Sustentabilidad, un derecho de todos

La satisfacción de las necesidades de la generaciones presentes sin comprometer las de las futuras generaciones; eso es sustentabilidad. Aunque esta definición está lejos de determinar cómo llegar al desarrollo sustentable, creo que es valiosa porque tiene implícita una visión ética. No debemos, no tenemos el derecho de agotar los recursos naturales del planeta sólo porque ahí están y como si fuéramos la única generación que ha existido en el planeta despreciando los 4 mil millones de años de la historia de vida en el planeta. Sustentabilidad también se ha definido como aquello que se encuentra en la intersección de tres esferas: la económica, la social y la ambiental; de este modo, ninguna de las tres esferas por sí solas puede llevarnos al desarrollo sustentable. Sin embargo, en este mundo globalizado, el factor económico ha tenido más peso sobre el social y el ambiental. Pocos son los casos en los que se ha logrado la implementación de modelos sustentables en el mundo. La mayoría de estos intentos han quedado en el papel, en el que las naciones reconocen la importancia de un cambio a la sustentabilidad, pero pocas naciones están dispuestas a pagar el precio económico. Como dicen por ahí, el papel lo aguanta todo.

En México hay algunos casos de éxito de modelos sustentables, como el de productores de madera San Juan Nuevo, en Michoacán, un pueblo emergido literalmente de las cenizas, después de la erupción del volcán Paricutín. La gente de la comunidad participa en las diferentes actividades relacionadas con la explotación maderera desde el trabajo en el aserradero hasta en el semillero. Su madera la exportan a Estados Unidos y a Europa. Las características de éste y otros modelos exitosos tienen un denominador común: han surgido de la comunidad que conoce o ha adquirido conocimientos de sus recursos, que han tenido la necesidad de explotarlos y que han encontrado la forma de hacerlo sin intermediarios, de tal forma que los beneficios reditúan directamente en la comunidad. Otro de sus éxitos radica en la conciencia que tienen sobre el valor de sus bosques más allá del económico, lo cual se ve en la implementación de programas de educación dirigida a las nuevas generaciones: los niños.

En México tenemos una gran “riqueza” que nos podría llevar a la implementación de este tipo de modelos de desarrollo sustentable. La gran riqueza en etnias indígenas nos da un legado de conocimiento sobre la naturaleza y más importante de cómo relacionarnos con ella. Estas cosmovisiones nos invitan a conocer un modo diferente de vincularnos con nuestro ambiente, no como algo que podemos poseer y nos pertenece, sino con respeto y dándole un lugar más y derechos. De la misma manera, las generaciones futuras tienen derecho a disfrutar lo que disfrutaron nuestros abuelos: aire limpio, ríos de agua cristalina, campos verdes, el canto de las aves y a Balam no atrás de las rejas de un zoológico, ni en el campo extendido de una jaula muy grande, sino como uno más de los seres vivos en este planeta.

Una maestra espiritual dijo que el principal problema que vive hoy el ser humano no es la crisis ambiental, sino el espíritu del hombre. Mientras el espíritu del hombre esté vacío, seguirá buscando afuera lo que debería buscar adentro: más tierra, más dinero, más casas, más autos, más poder, más fama, y seguirá quedando vacío. El planeta completo no le será suficiente. Por eso, más que sustentabilidad necesitamos un cambio de conciencia en las nuevas generaciones, porque nuestra manera de pensar ya está añeja. Para las generaciones con un nuevo modo de pensar el mensaje es que todos somos iguales, que los seres vivos tienen derechos y que su bienestar es el nuestro.

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