Encuentros desde el dolor y la potencia, construyendo horizontes a contrapelo: mujeres que luchan por la verdad y justicia, desaparición y feminicidios en México

En México, todos los días hay mujeres que luchan por la verdad y la  justicia para las víctimas de feminicidio y por la búsqueda y localización de aquellas que han sido desaparecidas.

Frente al dolor por las ausencias, madres, familias, amigos, activistas, abogadas e investigadoras se han encontrado -no sin tensiones y contradicciones– para compartir aprendizajes, acompañarse, y tejer alianzas político-afectivas para hacer frente a las instituciones del Estado encargadas de la procuración de justicia que mantienen prácticas de corrupción, complicidad, inacción y omisión.

 

Itandehui Reyes-Díaz, doctorante en Sociología por el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP) quien ha abordado en sus investigaciones la violencia feminicida y los esfuerzos colectivos de mujeres del Oriente del estado de México, comparte en entrevista para Saberes y Ciencias algunas claves para comprender la violencia que vivimos cotidianamente las mujeres,  las condiciones de  fragilidad y vulnerabilidad, pero también las capacidades y los afectos que estas luchas  que van transformando realidades en esta sociedad patriarcal.

 

La violencia dirigida a las mujeres

 

Reyes-Díaz, explica que continuum de violencia, es un concepto de Liz Kelly, profesora británica y activista que ha trabajado con sobrevivientes de la violencia sexual en Reino Unido, para explicar la violencia que experimentamos cotidianamente las mujeres, a plena luz del día y en la noche, en el ámbito doméstico, en la calle, en los centros educativos, en los espacios laborales, en las oficinas gubernamentales, que se expresa como acoso, bloqueos laborales, violaciones sexuales y sobre todo como la posibilidad de ser asesinada; “Continuum de violencia manifiesta la trayectoria de agresiones a la que  estamos expuestas a lo largo de nuestra vida, el continuum es tanto las relaciones de poder que ejercen los varones, como la estructura que lo sustenta, sirve tanto a varones poderosos como aquellos que no tienen poder y lo expropian o expresan a costa el trabajo y energía de las mujeres”.

 

Y sin embargo, señala, no todas las mujeres viven la violencia de la misma forma, por ejemplo, una mujer rica de piel blanca en México, siempre tendrá más privilegios que una mujer morena, ind{igena y empobrecida, y por lo tanto está más amortiguada, pero no está exenta de vivir violencia por razones de género.

 

-¿Quiénes son estas mujeres que están siendo asesinadas y quiénes son estas mujeres que están desaparecidas?

 

 

“Si bien existe una idea de cualquiera puede ser asesinada o desaparecida, las estadísticas muestran que en el caso del estado de México donde he trabajo, se trata de mujeres empobrecidas, trabajadoras que tienen ciertas trayectorias vitales y caminos expuestos para regresar a casa, hay un continuum de violencia, desde la familia, el patrón, en la calle, desde que van pasando por una calle que no hay alumbrado público –es parte del olvido de estas poblaciones– y esto se expresa en la posibilidad de ser atacada en la calle.

 

“Por otro lado, tenemos la idea del callejón oscuro y del violador desconocido –que sí los hay–, pero los datos indican que el feminicida tuvo un vínculo, casi siempre conyugal o de alguna relación afectiva con la víctima; esta violencia que ya se expresó en la mujer que fue asesinada”.

 

Un camino a contrapelo, los agravios que viven quienes buscan justicia

 

La también fundadora del Laboratorio de Investigacción Feminista, describe la afectación de esta violencia feminicida que se  expande a las sobrevivientes y las familias de las víctimas y a sus amistades, quienes enfrentan un camino lleno de  agravios para exigir justicia, ante la corrupción, complicidad y omisión de las policías, fiscalias, ministerios públicos, jueces y el Poder Judicial.

 

“Es otra de las capas de la violencia estructural y del continuum de violencia  que opera en términos del Estado, y eso también es relativo en términos geográficos, no es lo mismo a lo que se enfrenta una mujer que presenta una denuncia en la delegación Cuauhtémoc o en la alcaldía Benito Juárez en la ciudad de México que en Ixtapaluca, Texcoco,  Puebla o en Zapopan, no es lo mismo.

 

“Hay diferentes capas que se enlazan con la política regional, de cómo operan las instituciones a nivel regional, en los poderes fácticos locales, pero también expresa una violencia institucional  del Estado, que lo convierte en cómplice en tanto omite y permite estos ejercicios desde la corrupción hasta la complicidad. Corrupción para evitar que avance la investigación, para pedirles lo más básico que es imprimir fotocopias y omisión por no atender con debida diligencia los procesos de búsqueda y atención a las víctimas. ”.

 

En este contexto, expone la socióloga, las familias enfrentan violencia económica, al destinar tiempo para la búsqueda de justicia; muchas madres tienen que enfrentarse a perder su trabajo, o decidir si mantener su empleo o seguir buscando a la hija o el hijo o a la víctima porque los tiempos institucionales no son tan veloces”.

 

Señala que otras de las expresiones del continuum de violencia es  el “drenaje emocional” que hay en la búsqueda, violencias a nivel simbólico y material hacia las víctimas directas, a lo que hay que agregar las afectaciones de la  salud y  salud mental, que disminuyen la calidad de vida de quienes luchan por la verdad y la justicia.

 

Convergencias en la lucha

 

Itandehui Reyes se entusiasma, aunque con reservas, cuando comparte los cambios que ha atestiguado en los últimos 7 años, cuando inició su trabajo de investigación en el municipio de Ecatepec, estado de México, respecto de las formas de acción de las organizaciones y  colectivos y el trabajo de los familiares en la búsqueda la lucha.

 

“Afortunadamente ya existe una convergencia, porque al final somos las mismas, había una separación entre las familias de las víctimas directas y algunos activismos feministas. Ahora más bien hay una alianza afectiva o redes afectivas que se han encontrado en las calles, en la lucha, en la organización, en solidaridad, en el acompañamiento”.

 

Lo que no se ve en la cobertura mediática de las manifestaciones por los feminicidios, las desapariciones y del 8M, y que va más allá de un monumento intervenido, insiste Reyes,  son las complicidades, los cuidados, los intercambios de saberes  y los acompañamientos afectivos y materiales que operan. Es en estos actos de solidaridad donde convergen mujeres adultas y jóvenes que comparten su saber-hacer y  que acompañan a terceras familias en su exigencia de justicia, afuera de un juzgado, en las calles, los mercados feministas, todo se da en medio del contexto de la búsqueda de una persona desaparecida y del feminicidio.

 

Y sin romantizar la lucha de las mujeres, la también activista señala que en estas relaciones afectivas existen tensiones generacionales “porque no todas están de acuerdo con los métodos de las otras, pero creo que opera la empatía, una voluntad de vida, de cómo podríamos hacer la lucha”.

 

Agrega que en la lucha también convergen esfuerzos, como en el grupo de autodefensa del que forma parte,  por sembrar la idea de que todas son capaces de defenderse, no solo con el cuerpo, sino también aprendiendo procedimientos jurídicos, compartiendo la experiencia de cómo logramos salir de la violencia, el conocer  como opera las relaciones de poder patriarcales y jerárquicas: defendernos frente a un sistema violento estructuralmente.  “La autodefensa es una idea de que no somos indefensas, no solo somos víctimas, no solo somos potenciales víctimas sino también tenemos esa capacidad de agencia, de transformación, de poner un límite frente a los violentos y las jerarquías, además de recrear relaciones afectivas entre mujeres, amistosas, es relativamente nuevo, aunque se ha dado desde hace mucho tiempo,  que se reúnan, hablen de sus afectos y sus potencias, que hablen de estos temas, es una revolución de algún modo”.

 

Algunos horizontes de la lucha

 

En la fuerza de las madres de familia y su insistencia de la denuncia pública y mediática por evidenciar la mentira y la falta de voluntad política e institucional, y “ por gritar la verdad”;  en la organización en localidades como Amecameca, Chaco, Atlixco, la Sierra Norte de Puebla para manifestaciones, foros, apoyo a familias y víctimas, donde no se veían esos círculos “que están brotando como semillas”; en el carácter incluyente de la lucha -aún con las tensiones–, y en las batallas legales ganadas,  Itandehui Reyes observa algunos de los horizontes de la lucha de los mujeres.

 

“En Neza acaba de salir bajo fianza una compañera que estuvo presa por defenderse, por matar a su agresor, por defenderse, fue todo un proceso, fue estar un año presa, ya está libre aunque está bajo proceso, eso por ejemplo es mandar la señal de que te puedes defender, que es por defensa propia para no acabar en la estadística de feminicidio y que eso es legítimo, eso es un avance de la justicia reparadora, que no habrá medidas punitivas por esa acción”.

 

“Uno de los trabajos que podría estar en el horizonte y continuar las alianzas entre las familias,  las activistas, las investigadoras, las mujeres de a pie, ahí veo ciertas líneas de posibilidad.

En el carácter incluyente de la lucha, aún con  tensiones por la polarización de posiciones, esta polarización de quienes excluyen a las mujeres trans y de quienes abrazan los cuerpos feminizados y las disidencias sexuales y de identidad de género -como las mujeres trans y hombres trans– que quieran apoyar. Hay muchas discusiones de separatismo esencialista, de exclusión que son estériles en tanto que que no suman  sino que se estancan en una polarización que no va a dar frutos porque tenemos posiciones distintas que son irreconciliables, pero el acuerdo es que no vamos a tolerar la exclusión de cuerpos disidentes”.