutan, aun así, a ninguna de las fuerzas contendientes le son suficientes esas preferencias eternas y leales, y en los comicios buscan allegarse el voto volátil, ya sea por su programa, ya por sus candidatos o sus estrategias, éstas últimas incluyen prácticas no muy nobles pero cada vez más recurrentes: compra de voto, coacción, intimidación y amenaza, descalificación, coptación de órganos electorales y de medios de comunicación. Los comicios efectuados en contextos de crecimiento real del salario, de una mejoría en la calidad de vida de la ciudadanía y de respeto al ejercicio de los derechos humanos no siempre tiene el mismo desenlace que aquellos realizados donde campea la corrupción, la impunidad, la inseguridad pública, la criminalización de la protesta social y el empobrecimiento de la población. Formalmente la opción tradicional se puede autoproclamar vencedora —como lo convinieron el PRI y el PAN en 1988 y 2006— pero carece de la legitimidad, de consenso, de credibilidad y respeto; son prisioneros de los poderes fácticos y las concertacesiones deterioran su liderazgo.

p-13Los días 6, 7 y 8 de julio de 2012 aplicamos una encuesta telefónica a 425 ciudadanos radicados en el municipio de Puebla sobre la orientación de su voto en la elección presidencial de 2006 y 2012, y la elección de gobernador de Puebla en 2010. Con base en esta encuesta hicimos un ejercicio sobre la permanencia y volatilidad del voto, que es la base del presente artículo. Los datos mencionados corresponden a los ciudadanos que en 2006 tenían 18 años o más (o 24 años o más en 2012); registramos que los votos duros fueron aquellos que en ambas elecciones presidenciales (2006 y 2012) fueron al mismo partido (PAN, PRI o PRD) o que no votaron en ninguno de esos procesos; los votos definidos como volátiles son aquellos que cambiaron entre ambos comicios. Con base a la población de 24 años o más, una tercera parte del total de ciudadanos del municipio de Puebla cambió la orientación del voto, dos terceras partes fue siempre constante en su preferencia electoral; algunos ganaron con esos cambios (PRD y PRI), otros perdieron (PAN).

En la elección presidencial de 2012, el PRD ganó 10 puntos respecto a la elección similar de 2006; la mayor parte de ese incremento procedió de ciudadanos que en 2006 dicen haber sufragado por el PAN o no votaron. En la elección presidencial de 2012, el PAN perdió 15 puntos respecto a la elección similar de 2006, la mayor parte de esa pérdida se canalizó al PRD y al PRI. En la elección presidencial de 2012, el PRI ganó 10 puntos respecto a la elección similar de 2006; la procedencia de ese incremento provino del PAN y de ciudadanos que no sufragaron en 2006. Es multicausal la volatilidad del voto, en algunos casos en proactiva (a favor de algo); en otros, reactiva (en contra de algo), o ambas. Hay candidaturas que tienen registros de intención de voto más altos que sus partidos, ya sea por su credibilidad, carisma, honradez, eficiencia, sencillez o congruencia, como puede ser el caso de López Obrador y Morena en la actualidad, esos candidatos aportan votos a su partido. En otros, casos, el partido tiene el marketing de la marca, supera en intenciones al mejor posicionado de sus candidatos, como es el caso del PAN. Caso singular es el del PRI en que candidatos y partido tienen registros de intención de voto moderado, y la aceptación de ambos es menor al rechazo que generan; crecer para esa opción es muy costoso y no le da legitimidad: el burro hablando de orejas (corrupción, impunidad, narcotráfico, inseguridad, pobreza, deterioro ambiental). Una candidatura presidencial que genere confianza desestabiliza al PAN y al PRI, cuyos votos duros serían insuficientes para competir; los votos que en elecciones locales tuvieron como destino el PAN, pueden volcarse hacia las izquierdas en una elección presidencial.

Los ciudadanos de 24 años o más que en 2006 y 2012 dicen haber votado por Andrés Manuel López Obrador tenía 47 años en promedio en el año de aplicación de la encuesta, una escolaridad de 13 años (primero de licenciatura); son empleados, amas de casas y trabajadores por cuenta propia; siete de cada 10 de ellos percibía menos de cinco salarios mínimos; 75 por ciento tenía una valoración negativa del órgano electoral; 85 por ciento dijo que no se respetó el sufragio en 2012; 94 por ciento afirmó que sí hubo compra de votos en ese año; 89 por ciento se sentía poco o nada satisfecho con la democracia y, en seis de cada 10 casos, decían que había que pelear el resultado electoral de 2012. Solamente uno de cada dos de esos adláteres de López Obrador se siente identificado con el PRD, y siete de cada 10 dicen que nunca votarían por el PRI. En la elección de gobernador de 2010, la mitad de los sufragantes que López Obrador tuvo en 2012, dicen haber votado por Rafael Moreno Valle para gobernador en 2010. Es pausible que en la próxima elección de minigobernador en Puebla, una tercera parte de los votos que tuvo Moreno Valle en 2010 se vuelquen ahora al PRD y Morena, como ya sucedió en 2012.

Los ciudadanos de 24 años o más que en 2006 y 2012 dicen haber votado por el PAN tenía 49 años en promedio en el año de aplicación de la encuesta, una escolaridad de 12 años (nivel medio superior); son amas de casas y empleados; seis de cada 10 de ellos percibían menos de cinco salarios mínimos; 59 por ciento tenía una valoración negativa del órgano electoral; 67 por ciento dijo que no se había respetado el sufragio en 2012; 92 por ciento afirmó que sí hubo compra de votos en ese año; 80 por ciento se sentía poco o nada satisfecho con la democracia; 58 por ciento de ellos dice estar representado por el PAN y 35 por ciento no se identifica con ninguna organización electoral; 51 por ciento se autodeclara antipriista y 38 por ciento antiperredista. En la elección de gobernador de Puebla de 2010, 92 por ciento de ellos dice haber votado por Rafael Moreno Valle, quizá no suceda así en 2016, ya que la candidatura independiente de Ana Teresa Aranda tiene actualmente, al menos, cuatro por ciento de la intención del voto y buena parte de éstas son del voto leal y constante del PAN.

Los ciudadanos de 24 años o más que en 2006 y 2012 dicen haber votado por el PRI tenía 51 años en promedio en el año de aplicación de la encuesta, una escolaridad de 10 años (primero de preparatoria); son amas de casas y empleados; seis de cada 10 de ellos percibían menos de cinco salarios mínimos; solo 16 por ciento tenía una valoración negativa del órgano electoral; 19 por ciento dijo que no se había respetado el sufragio en 2012; 26 por ciento afirmó que sí hubo compra de votos en ese año; 15 por ciento se sentía poco o nada satisfecho con la democracia. 83 por ciento de ellos dicen estar representado por el PRI y 17 por ciento no se identifican con ninguna organización electoral; 62 por ciento se autodeclara antiperredista y 19 por ciento antipanista. En la elección de gobernador de Puebla de 2010, 86 por ciento de éstos votaron por Javier López Zavala y 12 por ciento por Rafael Moreno Valle. Los priistas de voto duro tendrían como segunda opción electoral al PAN. Una campaña negra podría quitarle seguidores al PRI y sumárselos al PAN.

Los seguidores de López Obrador tienen como primera opción electoral a Morena y al PRD, como segunda, al PAN. Los panistas tendrían como segunda opción electoral al PRD y Morena en tanto que los priistas tendrían como segunda opción al PAN, como ya se indicó. A la pregunta abierta, ¿Cuando oye el nombre de…a qué lo asocia?, 5 por ciento de los ciudadanos que hemos identificado como núcleo duro de PRD le ve algún atributo positivo al PAN en tanto que 70 por ciento se lo ve al PRD; 13 por ciento de los ciudadanos leales y constantes al PAN le ven cualidades positivas al PRD en tanto que 65 por ciento se las ve al PAN; 12 por ciento del voto duro del PRI le ve atributos positivos al PAN y 49 por ciento al PRI. El PRI no es segunda opción de nadie y, para los leales y constantes a ese partido, solamente uno de cada dos le ve algo positivo, las posibilidades de crecimiento y competitividad electoral del PRI son precarias y cada vez más costosas.

 

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