Diálogo entre la historia y la educación

El siglo XXI enfrenta a los estudiosos de las ciencias sociales con problemas y desafíos ante los cuales las formas tradicionales de pensar no parecen suficientes para explicarlos y actuar sobre ellos. Carencia de construcciones conceptuales y herramientas apropiadas para entender los cambios y crisis del final del segundo milenio; son algunas cosas que deben resolverse para avanzar en su comprensión. En este escenario ninguna de las ciencias sociales, por si sola, puede abarcar la magnitud de las transformaciones de la realidad contemporánea, sus causas y consecuencias, lo que renueva la necesidad de intensificar la comunicación entre ellas en busca del retorno a la unicidad del saber científico (Gracida y Fujigaki, 1996). En este sentido la Historia de la Educación como disciplina que surge de la conjugación de la historia y de la educación, ha mostrado tener elementos para descifrar aspectos importantes de la realidad, siendo un ejemplo de las posibilidades de la interacción de concepciones y métodos distintos.

Mural de Diego Rivera, en el Palacio Nacional de la Ciudad de México, mostrando la Historia de México. El detalle muestra a Karl Marx. Imagen tomada de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Murales_Rivera_-_Treppenhaus_7_Marx.jpg

Mural de Diego Rivera, en el Palacio Nacional de la Ciudad de México, mostrando la Historia de México. El detalle muestra a Karl Marx. Imagen tomada de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Murales_Rivera_-_Treppenhaus_7_Marx.jpg

El entender a la realidad como una totalidad, que presenta un sinfín de aspectos económicos, sociales, políticos, educativos, culturales e ideológicos que se entremezclan y se sobreponen, no ha sido fácil, lo cual nos lleva a la conclusión de que la historia y/o la educación por sí mismas, nos presentan una visión parcial de esa realidad; y la imagen que proporcionen será tanto más fragmentada si se renuncia a trabajar con las otras disciplinas en un escenario que se ha planteado como interdisciplinario, si se logra establecer la comunicación fluida y permanente entre las disciplinas, seguro que tendremos prometedores horizontes para ensayar formas inéditas de comprender y actuar sobre la nueva realidad.

“Tengo (…), la impresión de que puede establecerse un diálogo entre las diferentes ciencias humanas: sociología, historia, educación, economía. Como consecuencia de este diálogo, cada una (  ) podría experimentar conmociones”, esto es que, más que discutir sobre el campo específico o las fronteras recíprocas entre las ciencias sociales, debemos trazar las líneas, que puedan orientar una investigación colectiva y también los temas que permitan alcanzar convergencias”. (Braudel, 1990:32)

Situamos y conceptualizamos de manera breve a la historia de la educación, demarcando su origen, estancamiento, renovación y consolidación, planteando que a partir del desarrollo de la historiografía general que conduce al replanteamiento de diversos aspectos de la ciencia histórica afectando la concepción de disciplina, construyendo un puente para el diálogo con la educación, con la economía, la sociología, hacia las investigaciones interdisciplinarias.

Al buscar el origen de este diálogo, la mayoría de los autores coinciden en señalar su nacimiento en Alemania, en los años finales del siglo XVIII y principios del XIX; esto no quiere decir que no existan obras histórico educativas en épocas anteriores, pueden encontrarse investigaciones y escritos históricos sobre educación ya desde el siglo XVII, en el siglo XVIII aparece un cierto número de historias de establecimientos escolares, generalmente universidades, con finalidad conmemorativa en la mayor parte de los casos. Hacia el siglo XIX aparece el primer ensayo de una historia de la educación y la enseñanza en Alemania, cuya orientación adoptada por la Historia de la Educación en esta primera fase de su aparición y desarrollo proviene, en buena medida, de su vinculación a la filosofía y de su carácter de disciplina al servicio de los planes de formación docente. (Tiana, 1996)

Más tarde a partir de la Primera Guerra Mundial asistimos, a una fase de estancamiento y/o declive de la Historia de la Educación.

“Lo que hoy se presenta como historia de la pedagogía se parece a una feria anual, en la que al lado de artículos alimenticios se ofrecen también artefactos de madera y de hojalata y golosina: un poco de historia de las ideas, un poco de biografías, un poco de legislación escolar, un poco de evolución de la metodología”. (Pereyra, 1981:30)

Se produce una “profesionalización” de la Historia, una despreocupación por los planteamientos teóricos subyacentes a la investigación histórica, una integración de los presupuestos eruditos y una confianza en el progreso como motor de evolución, sin embargo progresivamente se fue resquebrajándose y alumbrando posiciones discordantes que la combatieron desde posiciones muy diferentes.

Y es así como reaparecen los planteamientos idealistas, basados en Kant y Hegel, que derivará en lo que da en llamarse “presentismo”, que se manifiesta con fuerza en los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Paralelamente al cuestionamiento de la historiografía positivista por parte de los nuevos idealismos, surgen otras dos corrientes; la primera es la historiografía marxista, que cobra un gran desarrollo a partir de la revolución soviética de 1917; la segunda es la escuela francesa de los Annales, constituida en 1929 y que ejercerá gran influencia sobre la historiografía contemporánea.

El marxismo influyó en el pensamiento de los historiadores reorientado la investigación histórica hacia la investigación de los procesos económicos y sociales complejos y a largo plazo, revelando la necesidad de estudiar las condiciones materiales de la vida de los pueblos, la tecnología y la economía, como un todo único, despertando el interés por el papel jugado por las masas en la historia, especialmente en los momentos de crisis, esta influencia ha sido especialmente apreciable en el campo de la historia social, al que ha aportado conceptos y métodos apropiados, apreciables en el campo de la Historia de la Educación.

Sin embargo, a lo largo del siglo XX coexistieron en su seno dos procesos, uno de “desnaturalización y dogmatismo” caracterizado por la rigidez ideológica y el énfasis en la ortodoxia, derivada del cientificismo y economicismo empobrecedor del materialismo histórico.

A partir de la Segunda Guerra Mundial, se produce una “revolución historiográfica” que supone la reorientación de la ciencia histórica y el desarrollo de los procesos de renovación anteriormente iniciado; la historiografía marxista, la Escuela de Annales, el desarrollo de la Historia económica y cuantitativa, son algunas manifestaciones de los cambios producidos.

Se ha puesto de relieve la necesidad de ampliación del campo de la investigación históricoeducativa cuando se hace intervenir factores económicos y sociales en su interpretación, esto implica una mayor consideración de los factores políticos, económicos y sociales a la hora de estudiar el desarrollo educativo, en este sentido, una de las características actuales de las ciencias sociales —la historia de la educación incluida— es la progresiva ruptura de los límites entre disciplinas y la invasión mutua de los campos de unas ciencias por otras, lo que plantea una ineludible exigencia de interdisciplinaridad, la Historia de la educación es considerada como una tarea más colectiva que individual y es así cómo se abrieron nuevos temas.

 

 

Gracida, Elsa y Esperanza Fujigaki, 1986, Historia y economía: un nuevo diálogo, México Claves latinoamericanas- FE, UNAM.

 

Braudel, Fernand,1990, La Historia y las Ciencias Sociales. Alianza Editorial. Barcelona.

 

Tiana Ferrer, Alejandro, 1996, La Investigación Histórico-Educativa, España,UNED.

 

Pereyra, M., 1981, “La Historia de la Educación en la Formación de Educadores. II. Orígenes y evolución de una disciplina escolar” España, Témpora, No 2.

 

Bourdieu, Pierre,1997, Capital cultural, escuela y espacio social, México,Siglo XXI.

 

 

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