Abierto, el debate sobre la política de ciencia y tecnología

La posibilidad de un cambio en México se presenta hoy como algo mucho más tangible que antes, que abarca no solo su funcionamiento económico, sino a toda la sociedad en su conjunto; esto a pesar de que, a dos meses de su elección, la próxima administración presidencial va generando claroscuros entre sus promesas de campaña y su concreción en políticas y acciones inmediatas. El ámbito de la ciencia y la tecnología es ilustración de ello.

Es importante considerar que la propuesta general de la nueva administración señala que se trata de “una nueva visión del país”, por lo que abarca distintos ámbitos y niveles de política, lo cual ha ido concretándose en propuestas que no significan una transformación total, incluso, ya en su fase actual implican el sostenimiento y/o negociación de lo actualmente existente. En el caso de la ciencia y la tecnología, si bien se reconoce su relevancia y su necesidad para impulsar las políticas sectoriales y sus distintos vínculos (intersectoriales), no existe una propuesta más amplia, detallada y clara.

Por su parte, la propuesta elaborada por la doctora María Elena Álvarez-Buylla Roces plantea un conjunto de lineamientos que ponen en cuestionamiento las políticas y concepciones imperantes en el ámbito de la ciencia y la tecnología. De entrada, plantea que “Como línea estratégica central se priorizará el entendimiento y la solución de problemas urgentes de atender en aras de una mayor equidad social, y para prevenir la emergencia de nuevos conflictos.” He aquí un punto de diferencia fundamental: no se coloca como eje central la competitividad económica y a la innovación, sino los “problemas más graves a los que el país se enfrenta”. Y redimensiona la conceptualización de las innovaciones, que “…tendrán razón al adecuarse y tomar en cuenta cada contexto y a la realidad de un país mega-diverso y pluricultural como el nuestro.”

Asimismo, ha señalado que es el momento de repensar algunas de las prácticas científicas, colocando el acento en la aplicación del conocimiento generado en beneficio de todos e incida en cerrar la brecha de desigualdad social existente; esto frente al sesgo que se ha dado de tener líneas de investigación sesgadas para satisfacer a los intereses de los grandes corporativos.

El documento ha causado ya reacciones tanto al interior de la comunidad científica y tecnológica como en otros sectores vinculados a ella; posicionamientos extremos han llevado a solicitarle al presidente electo que no sea la doctora Álvarez-Buylla la que encabece el Conacyt, otros más cautos afirman que es una excelente científica y que por ello no debe abandonar su actividad.

Como puede verse, se está abriendo una discusión que es fundamental para la sociedad y para la misma trayectoria de la ciencia y la tecnología en México. Ya en la década de los ochenta, el modelo neoliberal impuesto sembró la visión de utilitaria de la ciencia, su pertinencia para la competitividad y el bienestar, generó políticas de productividad y eficiencia, impulsó los programas de estímulos a la innovación (a las empresas) y de vinculación (a las instituciones de investigación y educación); ahora la propuesta es otra, se busca reorientar las actividades tecnocientíficas en relación a prioridades de bienestar social.

Ciencia orientada, ciencia aplicada o innovación. Vivimos en un mundo globalizado, de mercado, un mundo capitalista, donde la innovación tecnológica aparece como un medio prioritario para el crecimiento económico, dirían algunos. La innovación son invenciones que el mercado selecciona, y lo que guía el mercado son las ganancias. Cuando hoy se critica el Plan de Reestructuración de Conacyt se acusa de una ausencia de propuestas sobre innovación en los términos citados, y es en parte cierto, el plan apunta la necesidad de una ciencia orientada, no al mercado, orientada a la resolución de problemas sociales, tales como: salud, alimentación, ambiente, inequidad, exclusión y violencia. Menciona el plan con ciencia y tecnología de frontera.

Esto tiene retos y repercusiones importantes, por un lado, lo público y social se sobrepone a lo privado (empresas / ganancias), por otro, algo de lo más interesante y propositivo en la propuesta es, la transversalidad necesaria entre Secretarías (Salud, Agricultura, Economía, Medioambiente, Seguridad) y el Conacyt. En principio, dados los objetivos del Proyecto Alternativo, el reto significa: 1) Establecer acuerdos con objetivos convergentes, lo que implica cambiar los existentes, de las diferentes dependencias mediante nuevas acciones (no de mercado); 2) Nuevos programas de financiamiento a proyectos de desarrollo científico y tecnológico direccionados a resolver las problemáticas citadas, si bien, los programas actuales tienen ese fin, existía una desconexión con la solución directa, debido a que el mediador se supondría sería el mercado, por ejemplo, una parte importante de los proyectos plantean nuevos tratamientos, medicamentos, etcétera, para enfermedades importantes en México, sin embargo, su vínculo es nulo con el sector salud público del país, y así, se podrían contar innumerables proyectos que terminan como proyectos que el mercado no selecciona; 3) Generar nuevos mecanismos de incentivos para que la investigación gire en torno a problemáticas públicas y sociales, durante los últimos treinta años han surgido políticas y acciones específicas para que la investigación sirva al sector privado, una reingeniería será necesaria para reorientar dicha política.

Un reto adicional en la propuesta es la evaluación a los científicos y tecnólogos, se ha puesto en tensión la normatividad existente, que favorece el productivismo y no la calidad, la simulación y no la innovación radical dentro de la ciencia. En palabras de Álvarez-Bullya, la ciencia básica permitiría las innovaciones radicales. En ese tenor, es relevante conocer cuáles serían las formas de evaluación que favorecerían lo cualitativo, y sobre todo las formas en que se operará. Cabe precisar que la estructura de evaluación a la docencia e investigación ahora tiene una pesada y burocrática estructura de tres décadas, pero es demasiado homogénea, elimina la diferencia de áreas de conocimiento y abordamientos científicos. Por un lado, cada IES y programas estatales y federales cuentan con métodos de evaluación, por otro, la evaluación termina por ser sólo la contabilización del número de productos, guiados por una agenda global que dista de una nacional y regional. Lo anterior ha eliminado la posibilidad de la construcción de una trayectoria nacional en cuanto ciencia y tecnología. El reto aquí es reconvertir esa estructura establecida dada la temporalidad de avance que lleva esta.

Si bien, planes nacionales de desarrollo y los de innovación de sexenios anteriores apuntan a la resolución de problemas nacionales, como pobreza, salud, educación, desarrollo tecnológico, se encuentra ausente que una ciencia nacional (que sin olvidar la conexión externa) pueda definir programas de investigación que atiendan a los requerimientos propios del país y no necesariamente que los programas de financiamiento sean determinados por una agenda global y de mercado.

No nos extendemos, desde nuestro punto de vista es fundamental el debate actual sobre ciencia y tecnología; ¿existen posibilidades de pensar de manera distinta lo que se hace en estos ámbitos? En ningún momento se ha negado la relevancia del conocimiento científico, pero hoy se colocan nuevos enfoques —un acento central que da la doctora Álvarez-Buylla a los saberes y, por tanto, a la interculturalidad—, integración de otras demandas y actores a la agenda tecnocientífica. ¿Hasta donde las políticas económicas y las tecnológicas sectoriales de la nueva administración limitarán o potenciarán la construcción de la visión propuesta en el ámbito que comentamos? Se habla ya de la apertura de foros de discusión, de consultas, el debate está abierto.

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Referencias

 

Álvarez-Buylla, María Elena (2018) Plan de reestructuración estratégica del Conacyt para adecuarse al Proyecto Alternativo de Nación (2018-2024) presentado por MORENA.

 

Morena (2018) Proyecto de nación 2018-2024. Morena.