Implicaciones, riesgos y regulación del negocio nano

El impacto y expectativas de la nanotecnología es tal que incluso se cree que estamos ante la gestación de una nueva revolución industrial. Por lo pronto, se constata una creciente diversidad de aplicaciones, estimándose unas 400 de distinta índole y que tienen como soporte el uso de alrededor de 600 materiales nanoestructurados, componentes intermedios y equipo especializado de nano-fabricación. El uso de materia prima nanoestructurada ha aumentado con creces, alcanzando más de 2 mil toneladas entre 2005 y 2010 y con expectativas de llegar a 58 mil toneladas para 2020. Su principal uso: aplicaciones estructurales, seguidas por medioambientales, biotecnología, salud y cosméticos.

De tomar en cuenta es que hoy, casi 20 por ciento del gasto en investigación se concentra en sector salud y ciencias de la vida. Le siguen el área de químicos, tecnologías de la información y comunicación, aplicaciones ambientales, energía y transporte. Y, en un tercer plano, en materiales de construcción, productos del hogar, seguridad y defensa, industria aeroespacial y textiles.

IMPLICACIONES y RIESGOS

Pese a los beneficios posibles y potenciales, y como toda tecnología contemporánea, la nanotecnología trae consigo una serie de complejas implicaciones (sociales, éticas y legales) y riesgos inciertos (socioambientales). Lo que la marca tal vez es el elevado grado de incertidumbre propio de los nichos más avanzados y sofisticados como algunas aplicaciones médicas o de defensa. Es ya observable el potencial riesgo ambiental y a la salud causado por el uso de nanomateriales con características en buena medida aún desconocidas como lo son su toxicidad/biocompatibilidad. Y el problema no es sólo el material per se, sino el empleo de diversos nanomateriales de modo creciente y en interacción constante con su entorno. En tal sentido, resultan de particular atención las implicaiones y riesgos en los espacios productivos, en los procesos de consumo y desecho, así como en el medio ambiente.

El tema no es menor y la Royal Society (Reino Unido) ya lo reconocía en 2004 al señalar que, “…las propiedades de los nanomateriales, por ejemplo su superficie altamente reactiva y su habilidad de atravesar membranas, podrían resultar en peligros importantes, sobre todo en tanto a su potencial grado de elevada toxicidad”.

Qué tan tóxicos son los nanomateriales, qué tanto se degradan, acumulan o persisten, cómo se mueven e interactúan en los ecosistemas y a lo largo de la cadena alimenticia, todas éstas son cuestiones que los científicos se preguntan y comienzan a estudiar pero que todavía no están resueltas.

Desde luego, nada es generalizable pues el potencial riesgo está normalmente relacionado a varias cuestiones como: 1) el organismo receptor; 2) la magnitud y duración de la exposición; 3) la persistencia del material; 4) la toxicidad inherente, y 5) la susceptibilidad o el estado de salud del receptor.

 

Las preocupaciones inmediatas cubren entonces aspectos que van desde un mayor conocimiento acerca de la toxicidad de los nano-materiales y los nano-productos; los mecanismos y rutas de exposición a ésos en aire, agua y suelo a lo largo de todo su ciclo de vida, incluyendo su desecho y/o reciclado; hasta la efectividad del equipo protector para los que manejan tales (nano) productos (como ropa y respiradores); las reacciones celulares ante nanopartículas o nanoestructuras, y los mecanismos de prevención de escape de nanopartículas sintéticas en el medio ambiente.

Estudios científicos ya indican que algunos nanomateriales son tóxicos en un grado u otro indicando, por ejemplo, que las nanopartículas de carbono pueden entrar directamente desde la nariz hacia los lóbulos olfativos y hasta el cerebro a través de los nervios olfativos; que las nanopartículas de aluminio pueden estar involucradas en retardar el crecimiento de las raíces de algunas plantas, como el maíz; que la introducción de nanotubos de carbono en la cavidad abdominal puede resultar en una patogenidad parecida a la que generan los asbestos, etcétera.

El Parlamento Europeo también comienza la regulación del uso de nanobiocidas en la industria química, para demandar evaluaciones de riesgo y etiquetado.

REGULACIÓN

La Organización Internacional de la Es tandarización o ISO desarrolla y establece estándares que permiten regular a escala global mercancías y servicios. El Comité Técnico 229 actualmente coordina dicha tarea para el caso de la nanotecnología. Está al mando de las delegaciones de EUA, Japón y Canadá. Ahí México participa como observador. El proceso ha involucrado algunos años de estudio, investigación, evaluaciones y negociaciones políticas aún en proceso.

El comité sin embargo ha reconocido desde 2008 la urgente necesidad de desarrollar protocolos internacionales para evaluar la toxicidad y los impactos ambientales de los nanomateriales, incluyendo su desecho y reciclamiento. En el informe Nanotecnología, prácticas de salud y seguridad en espacios ocupacionales correspondientes a las nanotecnologías se puede leer que, “…existe incertidumbre en relación a si las propiedades únicas de los nanomateriales diseñados tienen riesgos particulares a la salud ocupacional. Estas incertezas surgen debido a vacíos en el conocimiento sobre los factores que son esenciales para evaluar los riesgos a la salud… [consecuentemente]… los efectos de los nuevos nanomateriales… son mayormente desconocidos […] Además, la capacidad del cuerpo humano para reconocer y responder apropiadamente a la mayoría de los nanomateriales es esencialmente desconocida hoy en día”.

El tema no es menor. Involucra en muchos casos cuestiones legales, regulación, lineamientos o códigos de ética y de responsabilidad científica y empresarial, entre muchas otras cuestiones que posibiliten su manejo, sea cual fuere ése.

Una de las cuestiones más sonadas es la necesidad de certificar la calidad de los productos de tal modo que se sustente su mayor valor de mercado. También está la eventual garantía de su seguridad así como el etiquetamiento de los productos con nanomateriales o nanoprocesos. Cualquiera de estos mecanismos, hoy día debatidos —no sin reticencias, pues algunos insisten en un esquema de desarrollo autorregulado— en el marco de la ISO, de la OCDE y por parte de actores de la sociedad civil, involucra toda una serie de entidades, medidas y acciones concretas e incluso de infraestructura y equipo adecuado. En nuestro país esto último es débil o limitado. Pese a todo, el proceso está siendo impulsado por el Centro Nacional de Metrología, encargado de estandarizar la medida nano en nuestro país. Entidades como la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios debería estar ya a la vanguardia del proceso de regulación, pero carece de personal calificado en el tema y hasta la fecha, a saber, no ha solicitado estudios toxicológicos o afines, ni al solicitante ni mucho menos a terceros, para los productos que ya ha autorizado (caso del gel VIRUFIN, del equipo médico Freely® Nano, o de un sellador de fosetas y fisuras para uso odontológico).

El punto no son los productos en particular, sino la falta de regulación apropiada. Ello urge una actuación seria y responsable de las entidades y actores necesarios, independientemente de si el país desarrolla o no la nanotecnología. Lo que es un hecho es que justo por el potencial de ésta, México deberá desarrollar mecanismos de vigilancia que permitan regular —de manera constructiva y responsable— el comercio de nano-productos, sean nacionales o importados y que ya encontramos ampliamente en las tiendas del país. Si bien el asunto comienza a atenderse, aún no se logra concretar regulación alguna.

Después de 77 casos de intoxicación con el producto para baño “Magic Nano” de la empresa alemana Kleinmann (en marzo de 2006) y que supuestamente contenía nanopartículas pero que, según declaraciones posteriores de la propia empresa, no tenía nanoestructura alguna, sucedió un nuevo episodio que obliga repensar, al menos, cómo regular “lo nano”, sobre todo en la esfera productiva, y cómo se puede garantizar la seguridad y protección de los trabajadores involucrados. Lo exige el caso de la muerte de dos trabajadoras de una fábrica china de pinturas que utilizaba nanopartículas de unos 30 nanómetros de diámetro y la afectación pulmonar severa de otras cinco que estuvieron expuestas por un periodo de entre cinco y 13 meses. El caso fue investigado y publicado por especialistas en el European Respiratory Journal (No. 34: 559-67).

Por tanto, dado que muchos expertos no están del todo concientes de la importancia del principio precautorio, parece claro que los incidentes mencionados son un serio llamado de atención. La preocupación está sobre la mesa y los aspectos ambientales, pero también éticos, sociales y legales, abiertos a discusión pues lo más indeseable es provocar escenarios de incertidumbre innecesaria y de desconfianza social.

COMPETENCIA y NEGOCIO

El gasto mundial en nanotecnología en 1997 fue de 430 millones de dólares (mdd) pero para 2003, poco después de que EUA y otros países lanzaran sus iniciativas gubernamentales para apoyar su desarrollo, el gasto aumentó a 3 mil mdd y desde entonces no ha dejado de crecer. En 2011 el gasto mundial rondó los 19 mil mdd, siendo el 60% de parte de la iniciativa privada, un rasgo que nos muestra el potencial de la nanotecnología en términos de mercado (éste alcanzó los 166 mil mdd en 2008 y se estima será de entre 1 y 2 billones de dólares en 2015 cuando el 15% de las manufacturas mundiales usarán algún tipo de nanotecnología).

EUA concentra el grueso de la innovación. Desde 1978 el 34.6% de las nano-patentes registradas en Europa están bajo su control así como el 46% de las mismas registradas en su propia oficina de patentes. Le sigue Japón con 29% y 27%, respectivamente y la Unión Europea con 28.4% y 19%, respectivamente. Esto es que EUA, Japón y la UE controlan alrededor del 90% de las patentes a nivel mundial. Si bien China es el segundo país en cuanto a publicaciones científicas en el área a nivel mundial, está sin embargo en los últimos peldaños de los primeros 20 puestos en lo que refiere a patentes (excepto en nanomedicina donde aparentemente se ubica en la tercera posición después de EUA y la Unión Europea). Si hablamos de AL, el panorama es totalmente otro pues se sabe que tan sólo Brail, México y Argentina concentran cuatro quintas partes del desarrollo científico y tecnológico de la región. Es un contexto en el que Brasil por sí mismo concentra poco más de la mitad del presupuesto, de científicos y publicaciones. De ahí que en el área de la nanociencia y la nanotecnología, la fortaleza de esos países es muy clara con respecto al resto de países latinoamericanos. Sin embargo, sólo Brasil figura en lo que se denomina como “ligas menores” a nivel mundial. Y es que la región tan sólo produce poco más del 2% de la investigación y desarrollo a escala mundial, lo que se refleja en una participación comparativamente baja en cuanto a nanociencia y nanotecnología.

En México, de 1999 y hasta 2004, el Conacyt financió 150 proyectos, la mitad en el área de materiales, todos por un total de 14.4 mdd. Esto fue sólo una fracción de lo que Brasil gastó de 2001 a 2006: unos 55 mdd. Para 2006 Conacyt definió la creación de dos laboratorios nacionales con un presupuesto de 2 mdd cada uno y estableció proyectos en áreas estratégicas por medio del financiamiento de cinco instituciones con un monto de 10 mil dólares cada una. Para 2009 estableció formalmente la Red de Nanociencia y Nanotecnología con un presupuesto propio de alrededor de 1 mdd. Fue resultado de múltiples propuestas de diversas entidades de investigación a nivel nacional. Cuenta con unos 350 investigadores asociados de un total estimado a nivel nacional de unos 450 a 500 investigadores trabajando en el área desde distintas disciplinas y en diversas entidades. De cualquier modo, el Distrito Federal, el estado de México, Querétaro, San Luis Potosí, Monterrey, Baja California y Chihuahua son los núcleos duros de innovación del país, destacando con ventaja entes como la UNAM, el Cinvestav y los laboratorios del Conacyt.

A pesar de que formalmente en el país no hay un Plan o Iniciativa Nacional en Nanotecnología, se puede entonces decir que sí existe investigación de relevancia y reconocimiento internacional, aspecto que demuestra que a pesar de las adversidades y limitaciones, “lo nano” no deja de ser un área de frontera y por tanto relevante en la agenda científico-tecnológica.

Así entonces, y considerando los potenciales beneficios, implicaciones y riesgos de la nanotecnología, se observa que en México es necesario no sólo articular a los científicos y enfocar la investigación en áreas de mayor necesidad e impacto social, sino desarrollar mecanismos de manejo social como lo sería la información y diálogo público sobre el tema con miras a su integración en una regulación nacional seria. Esto sobre todo en materia de seguridad y protección del medio ambiente y la salud humana, tanto de los consumidores como de los trabajadores. Incluso, se puede pensar en la conformación de una Ley de NanoSeguridad. Y es que es evidente que la nanotecnología está aquí y, sin embargo, no simplemente es mejor porque es “nueva”. También hay otro tipo de alternativas, incluyendo tecnológicas que deben contemplarse en la solución de problemas concretos. Si lo nano es la panacea, ésta será una buena opción sólo si responde a las necesidades sociales y si su desarrollo es responsable y socialmente concensuado. La falta de reconocer la incerti- dumbre y los potenciales riesgos, tal y como la experiencia lo ha demostrado, puede resultar innecesariamente costoso. El manejo social, amplio y transparente de la nanotecnología desde lo científico, lo socioeconómico, lo legal, ético y moral es ya un imperativo.

* Investigador del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM. Editor de la revista Mundo Nano (www.mundonano.unam.mx). Para más información: www.giandelgado.net