Radicales libres. La anarquía secreta de la ciencia. De Michel Brooks, Ariel (2002).

A la ciencia se le considera que no es esclava de las pasiones o de la emoción. Se puede confiar en ella porque es inhumana. El mito de que el científico es racional, lógico, que sigue un método científico, ha teñido toda la ciencia. Afecta a la manera como se hace, como la enseñamos, como la financiamos, a su presentación en los medios, a la manera en que sus estructuras de control de calidad (en particular la revisión por iguales) funcionan (¡o no funcionan!), a las expectativas que tenemos del impacto de la ciencia en la sociedad. El público considera que las declaraciones de los científicos poseen autoridad.

Durante la Segunda Guerra Mundial la ciencia proporcionó a los gobiernos y a sus ejércitos la penicilina, el radar y, desde luego, la bomba atómica. Los que estaban en el poder pronto se dieron cuenta de que la ciencia era una buena inversión: el que tuviera los mejores científicos ganaría las guerras.

El poder de la ciencia es casi palpable. La penicilina y el radar contribuyeron a que los aliados sobrevivieran al conflicto, pero la liberación catastrófica de la bomba atómica por parte de los científicos les permitió ganarla. Y fueron las mentes de los científicos los que produjeron los cohetes que se cayeron sobre Londres, causando gran devastación y sufrimiento. Hay informes de científicos que realizaban experimentos horribles e inhumanos en los campos de concentración alemanes y japoneses. Y también Churchill supo de los científicos aliados que probaban gas nervioso y gas mostaza sobre sus propios soldados.

En 1957, 96% de los estadounidenses aceptaban que “la ciencia y la tecnología hacen que nuestra vida sea más sana, más fácil y más confortable”.

¿El método científico siempre lo aplican los científicos? El biólogo inglés y premio Nobel Peter Medawar admitió que la famosa rutina científica de deducciones basadas en experimentos que a su vez se basan en hipótesis lógicas “son simplemente las posturas con que elegimos ser vistos cuando se alza el telón y el público nos ve. La ilusión se rompe si preguntamos qué ocurre entre bastidores”.

Paul Feyerbard, (físico y filósofo austriaco) declaró que la ciencia es anárquica porque cuando se trata de extender sus fronteras sólo hay una regla: todo se vale. Para hacer un gran descubrimiento o para permanecer en la cresta de la ola, varios científicos toman drogas, persiguen sueños locos, experimentan en sí mismos y unos con otros, y en ocasiones mueren en el proceso. Intentan engañarse unos a otros, situándose en el camino de sus colegas para bloquear el progreso y mantener la primacía.

La ciencia está salpicada de éxitos que no tienen una explicación racional, y de fracasos que se ven todavía más ilógicos. Hay tiempos de euforia y (sólo una vez cada 10 mil vidas de trabajo) éxitos que cambian el mundo.

La ciencia se presenta como si diera una serie de pasos fríos, lógicos y brillantes, en un elegante flujo de ideas, pero “casi toda la investigación científica no lleva a ninguna parte; o, llega a una dirección diferente de la que empezó” (Medawar)

Los científicos difuminan los mayores momentos de la ciencia para suavizar las arrugas y defectos humanos del proceso de descubrimiento. Pero al final, los científicos se hacen un mal servicio cuando deshumanizan su campo. No es extraño que tengamos tantas dificultades para hacer que los escolares se interesen por la ciencia.

Los gobiernos ignoran impunemente el consejo de los científicos: porque saben que los científicos son sumisos y que es poco probable que organicen una protesta. Los científicos están encariñados con perpetuar el mito del científico como servidor público: se ajustan a este cliché.

Los medios de comunicación no facilitan a esos científicos mucho espacio ni tiempo porque, ¿a quién le gusta que personas que no son como la mayoría de nosotros nos muestren hechos aburridos? Durante generaciones a la gente se le ha persuadido de que la ciencia no se parece a nada de lo que a los humanos les interesa.

Ya es hora de aceptar la realidad sobre la ciencia, y de desechar la fantasía… antes de que sea demasiado tarde. Estamos construyendo una civilización sobre cimientos de la ciencia, y ponemos nuestra de en su capacidad de sustentar nuestras esperanzas y de procurar nuestras necesidades.

1 Cómo empieza:

Sueños, drogas y visiones de Dios

Pregúntese a un científico qué es el método científico, decía Mandawar “y adoptará una expresión que es a la vez solemne y evasiva: porque no puede ocultar el hecho de que no tiene ninguna opinión que declarar”.

Según Einstein, “el secreto de la creatividad es saber cómo ocultar tus fuentes”. Él fiaba en una inspiración que no tenía ninguna fuente a que poder seguirle la pista. Resolverlo todo lógicamente, mediante deducción, está “mucho más allá de la capacidad del pensamiento humano”.

En 1991, un periodista del                                  visitó Siggraph, la mayor convención del mundo de ingenieros de gráficos por computadora. El periodista planteó dos preguntas a 180 de estos profesionales eminentes. ¿Toma usted psicodélicos? Si es que sí, ¿es esto importante para su trabajo? Todos y cada uno de ellos contestaron afirmativamente a ambas preguntas.

El trabajo de algunos matemáticos de California también estaba inspirado por las drogas. Ralph Abraham (profesor emérito de matemáticas de la U. de California), se describe como “un proveedor de psicodélicos para la comunidad de matemáticos”. Él trabajó en matemáticas de los gráficos por computadora, teoría del caos y geometría fractal.

El inconsciente a través del sueño también juega un papel importante en la inspiración: Loewi dijo que diseñó en dos sueños el experimento que demostraba que “la transmisión de los pulsos nerviosos entre los nervios era cosa de la química; Paul McCartney se despertó con               ; el químico August Kekelú descubrió el origen de la “teoría estructural” después de dos suelos distintos. Varios de los descubrimientos principales de física han tenido lugar como resultado de un momento de revelación o inspiración irracional, impredecible y (algunos dirían) acientífico.

El matemático inglés Paul Dirac reveló varias de sus brillantes ideas eran “llovidas del cielo”. Pero eso mismo le ocurrió a Fermi, quien logró inducir radioactividad con neutrones desplazándose más lentamente (el descubrimiento le valió el premio Nobel de Física de 1938).

Michel Faraday descubrió una de las leyes del electromagnetismo, gracias a la cual el lector tiene suministro de energía eléctrica en casa. Él rechazó ser nombrado caballero por sus logros; consideraba que toda su inspiración y descubrimientos provenían de Dios. Nicolás Copérnico, que apartó a la Tierra del centro del Universo, se refería a la naturaleza como “Templo de Dios” y afirmaba que se puede conocer a Dios mediante el estudio de la naturaleza. Pero ni por esto su libro fue incluido en el

, la lista de libros prohibidos de la iglesia católica.

Hoy en día, Dios no es popular en la ciencia. Una encuesta a miembros de la Academia Nacional de Ciencias de EEUU reveló que 85% rechazaban la idea de un “Dios personal”.

Las drogas, los sueños, las inspiraciones, Dios, ¿pueden proporcionar la clave para el descubrimiento científico? ¿Por qué? Porque la ciencia es mucho más irracional de lo que los científicos quisieran admitir.

Existe una anarquía secreta detrás de las inspiraciones de la ciencia, pero después el científico ha de acumular pruebas para confirmar o rechazar la idea. Por eso cuando hay un fraude los científicos alzan las manos horrorizados. Pero esto parece una pantomima. Tiene que serlo. ¿Por qué, si no, se refieren los científicos al fraude como “mala conducta normal?”

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